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Pléyade (Santiago)

Print version ISSN 0718-655XOn-line version ISSN 0719-3696

Pléyade (Santiago)  no.22 Santiago Dec. 2018

http://dx.doi.org/10.4067/S0719-36962018000200045 

Artículos

Febriles alquimias del cuerpo. Una poética excrementicia

Febrile Alchemy of the Body. An Excremental Poetics

Valeria Flores* 

* Escritora y activista de la disidencia sexual lesbiana feminista prosexo , Universidad Nacional de La Plata (Neuquén, Argentina). Correo electrónico: valeriaflores12@gmail.com

Resumen:

Los nombres del feminismo son actos de xenoglosia que diseminan otros regímenes de habla y escritura, susceptibles de desajustar los formatos regularmente conocidos, legibles y legítimos. Son actos alquímicos que inventan modos de existencia, lenguas extrañas, formas de hacer (micro) política, con los residuos de la máquina semiótica heteropatriarcal que gobierna las palabras y las vidas, y también con los desechos de la institucionalización y normalización del feminismo. Nombres como micro-creaciones de ficciones que montan nuevas conexiones de intensidades, diseminan significados inéditos de la resistencia sexo-política desde el sur, con sus marcas inesperadas, sus texturas ásperas, sus tonos extravagantes. En estas errancias por los nombres, hurgando en los remanentes de la hipervisibilidad, el cuerpo se torna plataforma sensible y política de subversión feminista y, desde cinco febriles alquimias del cuerpo como técnicas del saber corporal, habilidades políticas, constelaciones afectivas y micropotencias eróticas del hacer feminista, se compone un feminismo excrementicio.

Palabras clave: Cuerpo; Residuo; Alquimia; Lenguaje

Abstract

The names of feminism are acts of xenoglossia that disseminate other speech and writing regimes susceptible to mismatch the regularly known, legible and legitimate formats. They are alchemical acts that invent modes of existence, strange languages, ways of doing (micro) politics, with the waste of the heteropatriarchal semiotic machine that governs words and lives and with the detritus of the institutionalization and normalization of feminism. Names like micro-creations of fictions that assemble new connections of intensities, disseminate unpublished meanings of the sex-political resistance from the south, with their unexpected marks, their harsh textures, their extravagant tones. In these errancias by the names, delving into the remnants of hypervisibility, the body becomes sensitive and political platform of feminist subversion and from five febrile alchemies of the body as techniques of corporal knowledge, political skills, affective constellations and erotic micropowers of feminist doing, an excremental feminism is composed.

Keywords: Body; Residue; Alchemy; Language

Introducción

Cimarrón, tortillero, sombras, cuir, under, quimérico, FeSinPat (feminismo sin patronas)1, gogo, irónico, lúdico, poético, molecular, prosexo, disidente, sudaka; figuraciones múltiples de los feminismos que me fueron haciendo, atravesando y transformando. Figuraciones locales y minoritarias, de diferentes momentos y escrituras en mi proceso de politización sexual, pero que retenían ideas fuerza antagonistas para desplegar una inventiva táctica de proliferación en zonas residuales de las prácticas y discursos feministas hegemónicos. Figuraciones móviles que entretejieron una imaginación política radical, con deseo de astucia y voluntad impertinente para abrigar las contradicciones, enfrentamientos y diálogos escenificados o latentes que movilizan la viva construcción del pensamiento feminista.

Entonces, cuando digo feminista no digo mujer, ni lesbiana, ni género, digo acto de potencia creativa de los cuerpos para deshacer y rehacer las normas que nos gobiernan. Así, una multiplicidad de registros estéticos, políticos y de nombres viene a traccionar los feminismos como impulso contestatario de un pensar vivo y ardiente; por lo menos, de los feminismos con y contra los que me hice y deshice.

Me identifico con corrientes minoritarias de los feminismos, que no centran su atención exclusivamente en las demandas al Estado, que construyen políticas del deseo, de otros modos de vida, de otros cuerpos, de otros afectos. Me interesan más los márgenes de los feminismos que sus centralizaciones operativas bajo pragmáticas naturalistas de las palabras. Un feminismo que asume la modalidad de una red molecular de encarnaciones subjetivas, corporales y deseantes, que me estimuló a encender y comprender su potencia como praxis vital cuyo horizonte inmediato es cambiar la propia vida, cambiar los propios relatos de vida. En especial, me seduce y erotiza un feminismo capaz de hablar en lenguas2 y de reírse de sí mismo.

En estas errancias por los nombres, el cuerpo se torna plataforma sensible y política de subversión feminista. Mi cuerpo que arde en palabras de rabia y placer, que se extasía con la des-sujeción de los modos de nombrar, que empuja contra sí los rostros del silenciamiento ancestral, que se retuerce en la imposibilidad de la lengua colonial aprendida, que llora con el exterminio sistemático de nuestras historias y memorias, que agoniza en cada gesto de desprecio hacia nuestro saber de sur de tortillera de chonga de provincia que se deprime cuando advierte que la maquinaria capitalista racista neoliberal también se apropia de y explota nuestras herramientas.

Cuando digo feminismo algo me pasa en el cuerpo, me tiembla la respiración, se convulsiona mi saliva, babeo de fascinación y hasta tartamudeo como umbral de una lengua por venir. Lejos de la imagen hegemónica de los puños en alto, las tetas libres y las consignas fulminantes que lubrican históricamente el imaginario estético de la resistencia feminista, en este momento me interesa pensar otras imágenes como prácticas que también sean habitables y reconocibles como formas de acción poética e imaginación política.

Mi práctica feminista no se dice sola, se habla en otros lenguajes también: tortillera, masculina, prosexo, maestra, antiespecista, sudaca, proletaria. Y también se contra-dice blanca, entre miedos y decepciones, como forma de reconocimiento de mis privilegios raciales y de un combate incesante contra sus efectos de blanqueamiento de mi propia subjetividad y mi propia lengua. Una práctica feminista performativa que mantiene ciertas problematizaciones abiertas como forma de rehusar el dogmatismo, en la que se reconocen identificaciones variables, discontinuas y permeables como un ejercicio estratégico de desborde de los límites, como una práctica que continuamente se interroga a sí misma y nunca deja de preguntarse por su relación con la pauta dominante, trazando una experiencia poética insistente que desestabilice la semiótica del poder heterocapitalista, patriarcal y racista3.

Como feminista me interesan los residuos de los feminismos, aquello que se descarta como pensamiento inteligible, una práctica, un gesto, una palabra, un conflicto, un silencio, un afecto, una identidad, una pregunta, un silencio, un hacer, una voz, un color, una imagen. Ese detritus que va escupiendo los discursos que se erigen como más combativos, o los que tienen la capacidad y los medios simbólicos y económicos para instaurarse como legítimos y hegemónicos. En los restos de esas experiencias sexopolíticas que se fundan como radicales hay una incógnita por desplegar, un margen por escuchar, que se deslizan entre su propio límite y singularidad. Una de las tantas preguntas residuales que me inquietan y que buscan establecer conexiones entre formas de subjetivación neoliberal y modos de acción política feminista, consiste en indagar cuáles son las sobras de las políticas del éxito individual y la espectacularización del nombre propio que gobiernan una gran parte del activismo feminista de la disidencia sexual, mediante la gestión empresarial de la imagen y la rentabilidad de nuestra representación bajo lógicas naturalizadas de competencia. Una pregunta que puede (re)sonar a moral, a diagnóstico anestésico, a asunto secundario. Pero la repetición compulsiva de gestos y escenas decretan una trama capilar de sentidos que interpela de manera urgente cómo somos gobernadxs por el capitalismo cognitivo. Porque, ¿acaso preguntarnos por los modos de hacer, feminista y decolonialmente, no ha sido una apertura a deslumbrar otras posibilidades de vida?

Este es apenas un despunte de mi actual deambular interrogativo, un andar hurgando en los remanentes de la hipervisibilidad y los desperdicios anacrónicos con una curiosidad perversa y polimorfa, porque hemos aprendido que lo que se destierra a los márgenes está con frecuencia justo en el centro del pensamiento mismo4. En los desechos de cada disciplina, de cada práctica, de cada género, resuenan los efectos de la descomposición y recomposición de coyunturas y campos de acción, alimentando una fertilidad insospechada para la disidencia, para el placer de perturbar cualquier orden establecido, sea político, económico, cultural, epistémico e incluso psíquico. Unafascinación por las opacidades, los fragmentos y las entrelíneas, las cuales trabajan contra un pensar regulado por el precepto de unidad, clasificación, calculabilidad y rendimiento.

La producción de conocimiento como práctica situada e implicada es una línea vertebral de mi activismo como lesbiana feminista cuir. Práctica pedagógica, acción política, experiencia estética, artes de la escritura, componen una efervescente y erizada conectividad de gestualidades que pulsan y tensionan un modo de producción y de creación que desborda los límites institucionales. Una producción minoritaria de saber disidente que apuesta a la revolución a escala local y con minúscula, como colaboración con el archivo de microrrevoluciones cotidianas, ahí donde no hay difusión mediática ni flashes de esplendor, donde sólo nosotrxs sabemos que algo está sucediendo. Una práctica política como feminista que insiste en secretar textos como escenas de pensamiento, como contextos vitales y experienciales, heridos con nombres, afectados por ausencias, pulsionados por un soplo de vida, como ademán convulsivo y alborotador de tradiciones, costumbres y legitimidades.

Quisiera compartir cinco febriles alquimias del cuerpo como técnicas del saber corporal, habilidades políticas, constelaciones afectivas y micropotencias eróticas del hacer feminista, que se fueron armando en localizaciones ásperas y conflictivas. Alquimias donde el cuerpo, el pensamiento, la sensibilidad, la experimentación, la escritura, el tiempo, la invención, el arrojo y la tristeza, ocasionan en su combustión una inflexión enunciativa antiestatal, un juego lingüístico comunitario, una práctica encarnada en singular. Las palabras son un recurso de la vitalidad de los cuerpos y nombrar es una potencia subjetivante al alcance de nuestras manos y de nuestras lenguas.

Tortillera: la identidad como política de conocimiento

Tortillera nombra una historia negada, una memoria olvidada, una decisión díscola, una ficción epistemológica, un susurro glosolálico en las inmediaciones del poder heterosexual. Tortillera es un modo de saber acerca de la propia vida que se construye con y contra las tradiciones del pensamiento feminista, en una lengua intempestiva y bífida5 que busca la revuelta de la lengua erecta y viril, transparente y comunicable, dominante y mortífera:

Lesbiana es un movimiento a veces decisivo, a veces sutil, a veces confuso, que se siente en el respirar del texto, un respirar envainado por la irritación, la fatiga, la lascivia y la rabia que entrama el cuerpo de la letra con el cuerpo de la vida en una operación crítica y deseante. Lesbiana es la visceralidad de un nombre que con su modulación incisiva mapea otros itinerarios posibles en el ordenamiento sexual de los cuerpos, abre los pasajes clausurados en las instituciones sociales del género, palpa las voces sepultadas en los regímenes del decir, escucha los deseos sumergidos en el currículum del gozo, y pone a jugar y a discutir la legalidad colonial de los conceptos desde los que se mira, se siente, se toca e interpreta el mundo y sus leyes que lo organizan taxonómicamente

6.

Una poética del éxtasis tortillero se hace con los modos en que (des)organizamos la vida, el lenguaje, el cuerpo, la escritura, el activismo, el amor, el sexo, la ciudad, el coger. Es hacer hablar tortillera en una lengua extraña, capaz de desbaratar el tejido celular de nuestra propia subjetividad, intersectando el proceso de politización de la identidad sexual con un proceso de poetización de la identidad política. Tortillera es una política de conocimiento que se hace en la carne, un modo de (des)hacer el mundo de los cuerpos y los nombres, de allí que la escritura lesbiana sea un contingente y larvario espacio epistémico para vislumbrar otras formas de sensibilidad política, afectiva, lingüística, sexual, cultural7.

Tortillera, una modulación de la lesbiana wittigniana desde el sur, de las lesbianas que no somos mujeres en tierra arrasada por el extractivismo, la represión policial, las políticas neoliberales, el terrorismo empresarial, las desapariciones forzadas, los femicidios y los crímenes de odio hacia tortas, travas, maricas y trans. Tortillera es la astucia punzante de Higui8, que sigue haciendo su trabajo perturbador y cortante en la institucionalización de las identidades sexogenéricas y en la sociedad heteronormativa en general. Tortillera es un trabajo sobre las construcciones discursivas que incluye los silencios producidos por toda identidad, señalando los fallos de la representación y sus intentos de sustancialización. Tortillera es una política de la imposibilidad de hacer de la identidad una experiencia comunitaria inequívoca, así la vértebra que otorga consistencia a un “nosotras” se asume como una interrogación política desbordada e inacabada.

Insisto, tortillera. Soy crítica de las políticas de identidad, pero no rehúso el uso de esos términos para nombrar nuestras experiencias biográficas y políticas porque le otorgan existencia, aunque siempre son identidades rebasadas por la complejidad y variabilidad de nuestras vidas. No decir es una forma de sobrevivir en contextos hostiles, pero no decir también es una prerrogativa que sostiene la inmunidad e impunidad de la heteronormatividad institucionalizada. Insisto, tortillera, por el exterminio9 que no cesa10.

Escribir contra sí misma11

Con los feminismos aprendí la importancia del lenguaje, del trabajo sobre, con y contra las palabras como tarea política, una tarea del cuerpo y en el cuerpo. Los textos que escribimos constituyen nuestros procesos de conocer y dar a conocer, por lo cual el modo como escribimos tiene que ver con nuestras elecciones teóricas, intuiciones políticas y atmósferas afectivas. Me empeño y desgarro en una escritura orgánica12 que me abisma en cada texto al límite de mis posibilidades corporales, lingüísticas, raciales, sexuales, y de la imaginación feminista.

Escribir contra sí misma es el impulso vital de un pensamiento que ejerce la insolencia y la ironía contra sí mismo, una modalidad para trazar líneas de desplazamiento y de fuga de lo ya constituido, la emergencia de una fluidez que se vuelve contra el yo establecido, contra un orden de la subjetividad modulada por las disciplinas del cuerpo y los discursos normativos. No es una práctica de inversión o negatividad cuya finalidad se cierra sobre sí misma, sino que impulsa la invención de nuevas posibilidades de vida.

Las palabras son archivos políticos de normas y resistencias, que albergan cuerpos y deseos, identidades y prácticas, o más aún, que los expulsan, destierran o aniquilan. De modo que las palabras operan como catálogos de posibilidades de existencia, como nos recuerda Donna Haraway13. Cada palabra siempre es un corte en una vida, entonces la pregunta por el lenguaje es por los modos de vida (im)posibles.

En la disputa por las palabras resuena un conflicto sexual, racial, de género, corporal, y también de clase. Desconfiscar la palabra como artefacto de la burguesía blanca o de la academia heterosexual es atentar contra la desigualdad institucionalizada y socavar su poder de nombrar y silenciar. Tal como dice Lucha Venegas:

El lenguaje y la escritura como zonas de luchas hacen de la toma de la palabra una revuelta política que trans-agrede el orden pre-establecido que se arroga la autoridad de distribuir las voces correctas en cuerpos apropiados en identidades correspondientes/esperables

14.

Asimismo, las tecnologías colonizadoras que exigen el blanqueamiento de las lenguas las obligan a pasar por los estándares racistas de la “claridad del lenguaje”, descartando y desechando las lenguas que teorizan las opacidades, contradicciones, zonas difusas y heridas, con reverberaciones, modulaciones e invenciones de palabras y lenguajes que se entrecruzan para de-formar la claridad como única posibilidad legítima y posibilitar lenguas oscuras15.

Escribir contra sí misma es un experimento performativo, siempre abierto al tropiezo y el equívoco, una experiencia de la extrañeza que se hace en un continuo atravesar fronteras, la desidentificación de un grupo, una familia, un yo, una casa, de un feminismo mantenido unido gracias a las exclusiones. Como dice la poeta Marina Tsvetáyeva, “en contra… esa es mi divisa”16. La escritura contra sí se entalla en una modalidad del cuestionamiento persistente de los modos en que somos gobernadas, y aspira a dejar de obedecer, a desbordar las clasificaciones, a practicar el arte de la inservidumbre voluntaria, la indocilidad reflexiva. La escritura que (des)aprende a operar con lo transitorio, lo mutante, y también con lo local y lo particular quiebra el presente vivo mediante un modo ex-cursivo, porque se sale del curso y del surco de la normalidad, remitiendo a la oscilación que marea y disloca, al cuestionamiento de la idea de propiedad, explorando un ámbito oscilante de impropiedad y desapropiación, abriendo un porvenir monstruoso.

Escribir contra sí misma es la experiencia de un desgarramiento, que provoca fugas, retenciones, resonancias, precipitaciones y larvas en la piel del texto. Derivas de la perplejidad y provisoriedad del pensamiento. Por eso me interesan los feminismos en la medida que constituyan una apertura de posibilidades para cambiar la propia vida. Y esto significa poner el cuerpo no bajo la exaltación de un deber ser como premisa, sino para inaugurar la pasión por la invención, sin ventrílocua ni representante alguna. Autogestión de la propia subjetividad en condiciones de complicidad teórica, afinidad estética, vinculación afectiva y tomas de posición en el presente político y cultural.

La escritura feminista opera como técnica de extrañamiento, abriendo huecos, heridas, lapsus, fallas en la historia biográfica, social, cultural y política que acopian las palabras que hablamos y que nos hablan, revelando que en esa materialidad del lenguaje nuestros cuerpos han sido sistemáticamente objeto de inferiorización, borramiento, silenciamiento y aniquilamiento.

Sin embargo, los regímenes escriturales revelan proyectos económicos. En el capitalismo cognitivo la escritura está regulada por criterios de funcionalidad, calculabilidad y manipulabilidad, para su conversión y rentabilidad económica y cultural. El aplanamiento de las experiencias bajo un registro semiótico estándar y un formato textual convencional legaliza esta uniformidad de las hablas, como una suerte de modulación soporífera del lenguaje.

Escribir contra sí misma es una paciente y creativa labor de dar forma singular a nuestra impaciencia por la libertad, que trabaja sobre los límites de nuestra inteligibilidad y nuestras obediencias. Implica ingresar al territorio del sonambulismo como tarea de desprendimiento subjetivo y desgarro de los vocabularios operativos de la opresión sexual y de género, y de la lógica instrumental de la racionalidad occidental. Practicar un noctambulismo estratégico para evitar ser sofocada por los imperativos diurnos de la claridad, la transparencia, la comunicabilidad, lo medible. El gesto escritural como una suerte de creación de palimpsestos textuales disidentes que, en sus entrelíneas, pliegues y estrías, alojan los excesos, los restos, los apéndices y las ilegitimidades sexuales en huida y emanación.

La disidencia sexual como insistencia capilar

Situada en una polifonía de voces sudacas, disidencia sexual significa para mí un modo de interpretación, de acción política y de intervención crítica, que está en permanente análisis y conflicto con cómo se constituyen y actúan las políticas sexuales en relación a las políticas económicas, culturales, sociales, educativas. La disidencia sexual busca discernir cómo opera lo sexual en el cruce de todos estos campos para activar disensos, interrupciones, disonancias que alteren los procesos de normalización sexo-genérica.

La disidencia sexual no necesariamente se articula alrededor de una identidad, sino de la crítica a las normas sexuales, formulando preguntas convulsivas que desbordan los libretos sociales, prendadas por los huecos de las leyes, discursos y prácticas donde quedan alojadas las sombras de lo residual y lo desintegrado, lo inconexo y lo vagabundo, lo divergente y lo refractario, que expresan malestar y desencaje, paradojas e incertidumbres.

La disidencia sexual es una óptica y un tacto que se empeña en esa sensación de incomodidad frente a los axiomas que nos van aprisionando en formas de pensar inequívocas, excluyentes y universales como la positividad, la productividad, la política de redención de la afirmación, el progreso, las narrativas del éxito, las retóricas de la esperanza y el imperialismo de la felicidad, todas ellas conformando una economía afectiva heteronormativa. Como crítica radical de los dispositivos de normalización que construyen identidades, al mismo tiempo que proscriben ciertas posiciones de sujeto y subjetividades que devienen abyectos, la disidencia sexual no puede estar segura de sí misma.

Su tarea crítica es tan capilar que la llevamos en la sangre de nuestros pensamientos, en la afección de nuestra semiótica perceptiva, porque como procedimiento estético y político la disidencia sexual no sólo intenta deconstruir los discursos de las identidades LGTTTB sino también interrogar las condiciones que debemos cumplir para devenir inteligibles como humanos, formulando la pertinaz pregunta sobre la configuración del horizonte de lo representable. Para que disidencia sexual vaya junto con lesbiana, marica, trans, bisexual, hay que hacer estallar la interpretación ontológica de las identidades y provocar un acto de proximidad sensible, de complicidad en el rechazo y la tentativa.

La disidencia sexual no es un conjunto de contenidos para aplicar, sino una multitud de dinámicas metodológicas carroñeras porque trabaja con los desechos disciplinares y se nutre de saberes y experiencias que no están autorizadas ni consolidadas, sino más bien abiertas a las errancias crítico-creativas de sus inestables y desvariados imaginarios sexuales. Aunque últimamente la disidencia sexual circula y se usa como equivalente de movimiento LGTTTBIQ, una sinonimia que termina por despolitizar y neutralizar sus efectos más disruptivos en términos de operaciones epistemológicas, políticas, poéticas, esta operación no es algo que esté dada de antemano, ni un sujeto, ni una identidad, ni una pertenencia orgánica, ni un programa compacto. Es un hacer (des)conectivo que nos implica en la vida diaria, un modus operandi abierto y problematizador del funcionamiento de otros modos imprevisibles de existencia.

Activación poética y erótica de la pedagogía

Habito maestra como una posición encarnada de alguien que tiene una formación pedagógica dispuesta a ejercitarse en las vicisitudes de una problematización política y una activación poética que insiste en introducir una diferencia en una cadena de automatismos, en hacer tajos, desnaturalizar, des-sedimentar, disolver, sacudir la modorra de las percepciones domesticadas de los procesos educativos.

En mi hacer como maestra y pensadora, como intelectual proletaria, obrera precaria del pensamiento cotidiano, la práctica pedagógica se fue armando como una cartografía inestable y provisoria de interferencias de las normas sexuales, la lengua escolar, la jerarquía de saber, el cuerpo docente, las condiciones de trabajo, las culturas institucionales, las morales imperantes. Una práctica de enseñanza que se hacía en un desaprendizaje de las formas heterosexualizadas del pensar, mirar, sentir e interrogar.

La activación poética y erótica de la pedagogía es un ensayo de urgencia para montar un tono de la práctica educativa, para habitar los umbrales del pensamiento y construir ficciones políticas como una potente maniobra de subversión epistémica y política. Como un encarnizado trabajo de despojamiento de los clichés, de los nombres cristalizados y agotados que nada nuevo tienen para decir de los acontecimientos educativos, busca dislocar las imágenes habituales y sedentarias del hacer educativo, desde una sensibilidad que trastoca los contornos del parcelamiento de la vida. Una pulsión imaginaria e inventiva de ficciones fallidas, equívocas, erráticas y disruptivas de los procesos escriturales de normalización de los procesos educativos, tan perversa como impredecible que trastorne los modos de hacer(nos) en la praxis educativa.

La experimentación pedagógica y erótica como modo de producción corporal de(s)colonial intenta desbaratar las formas pedagógicas ortodoxas, descolonizar cierta disposición corporal, practicar el diálogo desde las diferencias e historias ajenas y nutrirnos de dinámicas colectivas. Al perturbar y descomponer los protocolos de enseñanza de la normalidad, se convierte en un mecanismo de subjetivación política. No se trata de ilustrar con la palabra a sujetos silenciados por la norma heterosexual, sino de rumiar nuestra propia implicación en las políticas y poéticas del pensar y sentir, observando por qué algunos sujetos sólo ocupan el lugar de la ignorancia. De modo que entender el deseo de ignorancia como performativo permite comprender la producción del rechazo (o el no deseo) de admitir la propia implicación en aquello que está siendo estudiado o analizado17. Trayectos de pensamiento que articulan cuerpo-saber-poder-afectos, des-sujetándose de las poderosas burocracias y tecnocracias del sentido que borran todo intervalo crítico-reflexivo con sus procedimientos de higiene textual y sexual.

Una maestra feminista está dispuesta a desorganizar sus propios (no) saberes para activar una experiencia, una ocasión, un devenir, una palabra, un tacto, como parte de una poética de la emancipación abierta a la dispersión de un gesto mínimo de variación en la dimensión estética y política del orden sexopolítico educativo. Si Donna Haraway proponía “haga parientes, no bebés”18, en el mismo sentido político de desfamiliarización de los dispositivos de pensamiento y las figuraciones tecnocientíficas, podemos decir “hacer saberes, no escuela”.

Hacer teoría en la propia carne

Mi relación con la escritura y el pensamiento feminista se fue armando en los circuitos autogestionados del saber disidente, sometidos a un estatuto de marginalidad institucional. Hacer teoría en la propia carne es un modo crítico de producir pensamiento tensando los límites institucionales y desajustando los criterios académicos de legalidad discursiva.

Una tentativa de autonomía que, lejos de un “exterior” mistificado, diseña una sorprendente zona de diálogos e interpelaciones en la que diversas configuraciones teórico-intelectuales hacen entrar en juego los saberes irregulares y no legitimados. La práctica de la autonomía que sostengo remite a procesos de autoinstitución colectiva siempre inacabados, cuyas prácticas desbordan los dispositivos de captura de los sistemas de mediación institucional. Tales rebasamientos se producen al precio de una mutación constante: cambios de nombres y desplazamientos de posición que obligan a reinventar cada vez las estrategias de afirmación y conflicto tras ocasionales retiradas tácticas hacia la recomposición, la desaparición o la latencia. Este proceso contradictorio, conflictivo y continuo de autoinstitución y autoinvención de las prácticas es decisivo en la producción política y estética feminista y de la disidencia sexual.

Tramar teoría desde una economía de los saberes fugados, del desorden de estos deslengües, de estos decires indomables e indisciplinados, rebeldes al tutelaje del portavoz autorizado y en los márgenes de las sistematizaciones y del formalismo técnico del saber universitario, pone en juego una tensa práctica de los bordes. Un pensar que se hace en la propia praxis escritural, atenta a la potencia de nombrar y al agotamiento de los modos de enunciar. Ejercitarse en lo que Teresa de Lauretis llamó ficción teórica19, una práctica de escritura experimental en la forma, crítica y poética, autobiográfica y filosófica, que atraviesa los límites impuestos por los géneros.

En el desbaratamiento del cuerpo omnipresente de la teoría, los marcamientos de las identidades sexuales y genéricas se conjugan con las marcas visibles de las filiaciones académicas, infectando el territorio donde la posición autoinvisibilizada del sujeto es parte del protocolo para el estatuto del conocimiento lícito, con sus requisitos de pureza epistemológica y distanciamiento identitario.

La escritura como una tecnología encarnada hace del propio cuerpo un escenario escritural de la disidencia, no como espacio de verificación de una verdad personal, sino como práctica somática que contra-produce montajes teóricos para convulsionar los mataderos epistémicos que gobiernan la institucionalidad del saber andro-logo-heterocéntrico.

Un feminismo excrementicio

Los nombres del feminismo son actos alquímicos que inventan modos de existencia, lenguas extrañas, formas de hacer (micro) política, con los residuos de la máquina semiótica heteropatriarcal que gobierna las palabras y las vidas, y con los desechos de la institucionalización y normalización del feminismo.

Los nombres del feminismo son actos de xenoglosia que diseminan otros regímenes de habla y escritura, susceptibles de desajustar los formatos regularmente conocidos, legibles y legítimos. Un signo de des-educarnos de la promesa de consenso e igualdad, que apuesta por decires no reconocibles culturalmente, impresentables académicamente por no cumplir con los protocolos de transmisión del saber autorizados por la verdad disciplinaria de la ciencia occidental.

Nombres como micro-creaciones de ficciones que montan nuevas conexiones de intensidades, diseminan significados inéditos de la resistencia sexo-política desde el sur, con sus marcas inesperadas, sus texturas ásperas, sus tonos extravagantes. Pócimas experimentales que se ocupan más de operar que de definir, del gesto clandestino más que de la visibilidad.

Escribir el residuo como una constelación deseante de palabras al ritmo oblicuo y azaroso de la incógnita creativa, sin supeditarse obedientemente a una moral, que interroguen el presente y abran problematizaciones y ficciones que están o quedan por completo fuera de la escena de la reflexión político-literaria. Subvertir el alfabeto del poder que gobierna nuestros cuerpos desde una poética excrementicia que hace de las ruinas de la institucionalidad y normalización del movimiento, una podredumbre nutricia20es un apremiante acto de violencia de aprender a zurcir la sangre con la fauna, el pliegue con lo indómito, el límite con la herida21.

¿Qué imagino cuando me llamo feminista? Latencia imperfecta y alquímica de una revolución larvada en la punta política de la lengua y en las vísceras epistemológicas y poéticas del cuerpo por escribir contra un saber que extermina y domestica.

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1Acrónimo irónico de las trolas del desierto -lesbianas pendencieras, la otra voz deslenguada de fugitivas del desierto- lesbianas feministas (grupo de intervención artístico-política de Neuquén entre 2004 y 2008), que retoma y retuerce hacia el feminismo el sentido de la sigla FaSinPat (Fábrica Sin Patrones) que identificara a la exfábrica de cerámicos Zanón, recuperada por lxs obrerxs en la ciudad de Neuquén en el año 2002, y que fue un emblema de luchas populares.

2Gloria Anzaldúa, “Hablar en lenguas Una carta a escritoras tercermundistas”, en Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, ed. Ch. Moraga y A. Castillo (San Francisco: Ism Press, 1988), 220.

3valeria flores, interruqciones. Ensayos de poética activista. Escritura, política, pedagogía (Neuquén: La Mondonga dark, 2013), 25.

4Sara Ahmed, La política cultural de las emociones (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, 2015), 25.

5valeria flores, “La lengua bífida de la lesbiana”. Escritos Heréticos, abril de 2004. Consultado en noviembre de 2018, disponible en http://escritoshereticos.blogspot.com.ar/2009/04/la-lengua-bifida-de-la-lesbiana.html?q=lengua+b%C3%ADfida.

6valeria flores, La intimidad del procedimiento. Escritura, lesbiana, sur como prácticas de sí (La Plata: Pixel editora, Serie Popova, 2017), 10.

7Ibíd., 14.

8Analía Eva Dejesús, conocida como “Higui” por su destreza como arquera de fútbol, se defendió de un brutal ataque de una patota que intentó una violación correctiva. Vivía en la ciudad de Bella Vista, en el partido bonaerense de San Miguel (provincia de Buenos Aires, Argentina), y hacía tiempo era hostigada por esos hombres debido a su identidad sexual. Al momento del ataque, se defendió e hirió mortalmente de un “puntazo” a uno de los atacantes, por lo cual fue detenida y estuvo presa desde octubre del 2016. Actualmente, después de una intensa agitación del activismo lésbico exigiendo su liberación y absolución, se encuentra en libertad condicional.

9Nicole Saavedra Bahamondes tenía 23 años, era lesbiana y vivía en la localidad de El Melón, en la comuna de Nogales (Chile). Estudiaba prevención de riesgos en un centro de formación técnica de Quillota. La vieron por última vez el 18 de junio de 2016 y apareció asesinada una semana después, con signos de torturas y maniatada, en un sector rural del embalse Los Aromos. Amigxs, familiares y activistas aun exigen justicia.

10Ver la intervención visual “No hay primavera sin brote de rabia” con la activista Fernanda Guaglianone para la 7a Primavera Lésbicat, Lesbianas Travéficas Móstricas del Placer, La Plata, 2015. Consultado en noviembre de 2018, disponible en https://fernandaguaglianone.wordpress.com/2016/02/28/no-hay-primavera-sin-brote-de-rabia/.

11valeria flores, “Escribir contra sí misma: una micro-tecnología de subjetivación política”, en Aproximaciones críticas a las prácticas teórico-políticas del feminismo latinoamericano, coord. Yuderkys Espinosa Miñoso (Buenos Aires: En la frontera, 2010), 211.

12Anzaldúa, “Hablar en lenguas”, 226.

13Donna Haraway, Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra © _Conoce_Oncoratón ® . Feminismo y tecnociencia (Barcelona: Editorial UOC, 2004).

14Lucha Venegas, “Revueltas escriturales: El lenguaje y la escritura como zonas de luchas”, Desmontar la lengua del mandato. Criar la lengua del desacato. Diálogo trans-fronterizo con valeria flores entre Jorge Díaz Fuentes y Tomás Henríquez Murgas” (Fanzine), Santiago de Chile, 2014. Consultado en noviembre de 2018, disponible en https://disidenciasexualcuds.wordpress.com/2014/12/17/revueltas-escriturales-el-lenguaje-y-la-escritura-como-zonas-de-luchas/.

15Ibídem.

16Hugo Savino, Salto de mata (Buenos Aires: Editorial Letranómada, 2010).

17Susanne Luhmann, “¿Cuirizar/Cuestionar la pedagogía? o, La pedagogía es una cosa bastante cuir”, en Pedagogías Transgresoras II, trad.: Gabriela Adelstein, (Santo Tomé: Bocavulvaria Ediciones, 2018).

18Donna Haraway, “Antropoceno, Capitaloceno, Plantacionoceno, Chthuluceno: Generando relaciones de parentesco”, Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales 3(1) (2016): 20. Traducido por Alexandra Navarro y María Marta Andreatta.

19Teresa de Lauretis, Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo (Madrid: horas y Horas, 2000), 93.

20Alan Badiou, El siglo (Buenos Aires: Editorial Manantial, 2014), 67.

21flores, interruqciones, 102.

Received: June 19, 2018; Accepted: June 27, 2018

Sobre la Autora:

Valeria Flores. Escritora y activista de la disidencia sexual lesbiana, feminista prosexo (Neuquén, Argentina). Profesora en Educación Primaria. Se dedica a la escritura ensayística-poética y a la realización de talleres y performances como modos de intervención estético-política-pedagógica. Actualmente desarrolla proyectos de formación docente eventuales para la Universidad Nacional de La Plata. Ha coordinado recientemente el Taller “Eróticas escriturales: experiencias sensibles para la disidencia pedagógica”, en el marco del Seminario PEI OBERT "Aprender a imaginarse. Sobre Pedagogías y emancipación", en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (2017); el Taller de escritura “¿Quién es mi cuerpo en la escritura?”, con La Rara Troupe, Departamento de Educación y Acción Cultural del Museo de Arte Contemporáneo de León, España (2018); el Taller “no hay cuerpo sin escritura”. Imaginación educativa, prácticas de escritura y ESI, para profesorxs de las escuelas secundarias dependientes de la Universidad Nacional de La Plata (2018). Entre sus publicaciones se encuentran: Deslenguada. Desbordes de una proletaria del lenguaje (Buenos Aires: Editorial Ají de Pollo, 2010); Chonguitas. Masculinidades de niñas, junto a fabi tron (Neuquén: Editorial La Mondonga dark, 2013); Interruqciones. Ensayos de poética activista (Neuquén: Editorial La Mondonga dark, 2013); El sótano de San Telmo. Una barricada proletaria para el deseo lésbico en los ‘70 (Buenos Aires: Editorial Madreselva, 2015); La intimidad del procedimiento. Escritura, lesbiana, sur como prácticas de sí (La Plata: Editorial Popova, 2017); Tropismos de la disidencia (Santiago de Chile: Editorial Palinodia, 2017); F(r)icciones pedagógicas. Escrituras, sexualidades y educación, comp. con Agustina Peláez (La Plata: EDULP, 2017); El derecho al gemido. Notas para pensar la ESI desde una posición prosexo (Buenos Aires: Revista Mora, 2018). Correo electrónico: valeriaflores12@gmail.com.

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