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Una contribución al análisis crítico de Imperio de Hardt y Negri desde los antecedentes del obrerismo italiano

Uma contribuição para a análise crítica do Império de Hardt e Negri a partir dos antecedentes do obreirismo italiano

Resumen

El presente trabajo se propone analizar tres grandes problemáticas teóricas y estratégicas que se derivan de la lectura de Imperio de Michael Hardt y Antonio Negri: el abandono de la dialéctica, la crítica de la teoría del valor y la propuesta del nuevo sujeto revolucionario, la multitud. Comenzamos con la revisión de las filiaciones teóricas que participan en la elaboración de su propuesta, las influencias del obrerismo italiano y su vertiente autonomista principalmente, el contacto con el estructuralismo y pos-estructuralismo francés. A continuación analizamos algunos aspectos puntuales de la relación que traba el constructo teórico de Imperio con Marx y el marxismo, con la hipótesis de que el carácter polémico o problemático de estos aspectos se encuentra en parte en los antecedentes analizados e impacta en el valor analítico y estratégico de la propuesta final de los autores.

Palabras clave:
Imperio; Antonio Negri; Michael Hardt; Obrerismo; Autonomismo; Marxismo

Resumo

Este artigo tem como objetivo analisar três grandes problemas teóricos e estratégicos que derivam da leitura de Império, de Michael Hardt e Antonio Negri: o abandono da dialética, a crítica à teoria do valor e a proposta do novo sujeito revolucionário, a multidão. Iniciamos com a revisão das filiações teóricas que participam da elaboração de sua proposta, as influências do obreirismo italiano e seu lado autonomista principalmente, o contato com o estruturalismo e o pós-estruturalismo francês. A seguir analisamos alguns aspectos específicos da relação entre a construção teórica do Império e Marx e o marxismo, com a hipótese de que a natureza controversa ou problemática desses aspectos encontra-se em parte no pano de fundo analisado e tem impacto no valor analítico e na estratégia da proposta final dos autores.

Palavras-chave:
Império; Antonio Negri; Michael Hardt; Obreirismo; Autonomismo; Marxismo

Introducción

El autonomismo italiano como corriente teórica y política se desarrolla al calor de las luchas obreras italianas de la década del ’70 que se abren paso entre el compromiso histórico italiano, que alineaba a los partidos de izquierda con la política de reformas estructurales, y el lineamiento de coexistencia pacífica que emanaba de la Unión Soviética. La crisis del Estado keynesiano, la reestructuración capitalista, el deterioro de las condiciones de trabajo fabriles y de los salarios, no encontraban en el marxismo institucionalizado una respuesta consecuente ni con la significación del momento histórico, ni con el estado de ánimo de las masas expoliadas. En busca de un cuerpo teórico alternativo al determinismo economicista que renunciaba tácitamente a la confrontación, es que se desarrolla en Italia el obrerismo. Esta “escuela de pensamiento” y las organizaciones que se desarrollan en su seno a partir del “otoño caliente” de 1969, tendrán una influencia significativa en los sectores más combativos de la clase obrera italiana a lo largo de la década de 1970. La emergencia del autonomismo como vertiente del obrerismo se presenta así como fruto de una praxis que se desarrolla al margen de la ortodoxia marxista y que ensaya respuestas a las problemáticas estratégicas de su época, centradas en torno al desarrollo del movimiento revolucionario por fuera de las mediaciones institucionales, en un contexto de fuerte reestructuración capitalista.

El rotundo fracaso del movimiento político autonomista a fines de los ’70 tuvo un gran impacto en el devenir de esta corriente. El aislamiento de la extrema izquierda y la oleada represiva que se volcó sobre los sectores más combativos del movimiento obrero llevará a Antonio Negri, como uno de los principales exponentes del autonomismo, a iniciar, primero desde la cárcel y luego desde el exilio, un derrotero teórico que implicará nuevas y múltiples revisiones de Marx y que incorporará pensadores y perspectivas ajenas al marxismo. Más de dos décadas después, el esfuerzo por comprender la suerte del movimiento obrero y las subsecuentes transformaciones del desarrollo capitalista a partir de la caída del Estado de bienestar, se materializa en Imperio en una forma polémica, que habilita un abanico de discusiones que transitan los distintos planos del análisis social.

El presente trabajo forma parte de una investigación doctoral que indaga en los debates abiertos a partir de las transformaciones de los procesos productivos comenzados en la década de 1970 y que se aceleraron en las últimas décadas sobre la base de la expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs.). A partir de la convicción de que estas transformaciones auguraban la transición hacia un conjunto de relaciones sociales y económicas estructuradas en torno a principios distintos de los tradicionales, identificados con el trabajo asalariado y la explotación por parte del capital, el debate académico durante la década de 1990 se orientó, en gran medida, al desafío intelectual de reflexionar sobre la vigencia de las categorías que le habían asistido hasta entonces y a desarrollar nuevas lecturas a partir de ellas. Las potencialidades opresivas o emancipatorias de las transformaciones productivas en curso fueron abordadas, en términos de “teoría crítica” para la transformación social, tanto desde las perspectivas del “fin del trabajo” (desar­rolladas, entre otros, por André Gorz, Jeremy Rifkin, Nick Srnicek y Alex Williams) como desde las de “hegemonía del trabajo cognitivo-inmaterial” (desarrolladas principalmente por Michael Hardt, Antonio Negri y Carlo Vercellone entre otros).

En este trabajo nos interesa centrarnos en esta última categoría, específicamente en el desarrollo esgrimido por los autores en Imperio. Esperamos así analizar algunos aspectos de la obra que hacen a su valor estratégico, con la hipótesis de que ciertas revisiones de las categorías tradicionales de Marx allí desarrolladas, vinculadas con la matriz obrerista algunas, otras propias del desarrollo teórico posterior, impactan en la capacidad analítica de la obra que por momentos se aleja invariablemente del materialismo histórico, poniendo en entredicho su valor como herramienta de transformación social efectiva. Proponemos en este sentido un repaso del desarrollo del obrerismo y del autonomismo con el objetivo de echar luz sobre el contexto y las inquietudes que son la argamasa de estas corrientes e identificar sus elementos fundantes, lo cual sin duda nos asistirá en la lectura del texto de Hardt y Negri.

Hemos seleccionado un conjunto de trabajos que historizan el desarrollo del “obrerismo” y del “autonomismo” a partir del análisis de las lecturas estratégicas que frente a las profundas transformaciones de la estructura económica italiana fueron desarrollando estas corrientes. A partir de los contrapuntos que estos autores destacan entre las renovaciones o relecturas teóricas de estas corrientes y el corpus clásico del marxismo nos fue posible reconstruir el devenir histórico de aquello que acaba constituyéndose como un marco teórico diferenciado y que culmina en el análisis estratégico que se propone en Imperio.

Luego nos abocaremos a la revisión de tres aspectos puntuales de ese marco teórico consumado en Imperio, a partir de la relación que traba con Marx y el marxismo: el abandono de la dialéctica, la crítica de la teoría del valor y la propuesta del nuevo sujeto revolucionario, la multitud. Analizaremos las problemáticas que en este sentido se plantean y sus consecuencias analíticas. Los trabajos que hemos seleccionado para asistirnos en esta tarea comparten una perspectiva crítica, desde el punto de vista del corpus filosófico teórico del materialismo histórico, sobre las lecturas de Marx que Negri ha desarrollado a lo largo de su producción intelectual. En todos los casos se trata de autores con una larga trayectoria de estudio de la obra de Marx y cuyos comentarios sobre el revisionismo de Hardt y Negri nos ayudaron a vincular las problemáticas teóricas de estas reelaboraciones con las problemáticas estratégicas que de ellas devienen.

La Italia de los ’70 y el desarrollo del autonomismo

El desarrollo del capitalismo italiano durante las décadas de 1960 y 1970 introdujo cambios profundos en la estructura económica del país y planteó consecuentemente nuevas problemáticas sociales que se vieron acompañadas de una altísima cuota de conflictos y enfrentamientos. La rápida modernización del capitalismo italiano luego de la segunda posguerra supuso el fin de una estructura económica de base agraria, impulsó el desarrollo industrial del norte con los sectores automotriz y petroquímico como los más dinámicos. Como señala Claudio Albertani (2003ALBERTANI, Claudio. Antonio Negri, Imperio y la extraña trayectoria del obrerismo italiano. Bajo el Volcán, v. 3, n. 6, p. 169-199, Primer Semestre 2003.:172), “El éxodo del campo, el despegue industrial, el aumento del sector terciario y la difusión del consumo masivo, modificaron profundamente la estructura social del país” . Estas industrias, que habían introducido el régimen fordista-taylorista de organización del trabajo, requerían ingentes cantidades de mano de obra barata y no calificada, la cual provino de jóvenes emigrantes del sur. Si bien en los polos industriales del norte siempre habían existido estratos obreros no calificados, la figura dominante había sido la del “obrero profesional”. Era ésta a su vez la figura central de la línea sindical oficial que se había consolidado en los años ’50. Sin duda, el sostenimiento de esta línea explica la fuerte oposición que se desarrolló en su contra, la incapacidad del sindicalismo oficial para cooptar a la nueva fuerza laboral y, aún más, para ofrecer una línea acorde a las transformaciones que estaba atravesando el conjunto de la clase obrera italiana. En este contexto las posiciones de las organizaciones históricas del movimiento obrero, el Partido Comunista Italiano (PCI) y el Partido Socialista Italiano (PSI), seguían sosteniéndose en un esquema teórico desarrollista o productivista, que redundaba en una suerte de visión apologética del desarrollo tecnológico y científico, y en una aceptación subalterna de la organización capitalista del trabajo (Altamira, 2006ALTAMIRA, Carlos. Los marxismos de fin de siglo. Buenos Aires: Biblos, 2006.: 109; Turchetto, 2008: 286).

En estas circunstancias económicas, políticas y sociales es que se va a desarrollar una alternativa teórica en Italia contrapuesta al marxismo institucionalizado. El grupo que se va a nuclear en torno de la publicación de los Quaderni Rossi, cuyo primer ejemplar verá la luz en 1961, será el punto de partida del obrerismo. Nos interesa puntualizar las problemáticas estratégicas que motivarán los sucesivos desarrollos teóricos de esta escuela y principalmente identificar los conceptos que serán claves en el desarrollo teórico de Antonio Negri y de la vertiente autonomista que se materializa en los ’70. Para ello consideramos pertinente una breve periodización que, lejos de cualquier pretensión exhaustiva, toma como eje estos tópicos puntuales.

Consideraremos como primera etapa de desarrollo la que nucleada en torno a los Quaderni Rossi (1961-1966) se extiende entre 1961 y 1964. Las figuras centrales de la producción teórica de este momento son Raniero Panzeri y Romano Alquati. Motivados por una voluntad analítica que avanzara desde el “punto de vista del obrero” y una lectura de Marx enfocada en la lucha de clases, en clara oposición a las tendencias economicistas del marxismo ortodoxo, desarrollaron una novedosa metodología de trabajo y una revisión crítica de las nuevas transformaciones del capitalismo que estaban teniendo lugar en Italia. Buscando emular las encuestas obreras de Marx de 1880, Romano Alquati, en colaboración con otros, sentó las bases de la metodología de investigación de la “encuesta participativa” (conricerca) que arrojaría para el obrerismo importantes conclusiones respecto del antagonismo de clase con relación a la organización capitalista del trabajo y de la separación estructural entre la clase y su representación política y sindical (Altamira, 2006ALTAMIRA, Carlos. Los marxismos de fin de siglo. Buenos Aires: Biblos, 2006.: 108).

Por su parte Panzieri, a partir de una relectura del tomo I de El Capital y en oposición a las tesis desarrollistas sostenida por los partidos de izquierda y sus organizaciones sindicales, abrió una vía a nuevos desarrollos teóricos planteando el fenómeno de imbricación entre la introducción de la ciencia en el proceso productivo y las formas de dominio del capital. Como señala Maria Turchetto, desde este punto de vista, la ciencia, la tecnología, y la organización del trabajo son liberadas del limbo de un racional y neutral “desarrollo de las fuerzas productivas” en sí mismo. Emergen, en cambio, como el lugar fundamental del dominio “despótico” del capital (2008: 287). A partir de su aplicación al análisis de la realidad instaurada por el fordismo-taylorismo, el capitalismo se les presentaba cada vez menos como la sola conjunción de la propiedad privada de los medios de producción y la anarquía del mercado, y más como la forma concreta de modalidades de división del trabajo en una organización orientada por la extracción del plustrabajo, indisoluble por tanto del objetivo capitalista de división y control sobre el movimiento obrero. Señala Carlos Altamira (2006ALTAMIRA, Carlos. Los marxismos de fin de siglo. Buenos Aires: Biblos, 2006.:115) al respecto, “Bajo esta comprensión era poco lo que hacían los sindicatos para corregir las distorsiones y disfunciones, mientras aceptaban el orden impuesto por el capital fijo como una suerte de imperativo ajustado a la racionalidad tecnológica” .

A este primer periodo corresponden también dos de las elaboraciones teóricas más valoradas y representativas del obrerismo, la de “composición social” de la clase y la de “obrero masa”1 1 Este término es mayormente adjudicado a Alquati en la bibliografía que hemos revisado: Turchetto (2008); Albertani (2003); Tardivo y Fernández (2015). . Ambas elaboradas en principio por Alquati. Tomando de Marx la idea de “composición orgánica” del capital utilizada para expresar la relación entre sus componentes técnico y vivo, Alquati elabora el concepto de “composición social” de la clase. Busca expresar la relación entre el componente técnico, entendido como las condiciones objetivas del trabajador dentro del proceso productivo en un momento histórico concreto, y el componente subjetivo, entendido como sus rasgos políticos. La síntesis de estas dos dimensiones determina el potencial combativo de la clase. Este instrumento de análisis goza de gran ubicuidad, la clase obrera italiana estaba siendo transformada tanto por la introducción de nuevas técnicas y formas de organización de la producción, como por la incorporación de una nueva fuerza de trabajo descalificada y ajena a la cultura política tradicional del norte obrero. Producto de este análisis y apoyándose en la metodología de investigación de la “encuesta participativa”, Alquati concluye la emergencia de un nuevo sujeto social, propio de la etapa del fordismo-taylorismo, el “obrero masa”, que se encuentra “subjetivamente expropiado” y “realmente subordinado” al capital, pero que es a su vez portador de un gran potencial combativo (Turchetto, 2008: 288).

La intelectualidad nucleada en torno a los Quaderni Rossi estaba lejos de ser homogénea. La coexistencia de distintos puntos de vista sobre la intervención estratégica a desarrollar llevó a la fractura definitiva del grupo luego de los acontecimientos de Piazza Statuto de 1962, cuando miles de obreros y estudiantes protagonizaron una revuelta urbana contra las oficinas de la Unión Italiana del Trabajo, a raíz del sabotaje de esta confederación sindical a la huelga de los obreros de Fiat. Las discusiones internas del grupo de los Quaderni enfrentaban, entre otras cuestiones no menores, la perspectiva de Panzieri, determinado a influenciar y provocar un desplazamiento político en las organizaciones sindicales oficiales y en los partidos de izquierda, con las perspectivas de Mario Tronti y Antonio Negri, quienes proponían la creación de un nuevo movimiento por fuera del marxismo institucionalizado. En 1964 se concreta la fractura con la fundación del periódico Classe Operaia por parte de Tronti, Negri y Alquati, entre otros.

El que consideramos el segundo momento en el desarrollo del obrerismo tiene como figura central a Mario Tronti y se extiende desde la fundación de Classe Operaia hasta la ruptura política de 1966, que anticipa la disolución del periódico un año más tarde. En este periodo Tronti desarrolla algunas lecturas y reinterpretaciones de Marx que tendrán larga vida en el obrerismo y en su vertiente autonomista. El eje en el sujeto, propio de las propuestas de la etapa precedente y de la reacción contra el “economicismo”, se profundiza ahora y deviene “subjetivismo” cuando la fuerza de trabajo es pensada además de como mercancía, como personificación subjetivizada del antagonismo2 2 La fuerza de trabajo es fuente de valor y es, en Tronti, también el no-capital. . De acuerdo a la perspectiva de Tronti la lógica del desarrollo capitalista no es dictada por la extracción de la ganancia, sino por la necesidad de contener al movimiento obrero (entonces variable independiente), premisa que lo aleja “[...] de Panzieri y del primer obrerismo que concebía capital y clase obrera como dos realidades antagónicas igualmente objetivas” (Albertani, 2003ALBERTANI, Claudio. Antonio Negri, Imperio y la extraña trayectoria del obrerismo italiano. Bajo el Volcán, v. 3, n. 6, p. 169-199, Primer Semestre 2003.: 178). En consonancia con esto Tronti ubica la usina del antagonismo social exclusivamente en la fábrica. Concibe la contradicción fundamental del capitalismo, no como aquella postulada por la ortodoxia entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, sino como aquella existente entre el proceso de producción, centrado en la fábrica, y el proceso de valorización, que se desarrolla en la sociedad. De esta lectura se desprende la centralidad otorgada por el obrerismo en esta etapa al rechazo al trabajo y a la lucha salarial. Si la introducción de innovaciones tecnológicas en el proceso productivo era la respuesta del capital a las tendencias contestatarias de la clase obrera, sostener, como hacían los sindicatos oficiales, la lucha por una suerte de paridad entre los incrementos salariales y los de productividad, resultaba funcional al régimen de acumulación. Para Tronti los incrementos salariales debían empujarse más allá y provocar un desbalance. En su esquema las crisis del capitalismo no eran entendidas como producto de determinadas contradicciones intrínsecas del capital, sino como producto de la capacidad de la clase obrera de erosionar sus ingresos.

Las diferencias sobre la problemática de la organización política que habían provocado la ruptura de 1964 resurgieron en 1966. Tronti se mostraba cada vez más pesimista en cuanto a la posibilidad de que la clase alcanzara una actividad autónoma capaz de trascender las luchas inmediatas y construir un espacio político al margen del marxismo institucionalizado, lo cual lo llevó a plantear abiertamente el entrismo en el PCI. Esto provocaría la dispersión de los distintos grupos nucleados hasta entonces en torno a la revista. Tronti seguiría avanzando en sus elaboraciones con este marcado pesimismo que lo llevaría a la negación rotunda de ideas que habían sido centrales en sus escritos. Mientras tanto el obrerismo de vertiente vanguardista continuará con la figura de Antonio Negri como una de las más prominentes, nucleado en el noreste italiano en torno a Potere Operaio.

Este tercer momento que consideramos, y en el cual se desarrollará la vertiente autonomista, se extiende a través de los ciclos de luchas sociales del ’68-69 y del ’73-76 para culminar en la ola represiva que inicia en 1977. Entre 1969 y 1973 Potere Operaio participó del fermento de masas que, producto del solapamiento de los conflictos internacionales con los domésticos, movilizó primero al radicalizado movimiento estudiantil y luego a los obreros industriales del norte italiano. A esta etapa, compleja en términos de novedades organizativas y discusiones político-estratégicas, corresponde la profundización de dos posiciones clave del obrerismo. Por un lado, el desarrollo del mayo francés y el rol jugado por el Partido Comunista Francés y sus sindicatos plantearon una lectura que ratificó definitivamente el distanciamiento respecto del PCI y el abandono de cualquier esperanza de renovación del sindicalismo oficial. Por el otro, la experiencia del “otoño caliente” había demostrado para los obreristas de Potere Operaio los límites del fabriquismo. Al no poder trascender las fronteras de la fábrica, las luchas obreras habían quedado aisladas, la crisis en su devenir había proletarizado y desestructurado la fuerza de trabajo, potenciando una objetiva recomposición de la clase que se extendía más allá de la porción minoritaria de trabajadores productivos. Si en un momento anterior las demandas salariales debían despegarse de los incrementos de la productividad, ahora debían despegarse del empleo.

En sintonía con todo esto, corresponden a este momento del desarrollo del obrerismo los análisis de Negri en torno al Estado keynesiano o como él lo denominara, el “Estado-plan”. Lo que propone Negri en este punto es el abordaje del keynesianismo como la estrategia capitalista desarrollada en respuesta a las luchas obreras que habían abortado los intentos de disminución salarial durante la crisis del periodo de entreguerras. De esta forma el keynesianismo buscaba a través de los aumentos salariales, que se mantenían sujetos al incremento de la productividad del trabajo, integrar las luchas obreras al desarrollo capitalista, a través del aumento del consumo. Esta nueva forma de Estado organizará socialmente la explotación que anteriormente se encontraba limitada a la fábrica. A pesar de que varias de estas elaboraciones persistirán en Imperio, algunos aspectos verdaderamente fundamentales de la perspectiva negriana se desarrollan luego de la ruptura de Potere Operaio.

Serán nuevamente las disidencias en torno a la forma y función de la organización política las que harán colapsar a Potere Operaio en 1973. Negri continuará trabajando en sus elaboraciones para luego, a comienzos de 1977, pasar a formar el grupo político Autonomía. El contexto de la segunda mitad de los ’70 estuvo marcado por los efectos de la crisis del petróleo de 1973 y por el espectro de la recesión económica. Fueron años de una marcada ofensiva capitalista en los que el desmantelamiento técnico de las viejas disposiciones productivas es al mismo tiempo desmantelamiento político de la fuerza obrera conquistada en el precedente ciclo de luchas (Turchetto, 2008: 292). En este contexto las organizaciones históricas de la izquierda mantuvieron la tradicional línea “productivista”, el PCI sostuvo una política de compromiso que redundaba en una alianza con el “capital productivo”.

Las elaboraciones de Negri en esta etapa partirán de la continuidad de ciertas perspectivas precedentes del obrerismo pero supondrán a su vez una ruptura definitiva respecto del cuerpo teórico e incluso de la metodología que lo habían caracterizado. Si hasta entonces las lecturas de Marx se encontraban marcadas por una suerte de “apego teórico” a las grandes categorías de su obra, en adelante se tratará de la reconstrucción sistemática de las mismas (Altamira, 2006ALTAMIRA, Carlos. Los marxismos de fin de siglo. Buenos Aires: Biblos, 2006.: 101). Para Negri los esfuerzos del capital por someter a la fuerza de trabajo que mostrara su potencial contestatario durante el “otoño caliente”, instrumentados estos esfuerzos a partir de la descomposición técnica de la clase, habían resultado infructuosos, ya que habían preparado la emergencia de una nueva figura obrera, el “obrero social”. Si bien al proponer esta categoría Negri está retomando la expresión que acuñara Alquiati años antes para referir al trabajo intelectual como fenómeno de masificación del trabajo por fuera del ámbito fabril, Negri extiende las fronteras del “obrero social” más allá de la intelectualidad. Para él representa al conjunto del proletariado que, sometido al trabajo abstracto, se constituye a lo largo del proceso de valorización. Señala Albertani:

Negri interpretó la nueva etapa con un triunfalismo militante que era el opuesto ideológico del pesimismo de Tronti (y de su “autonomía de lo político”). No había repliegue: el rechazo del trabajo taylorista había derrumbado los muros que separaban la fábrica del territorio. En esta situación, el obrero-masa salía de la fábrica para desplazarse al territorio, la fábrica difusa, y hacerse obrero social, el nuevo sujeto cuya “centralidad” nuestro autor empezó a proclamar. Técnicos, estudiantes, maestros, obreros, emigrantes y okupas terminaban así en el mismo costal, sin que mediara ningún análisis de sus diferencias, especificidades y contradicciones (Albertani, 2003ALBERTANI, Claudio. Antonio Negri, Imperio y la extraña trayectoria del obrerismo italiano. Bajo el Volcán, v. 3, n. 6, p. 169-199, Primer Semestre 2003.: 184).

Negri no abordaba las transformaciones específicas que había atravesado el “obrero masa” en su tránsito al “obrero social”. Ya hacía tiempo que se había abandonado el estudio de la clase que fuera uno de los fundamentos de la corriente obrerista. El “obrero social” emergía como una deducción teórica con una caracterización abstracta que debía concretizarse en la práctica (Turchetto, 2008: 294).

El subjetivismo con el que en su momento Tronti había leído la teoría del valor de Marx sería llevado a nuevos horizontes por Negri. El valor de uso, como antagonista del valor de cambio, que es el fundamento de la valorización capitalista, se subjetiviza en el obrero y expresa la radicalidad obrera. En este sentido Negri propone que en una sociedad en la que ya no había reproducción del capital por fuera del Estado (desaparición de la sociedad civil) la estrategia de la “autovalorización”, entendida como el desarrollo de las prácticas de resistencia al capital en el ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo (ámbito considerado autónomo y anticapitalista)3 3 Para un desarrollo de la idea del ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo como autónomo, véase: Antonio Negri (1977) La forma Stato, p. 314, como se citó en Turchetto (2008), p. 295. , es la que debe desarrollar el “obrero social”. Se completa así el arco de desplazamiento completo, si el obrerismo se había desarrollado sobre la perspectiva de que el espacio del antagonismo y de la resistencia se encontraba en la fábrica, en el proceso productivo, el autonomismo arribaba al ámbito externo a la fábrica, el de la reproducción de la fuerza de trabajo, como el espacio de antagonismo y resistencia obrera.

La situación de Italia sobre fines de los ’70 se tornó sumamente compleja desde el punto de vista de la política y de la escalada en los enfrentamientos sociales. La complicidad de los partidos históricos de la izquierda con la ofensiva burguesa, la radicalización de los movimientos estudiantiles y la creciente opción por la lucha armada entre militantes y activistas, fue llevando al colapso a las distintas organizaciones de extrema izquierda. La oleada represiva que marcó el fin del ciclo de luchas que había comenzado en los ’60, marcó también el paso a la marginalidad para el obrerismo y el autonomismo. Negri sería detenido y encarcelado en 1979, años más tarde partiría al exilio en Francia.

Nuestro cuarto momento comprende de forma muy general todo el desarrollo posterior a la experiencia italiana y nos lleva hasta Imperio. Las elaboraciones de Negri continuaron en estos veinte años siguientes y profundizaron las tendencias que ya hemos observado en su obra. Alex Callinicos (2001______. Toni Negri in perspective. International Socialism, n. 92, Otoño 2001.) repasa en parte la reescritura sistemática que hace Negri de algunas de las posiciones claves sostenidas por Marx en su obra. Negri profundizó las ideas que ya había desarrollado sobre la teoría de los salarios, interpretando que en su desarrollo en el Volumen I de El Capital la tasa de salarios aparece como la “variable independiente”, desestimando su dependencia respecto de la tasa de inversión y la tasa de desocupación. También profundizó la subjetivación del trabajo argumentando que el trabajo es el sujeto absoluto en tanto fuente potencial de toda riqueza y de cuya resistencia a la explotación se deriva la ley de caída de la tasa de ganancia. Otro aspecto de sus elaboraciones que continuó desarrollando fue la idea de que la explotación deviene una relación social global en la nueva etapa de “subsunción real” del trabajo al capital. Un nuevo vínculo que Negri va a desarrollar en esta etapa es con el postestructuralismo y la idea de una pluralidad de relaciones de poder y de movimientos sociales. En este sentido, según una revisión bastante crítica de Callinicos (2011: 20), las alusiones a Foucault son indicativas de la extensión en la que Negri transforma el materialismo histórico en una teoría del poder y la subjetividad. En cuanto al análisis de la derrota sufrida por la clase obrera italiana a fines de los ’70, lejos de hacer un análisis o revisión de sus circunstancias, Negri eligió anteponer un optimismo puramente teórico de tono voluntarista que le valió duras críticas dentro del propio autonomismo (Wright, 1996; Callinicos, 2001).

Negri continuaría buscando aportes a sus ideas fuera del marxismo y los frutos de estas excursiones los veremos directamente trasladados a Imperio. Señala Néstor Kohan al respecto:

Al empaparse de la cultura filosófica hegemónica en la Academia de Francia durante los ’70 y comienzos de los ’80, Negri hace suyos muchos de los presupuestos que estas corrientes universitarias traían consigo. Por una parte, Foucault, Deleuze y Guattari le proporcionan la jerga y la metafísica postestructuralista, centrada en la teoría del “biopoder” y en la revalorización del antiguo pluralismo de origen liberal, leído ahora en clave de izquierda. [...] Por otra parte, el pensamiento de Louis Althusser -en su fase “autocrítica” de los años ’70 y ’80, afín al eurocomunismo del Partido Comunista Francés (PCF)- le facilita adoptar uno de los lugares comunes a los principales pensadores franceses de aquellos años: la (supuesta) muerte del sujeto y el abandono de la dialéctica. Expresión filosófica, por aquel tiempo, del abandono eurocomunista de todo planteo revolucionario (Kohan, 2003: 332).

Por otra parte, las tendencias a la absolutización de la voluntad de las masas y al subjetivismo se profundizan en análisis marcadamente abstractos que pasarán a girar en torno al enfrentamiento entre la “multitud” (figura que vendrá a reemplazar la de “obrero social”), portadora de un poder creativo, de un “poder constituyente”, y el poder de dominación del capital. Negri concibe el desarrollo de este enfrentamiento como el esfuerzo de la “multitud” por transformarse en el sujeto absoluto de la historia y complementa este subjetivismo con cierto vitalismo de influencia deleuziana. Las influencias que incorpora Negri a su constructo teórico son variadas, complejas y exceden por mucho el repaso histórico que aquí nos proponemos. Lo que pretendimos fue delinear el recorrido general que transita Negri desde las lecturas obrerista de Marx, atravesando las relecturas autonomistas, hasta la incorporación del postestructuralismo. Entendemos que este es el recorrido que culmina en Imperio, una obra compleja y ambiciosa, y que algunas de sus propuestas más polémicas tienen sus antecedentes de desarrollo en el recorrido histórico que hemos realizado. Analizaremos a continuación las problemáticas teóricas que plantean los aspectos que hemos elegido puntualizar.

De Marx a Imperio

En este apartado nos proponemos analizar tres aspectos teóricos presentes en Imperio que consideramos cargan con el peso de las dificultades estratégicas que muchos estudiosos identifican en la obra. Nos interesa analizar estas problemáticas a la luz del desarrollo histórico de las elaboraciones del obrerismo y de Negri, con el objetivo de debatir y trazar una suerte de genealogía de estas derivaciones teóricas y de su impacto en términos estratégicos. Los tres aspectos que consideramos son: el abandono de la dialéctica, la crítica de la teoría del valor y la propuesta del nuevo sujeto revolucionario, la multitud.

El intento de Negri de desarrollar un marxismo despojado de dialéctica no es en sí novedoso. El embate más importante a la dialéctica y al vínculo Hegel-Marx lo encontramos en el estructuralismo francés de los años 1960 y 1970, con Louis Althusser como referente, y es esta la principal influencia que Hardt y Negri reconocen en Imperio. Althusser desarrolla en los ’60, en oposición al auge del marxismo humanista, una revisión de los escritos de juventud de Marx y Engels y concluye que a partir de los escritos de 1845 se produce una “ruptura epistemológica”4 4 Concepto tomado del filósofo Gastón Bachelard. en el pensamiento de los autores que marca el paso del idealismo filosófico, propio de Hegel y Feuerbach, al materialismo filosófico. Althusser fundamenta así la necesidad de desterrar del marxismo a la dialéctica y al humanismo. La crítica althusseriana de estos principios en Hegel descansa en las lecturas del filósofo Baruch Spinoza, en su rechazo de toda trascendencia teleológica y en su concepción de la realidad como un todo sin clausura (Kohan, p. 336). De este modo, en oposición a la genealogía Hegel - Marx, Althusser construirá la genealogía Maquiavelo - Spinoza - Marx, que será reproducida puntualmente por Hardt y Negri en Imperio (2000: 54-56). Algunos estudiosos, como Néstor Kohan y Rubén Dri (2002DRI, Rubén. Antonio Negri o la evaporación de la dialéctica. Rebelión, 28 Ago. 2002. Recuperado de: <www.rebelion.org/sociales/dri280802.htm>.), señalan que otro afluente del abandono de la dialéctica en Imperio, aunque no explicitado por los autores, debe buscarse en las elaboraciones de la vertiente que se desarrolla dentro del PCI, también en los ’60, encabezada por Galvano Della Volpe y que propone un marxismo más cientificista que también rechaza la herencia hegeliana.

Las problemáticas que plantea el abandono de la dialéctica en el marxismo han sido largamente debatidas y exceden por mucho el marco del presente trabajo. Lo que nos interesa es rescatar algunas de las críticas que en relación a este tema han recibido Hardt y Negri puntualmente y valorar el impacto que tiene en su propuesta la concepción antidialéctica. En primer lugar, siguiendo el planteo de Imperio, el origen de la negación de la dialéctica se presenta de forma algo ambigua. La referencia a la genealogía althusseriana descripta más arriba y que supone la negación tajante de la dialéctica como fenómeno concreto, se combina con el reconocimiento de cierto ámbito histórico de acción que, sin embargo, ha llegado su fin con la consolidación del imperio:

Los análisis del Estado y del mercado mundial también se vuelven posibles en el Imperio por otra razón: porque en este punto del desarrollo la lucha de clases actúa sin límites en la organización del poder. Habiendo alcanzado el nivel mundial, el desarrollo capitalista se enfrenta directamente con la multitud, sin mediaciones. Por ello la dialéctica, o, en realidad la ciencia del límite y su organización, se evapora” (Hardt & Negri 2000: 212).

Sin embargo, en otros ámbitos Negri ha reforzado su rechazo tajante a la dialéctica argumentando que:

“[...] a nosotros siempre nos pareció que la dialéctica hegeliana era la última forma de platonismo ontológico, y por eso una concepción preconcebida y preconstituida de teleología histórica, de un concepto de necesidad histórica que es externa a la praxis colectiva de las masas. Aún cuando se quiera que sea una realidad ontológica, una tendencia ontológica, un destino, una necesidad. Porque, de cualquier manera, está presupuesto y establecido fuera del accionar del hombre, del accionar de las masas y, sobre todo, de las relaciones de las luchas” (Fontana et al., 2001: 110-111).

En general las críticas dirigidas a Negri en este aspecto, como es expresado en este último fragmento, apuntan a que su concepción de la dialéctica es deficiente y no se corresponde con el enfoque que fuera desarrollado por Marx. Como crítica a la supuesta contradicción entre materialismo y dialéctica que está en la base del rechazo de Negri a la segunda (en consonancia con la influencia de Althusser), Dri argumenta que dicha contradicción es tal solo si se conciben las cosas y los hechos, (el materialismo) como estáticos, aislados de las relaciones sociales. En este sentido, no existiría una dialéctica de las cosas como tales, la dialéctica como es propuesta por Marx es subjetual. En este mismo sentido podemos argumentar que para Marx en los procesos sociales la superación de las contradicciones no sucede con independencia del accionar de los sujetos que conforman la realidad social objetiva. “La negación de la negación en un sentido materialista siempre está en potencia, no es algo que deba cumplirse inexorablemente. He aquí la diferencia con Hegel” (Bruno, 2016BRUNO, Diego. La contradicción dialéctica. Hic Rhodus, n. 10, p. 91-98, 2016.: 96).

Una de las problemáticas que devienen de esta concepción antidialéctica que sostiene Negri es lo que sucede con la praxis. Las dificultades de concebir una acción práctica - consciente sin dialéctica son señaladas por Rubén Dri y por John Holloway (2001). Dri considera que la resolución planteada por Negri implica concebir la praxis como creación ex nihilo, como una fuerza que crea algo de la nada (la llamada potentia), es decir, como una fuerza teológica. Por su parte, en un sentido similar, Holloway señala que Negri desarrolla el poder revolucionario (potentia) como un concepto positivo, no dialéctico y ontológico que se enfrenta al poder-sobre (potestas) que ejerce el imperio. Pero, señala Holloway, concebido de esta forma el poder transformador, se desentiende la negatividad, la contradicción:

En este mundo nuestro hacer (poder-hacer, potentia) es el único poder constitutivo, pero este poder (potentia) existe negativamente, en el modo de ser negado. [...] No hay forma de entender la potentia (poder-hacer) directamente como una fuerza positiva e inocente, sino solamente como la lucha contra su propia negación.

La lucha del poder-hacer contra su propia negación está penetrada obviamente por esa negación: la lucha contra el poder-sobre es inevitablemente contradictoria y el sujeto de esta lucha es igualmente contradictorio (Holloway, 2001: 135).

Puede entenderse que el enfoque anti-dialéctico de Negri propone entonces una concepción de la praxis como fuerza positiva, ontológica, teológica, que encuentra sustento en el accionar de un sujeto despojado de contradicciones en tanto autónomo. Si el abandono de la dialéctica descansa, como fue señalado más arriba, en su carácter de “concepción preconcebida y preconstituida de teleología histórica”, de “concepto externo a la praxis de las masas”, la propuesta de Negri no parece alejarse significativamente de estas premisas. Acaba reemplazándose el espacio de potencialidad que supone la contradicción dialéctica, por un carácter “ontológicamente contestatario” del sujeto (la multitud), carácter que comporta una suerte de “cualidad antropológica” (Dri, 2002DRI, Rubén. Antonio Negri o la evaporación de la dialéctica. Rebelión, 28 Ago. 2002. Recuperado de: <www.rebelion.org/sociales/dri280802.htm>.).

Las críticas al enfoque anti-dialéctico de Imperio hacen eje mayoritariamente en las filiaciones con Althusser y Della Volpe, lo cual resulta del todo lógico, pero, en vistas de lo hasta aquí desarrollado, consideramos que merece consideración la hipótesis de que la tendencia al abandono de la dialéctica puede encontrarse ya en algunas de las elaboraciones del obrerismo. No nos referimos a la negación tajante de la misma y su fundamentación sino más bien a la ausencia de análisis dialéctico. Ya mencionamos en el apartado anterior por caso que en sus elaboraciones Tronti profundiza el eje en el sujeto propio del obrerismo al punto que deviene “subjetivismo”, la fuerza de trabajo es pensada como personificación subjetivizada del antagonismo capitalista, es la encarnación del no-capital, es la variable independiente. Como señala Albertani (2003ALBERTANI, Claudio. Antonio Negri, Imperio y la extraña trayectoria del obrerismo italiano. Bajo el Volcán, v. 3, n. 6, p. 169-199, Primer Semestre 2003.: 179), las antinomias entre “subjetivismo” y “objetivismo” en Marx no tienen solución en la teoría, sino en la práctica, “Sólo la creación de un nuevo modo de producción -la famosa negación de la negación o expropiación de los expropiadores- las puede resolver”. En cambio en Tronti lo que hay es una hipóstasis del polo subjetivo, el capital se vuelve variable dependiente de la clase obrera y esta deviene en una suerte de fundamento ontológico de la realidad. En este sentido la dialéctica obreros-capital desaparece, no hay negatividad, solo oposición sin contradicción. La continuidad de este enfoque se identifica claramente en Imperio:

Las luchas proletarias constituyen-en términos ontológicos reales-el motor del desarrollo capitalista. Obligan al capital a niveles cada vez mayores de tecnología, transformando así los procesos laborales. Desde la manufactura a la producción en gran escala, desde el capital financiero hasta la reestructuración transnacional y la globalización del mercado, son siempre las iniciativas de la fuerza de trabajo organizada las que determinan la figura del desarrollo capitalista (Hardt & Negri, 2000: 174-175).

Por otra parte, y recuperado por nosotros en relación al método dialéctico, también cabe destacar lo que ha señalado Isidoro Cruz Bernal (2018) respecto del análisis que en Obreros y Capital propone Tronti. El objetivo de desarrollar las tareas teórico-programáticas a partir de los conceptos centrales de Marx en la crítica a la economía política encuentra en Tronti una lectura inmediatista. Señala Cruz Bernal que Tronti aplica las categorías teóricas sin mediaciones, como si ellas mismas fueran fuerzas sociales reales. En este sentido el método del materialismo dialéctico queda inconcluso, la necesidad de elevarse de lo abstracto para retornar a lo concreto y sus múltiples determinaciones no se realiza, se busca entonces explicar la realidad mediante conceptos en vez de por sí misma, mediante su desarrollo y la ilustración de sus fases (Bruno, 2011______. La dialéctica histórica de Karl Marx. Hic Rhodus, n. 1, p. 75-86, 2011.). Consideramos que es posible identificar ya en este desarrollo del obrerismo de mediados de los ’60 un abandono del análisis dialéctico que luego Negri profundizará en la segunda mitad de los ’70, en su análisis de la emergencia del “obrero social” y del ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo como autónomo y anticapitalista, y que más tarde se intelectualizará a partir de su contacto con el estructuralismo francés, y que acabará, aunque introducido en términos algo ambiguos, como fundamento del análisis de Imperio.

La revisión de Negri de la teoría del valor también tiene un recorrido algo ambiguo a pesar de que llega a ser presentada en Imperio de una forma más acabada. Las tentativas de revisión de Negri comienzan ya en Marx más allá de Marx, texto de 1979, en el cual se ejercita una disección de los textos marxianos, fundamentada en una suerte de marxismo de los Grundisse y orientada por un criterio sumamente hostil hacia el discurso del valor. Señala George Caffentzis (2005CAFFENTZIS, George. “Immeasurable value? An essay on Marx’s legacy. The Commoner, n. 10, p.87-114, 2005. Recuperado de: <https://thecommoner.org/wp-content/uploads/2020/06/C-Caffentzis-Immeasurable-Value.pdf>.
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) que este primer criterio de delimitación de Negri implicaría de ser aplicado escrupulosamente el rechazo de casi la totalidad del canon marxista. En su colaboración con Hardt a lo largo de la década del ’90 y en Imperio, el criterio de demarcación devendrá otro, menos taxativo. No se propondrá la negación rotunda de la teoría del valor, sino su caducidad histórica a partir de una interpretación pseudo-mesiánica del “fragmento sobre las máquinas” de los Grundisse. De forma análoga a lo que sucede con la dialéctica, la consolidación del imperio y la hegemonía del trabajo inmaterial suponen una transformación cualitativa de la configuración espacial analizada por Marx y en consecuencia de las cualidades del trabajo y del valor:

En el mundo contemporáneo esta configuración espacial ha cambiado. [...]. Las cualidades reales de la fuerza de trabajo (diferencia, medida y determinación) ya no pueden ser alcanzadas, y similarmente, la explotación ya no puede ser localizada y cuantificada. En efecto, el objeto de la explotación y dominación tiende a dejar de ser las actividades productivas específicas, para pasar a ser la capacidad universal de producir, es decir, la actividad social abstracta y su poder comprensivo. Este trabajo abstracto es una actividad sin lugar, y por ello muy poderosa. [...] Ya no hay lugar donde hallar a un interior definido por el valor de uso y un exterior definido por el valor de cambio, y, por lo tanto, es ahora definitivamente inconcebible cualquier política del valor de uso, basada en una ilusión de separación (Hardt & Negri, 2000: 175).

De acuerdo a los autores, la teoría del valor de Marx sería en realidad una teoría de la medida del valor (Hardt & Negri, 2000: 314) y como el objeto de la explotación en esta era del pos-fordismo es el trabajo abstracto, no conmensurable en términos de tiempo de trabajo necesario, la teoría del valor entra en crisis. Señala Caffentzis que en la base de esta inconmensurabilidad se encuentra el abandono de la distinción entre acción (no mensurable) y trabajo (mensurable) propia de Aristóteles. En Imperio toda acción deviene trabajo, producto de la expansión total del capitalismo y de la subsunción real del trabajo al capital. Sin lugar a dudas en este planteo se puede identificar al Negri de la segunda mitad de los ’70 y más aún al del exilio. Nos referimos a los planteos vinculados con la expansión de la explotación capitalista a la totalidad social y la consecuente explotación no ya del trabajo concreto sino del trabajo abstracto, que habría sido el fundamento del nuevo “obrero social”. Ya entonces la lectura de Negri de la teoría del valor de Marx, en un sentido similar a la de Tronti antes que él, resultaba polémica en tanto subjetivizaba y moralizaba la categoría de valor de uso (Albertani, 2003ALBERTANI, Claudio. Antonio Negri, Imperio y la extraña trayectoria del obrerismo italiano. Bajo el Volcán, v. 3, n. 6, p. 169-199, Primer Semestre 2003.: 185), de la que desprendía luego la estrategia de “autovalorización” con la que el “obrero social” debía enfrentarse al capital no en el espacio de la producción, sino en el de la reproducción de la fuerza de trabajo.

Esta revisión que hace el autonomismo de la teoría del valor encierra algunas problemáticas teóricas sustantivas. La idea de que el trabajo inmaterial produce un valor que no es mensurable en unidades de tiempo abstracto implicaría, como señala Nicolás Pagura (2018) en una revisión extensiva del tema, que la forma concreta del trabajo (material o inmaterial) puede poner en crisis la medida del valor. Pagura señala que en realidad el desarrollo de Marx parte de la noción de que el trabajo solo puede ser una relación social y producir valor, entendido como forma específicamente capitalista, en la medida en la que se hace abstracción del carácter concreto del trabajo, es decir, como trabajo abstracto. De este modo,

El supuesto implícito que opera, entonces, es que el ‘trabajo abstracto’ y el ‘valor’ dependen en definitiva de una cierta configuración del trabajo concreto, y no [...] de la forma histórica (capitalista) en que en un momento determinado se constituyen las relaciones sociales (Pagura 2018: 324).

En cuanto a la inauguración de una etapa de inconmensurabilidad de los fenómenos Caffentzis realiza una interesante crítica de la fundamentación histórica y filosófica que desarrollan Hardt y Negri (2000: 102-104), señalando la confusión que encuentra entre el escepticismo respecto de una “falsa” objetividad del valor y el escepticismo respecto del valor de la objetividad. En cuanto a la subsunción real del trabajo al capital y la interpretación que realizan Hardt y Negri de los Grundisse, allí no se constata el pretendido tono mesiánico, en tanto Marx consideraba que la subsunción real se encontraba ya en curso. En cuanto a la creciente dependencia de la riqueza, en términos de valor de uso, respecto del desarrollo científico y tecnológico, que tiende a desplazar según Marx al tiempo de trabajo vivo, no se plantea ninguna inconmensurabilidad del valor. Desde el punto de vista teórico, rescata Pagura a este respecto la distinción sustantiva en Marx, y obviada en este planteo por el autonomismo, entre riqueza material y valor. Si no se atiende a esta distinción fundamental:

[...] [se] anula toda diferencia entre valor de uso y valor de cambio, y con ella también la contradicción que quedaba claramente esbozada en el texto de los Grundrisse: aquella que se establecía entre la riqueza material, ciertamente dependiente, en forma creciente, del general intellect, y el valor, que sin embargo seguía dependiendo del tiempo de trabajo inmediato socialmente necesario (Pagura, 2018: 326).

En cuanto a la naturaleza y hegemonía del trabajo inmaterial, la panacea que compone en Imperio el trabajo inmaterial, que en “la expresión de sus propias energías creativas [...] parece poder proveer el potencial para algún tipo de comunismo elemental y espontáneo” (Hardt & Negri, 2000: 255), no podría haber derivado más lejos de lo que fuera uno de los motores del obrerismo clásico, la crítica a la fetichización del desarrollo tecnológico capitalista.

Por último, proponemos una breve revisión del nuevo sujeto que emerge producto de las transformaciones ya descritas, la multitud. Es interesante la reconstrucción que hace Cecilia Duek (2020) en su trabajo de las elaboraciones sobre la multitud que Hardt y Negri van desarrollando no solo en Imperio, sino también en Multitud y otros trabajos posteriores. La autora espera clarificar así cuál es la relación que guarda la multitud con las clases social. En este sentido concluye que el planteo de los autores es ambiguo:

Al mismo tiempo que alegan que el concepto de multitud es un concepto de clase, proclaman que dicho concepto “[…] viene a reformular el proyecto político marxiano de la lucha de clases (Hardt y Negri, 2006:133).

No renuncian explícitamente a pensar en términos de clases y explotación, pero apuntan que ésta es en ocasiones “flexible” e “indiscernible”, y al mismo tiempo, ponen en entredicho la importancia actual de la propiedad privada de los medios de producción, base de cualquier relación de explotación, desde el punto de vista de la teoría marxista. A eso nos referimos con la idea de ambigüedad (Duek, 2020: 65).

La relación que guarda la multitud como sujeto con las clases sociales no queda clara, por momentos parece que la clase remite a una variedad de condiciones socio-económicas de la multitud, por momentos la noción de clase se amplía para contener determinaciones de diversa índole (geografía, sexo, raza, etc.) que la despojan de toda especificidad. Lo que sí resulta claro es que Hardt y Negri descreen del papel político hegemónico asignado en el marxismo a la clase obrera tradicional y a sus históricas expresiones organizativas. El carácter superador de su propuesta sin embargo, ha sido puesto en entredicho por numerosos críticos.

Nos interesa particularmente lo que destaca Duek respecto de la multitud como sujeto deshistorizado. La ausencia de condicionamientos que devengan de su lugar en las relaciones de producción concretas, nos remite no a una fuerza social situada en una formación social específica, sino a un sujeto sin historia, sin concretizar, idealizado. Esto ha sido ya mencionado en relación al abandono de la dialéctica cuando recuperamos la crítica de Holloway a la concepción de la potentia como fuerza antidialéctica. Si no se puede comprender la acción consciente-transformadora como la negación del poder-sobre (potestas), es decir como la negación de la negación, solo resta concebir a la acción y al sujeto de esa acción como enteramente positivos y autónomos, de allí el carácter ontológico de la potencia revolucionaria de la multitud. La pérdida de las contradicciones del sujeto deviene del abandono de la dialéctica obreros-capital en un presente con oposición, pero sin contradicciones5 5 Enfoque que, ya hemos mencionado, puede vincularse con algunas de las elaboraciones de Tronti de mediados de los ´60 (Albertani, 2003, p. 179). . Más aún, creemos que estas críticas ponen en evidencia el abandono de la dialéctica histórica como método en la medida en que el sujeto permanece sin concretizar, como una propuesta suspendida en la abstracción.

Relacionado con lo anterior, otro aspecto del planteo de los autores que ha sido objeto de crítica es el de la constitución política del sujeto. No es abordada la problemática de la confluencia de todas esas singularidades tan variables que hacen a la multitud, se desatiende el momento de la articulación política y se guarda silencio sobre las formas de lucha, los modelos organizacionales, las estrategias de movilización y las tácticas de enfrentamiento y la agenda del contra-poder (Duek, 69; Borón, 2004BORÓN, Atilio. Imperio e imperialismo: una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. Buenos Aires: Clacso, 2004.: 53; Žižek, 2001ŽIŽEK, Slavoj. Have Michael Hardt and Antonio Negri rewritten the Communist Manifesto for the twenty-first century? Rethinking Marxism, v. 13, n. 3-4, p. 190-198, 2001.; Bensaid, 2002BENSAID, Daniel. “El Imperio, ¿etapa terminal?”. Cuadernos del Sur, Año 18, n. 33, 2002.). Siguiendo a Atilio Borón, si la multitud es el nuevo sujeto revolucionario que emerge producto del desarrollo y las transformaciones del capitalismo, ¿Por qué no hay una tentativa de vincular la actual discusión con los debates previos del movimiento obrero y de las fuerzas contestatarias en general? Pareciera “como si la fase en que nos hallamos no hubiera surgido del desenvolvimiento de las luchas sociales del pasado y hubiera brotado, en cambio, de la cabeza de los filósofos” (Borón, 2004: 53).

Conclusiones

En este trabajo intentamos recuperar tres aspectos polémicos de Imperio y articularlos con el desarrollo de ciertas perspectivas del obrerismo y autonomismo italianos que entendemos como antecedentes intelectuales, abordadas estas en su contexto histórico de despliegue. La relación problemática que traban Hardt y Negri con Marx y el marxismo entendemos debe comprenderse no solo a partir de los resultados de su análisis, su valoración teórica y estratégica, sino también a partir de la praxis particular que les antecede. No proponemos que esta compleja tarea haya sido resuelta, pero sí creemos haber identificado algunos núcleos posibles de reflexión al respecto. A modo de conclusión repasaremos los aspectos que consideramos más prometedores de este desarrollo.

El abandono de la dialéctica en Imperio supone una serie de problemáticas teóricas y prácticas. Hemos señalado que el rechazo tajante de la dialéctica se fundamenta en que se presenta como “concepción preconcebida de teleología histórica” y sin embargo la alternativa propuesta por Hardt y Negri acaba descansando, como una teología, sobre la concepción de sujetos absolutos, siendo la multitud la llamada a triunfar en virtud de su inmanencia revolucionaria. Hemos señalado también que este rechazo tajante se combina de forma algo ambigua con la concesión de cierto ámbito histórico de acción de la dialéctica. Entendemos que esta tendencia de abandono antecede las influencias del estructuralismo francés y debe remitirse tempranamente a las elaboraciones del obrerismo de Tronti y su “hipóstasis del polo subjetivo” que hemos analizado. Es en esta transformación de la subjetividad en fundamento ontológico de la realidad o categoría hermenéutica para comprender el desarrollo capitalista que se desentiende su carácter de fuerza concreta de individuos que mediante la praxis se organizan para la transformación de la realidad. En consecuencia, el valor estratégico de la propuesta de los autores resulta cuestionable, no es posible extraer de este enfoque un análisis de los múltiples condicionamientos de la lucha, las problemáticas organizativas del contra-poder son llanamente relegadas en una apología del espontaneísmo cuya fundamentación es mayormente de índole metafísica (Hardt & Negri, 2000: 355).

Los fundamentos de la necesidad planteada en Imperio de desarrollar una nueva teoría del valor podemos anticiparlos en las elaboraciones de Negri de la segunda mitad de los ’70 y más aún en las del exilio. Nos referimos a los planteos vinculados con la expansión de la explotación capitalista a la totalidad social y la consecuente explotación no ya del trabajo concreto sino del trabajo abstracto, que habría sido el fundamento del nuevo “obrero social”. Sin embargo, en su forma acabada como vimos, lo que pone fin a la teoría del valor es la hegemonía productiva de la ciencia y la tecnología, como es interpretada por los autores a partir del “fragmento sobre las máquinas”. La autonomía del trabajo inmaterial y la inconmensurabilidad del valor que produce alejan rotundamente a Hardt y Negri de la tradición obrerista y su rechazo a la supuesta neutralidad del desarrollo de las fuerzas productivas. De hecho, algunos pasajes de Imperio se acercan más a una apología del desarrollo informático y tecnológico, o a una utopía tecnológica (Hardt y Negri, 2000: 354), que a la perspectiva de un mero imperativo ajustado a la racionalidad tecnológica. Observando la propuesta global de los autores sucede que este punto es la piedra basal de la explicación del capitalismo pos-fordista y más aún de la lógica de su ineludible debacle. Desde el punto de vista del valor estratégico del análisis, creemos que no es poco lo que se pierde para el movimiento anti-capitalista en esta cruzada contra la mensurabilidad.

Las discusiones sobre el valor estratégico de la propuesta del nuevo sujeto revolucionario, la multitud, ya han sido comentadas, aquí nos interesa señalar más bien una vía de reflexión posible que desprendemos del desarrollo expuesto y que creemos puede interesar a futuras indagaciones. El principal antecedente de la multitud lo encontramos en el “obrero social” del autonomismo, que a su vez fue propuesto, aunque en un sentido distinto, por los primeros teóricos obreristas. La propuesta de Negri de emergencia de este sujeto seguía al rotundo fracaso de las luchas obreras italianas a finales de los ’70. Las críticas que recibió dentro del propio autonomismo apuntaban contra su desvío teoricista que alentaba una idea de recomposición política de la clase optimista y triunfalista cuando lo que predominaba eran la fragmentación y las tendencias reformistas ante el embate del capital. Creemos que se observa una tendencia a identificar un nuevo sujeto revolucionario (el obrero social; la multitud), cada vez más total, más absoluto, más ontológicamente potente, asociado paradójicamente a los avances del capital y a los retrocesos del movimiento obrero (la ofensiva capitalista de los ’70 que en Italia pone fin al ciclo de luchas que comenzara en los ’60; el avance del neoliberalismo en los ’90 y el retroceso de las organizaciones históricas del movimiento obrero). Este optimismo intelectual como hemos visto se despoja cada vez más del marxismo que lo limita con su voluntad de análisis materialista, con su propuesta metodológica, con su carácter científico (cuantificador) y reemplaza estos despojos con los ropajes más metafísicos del posmodernismo. No parece fortuito que la multitud como sujeto de la revolución anti-capitalista venga a resolver virtualmente sin exigencias lo que hemos visto fuera la principal problemática, una y otra vez irresuelta, de la praxis obrerista de los ’60 y los ’70, la problemática de la organización del movimiento obrero. Recuperar la derrota como escuela de la revolución seguramente sea más valioso para los explotados del mundo que “aguardar” la insurgencia de una organización, para la cual “no tenemos ningún modelo que ofrecer”.

Referencias

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  • 1
    Este término es mayormente adjudicado a Alquati en la bibliografía que hemos revisado: Turchetto (2008); Albertani (2003); Tardivo y Fernández (2015).
  • 2
    La fuerza de trabajo es fuente de valor y es, en Tronti, también el no-capital.
  • 3
    Para un desarrollo de la idea del ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo como autónomo, véase: Antonio Negri (1977) La forma Stato, p. 314, como se citó en Turchetto (2008), p. 295.
  • 4
    Concepto tomado del filósofo Gastón Bachelard.
  • 5
    Enfoque que, ya hemos mencionado, puede vincularse con algunas de las elaboraciones de Tronti de mediados de los ´60 (Albertani, 2003, p. 179).

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    19 Dic 2022
  • Fecha del número
    Sep-Dec 2022

Histórico

  • Recibido
    08 Feb 2022
  • Acepto
    31 Ago 2022
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