Introducción
Antes del inicio del Conflicto Armado Interno en el Perú, la llamada Facción Roja2, conocida posteriormente como Sendero Luminoso (SL), ofreció a sus militantes un discurso propicio para consolidar lo que en su historia denominaba la Reconstitución del Partido Comunista Peruano. Dicha etapa "preoperativa" tendría como objeto refundar dicha organización, con el fin de dotarla de una identidad propia que le permitiera asumir la etapa de la lucha armada (Hidalgo, 1992). Años antes, Abimael Guzmán Reynoso, líder de dicha facción, constataba que el PCP estaba muy lejos de ser la "palanca transformadora del mundo", al carecer de un análisis propio de la lucha de clases, así como de planes destinados a la conquista del poder (Guzmán e Iparraguirre, 2014: 43). En dicho contexto, Guzmán impulsa una campaña de recuperación de la figura de José Carlos Mariátegui, considerado el fundador del socialismo peruano, con el fin de convertirlo en "el modelo ideal de militante" (PCP-SL, 1970c) y base de la Reconstitución partidaria. Dicha cam paña fue expresada por medio de documentos, gráficos y eventos diversos, entre mediados de la década de 1960 y finales de la década de 1970.
El presente estudio se ocupa precisamente de esta etapa inicial de SL, cuyo origen se sitúa al interior del PCP-Bandera Roja (BR), y continúa, luego de su separación en 1970, con el proceso de reconstitución partidaria de forma independiente hasta fines de dicha década. Así, se busca analizar el uso que hizo la Facción Roja de la figura de José
Carlos Mariátegui en un contexto en el que era una necesidad dotar a dichos estudiantes de un univer so simbólico, más que doctrinario, con el fin de enfrentar la experiencia futura de la lucha armada. Dicho "universo", como se verá, tendría como base la tradición andina a la que pertenecían3.
Este trabajo se divide en tres partes. En la pri mera se expondrá la base teórica y metodológica de la que se parte; luego, se brindan los resultados de la investigación, y, finalmente, se discuten los alcances de esta en el contexto del debate respecto de la naturaleza de SL.
Aproximación teórica y metodológica
El presente estudio se apoyó en los aportes de la teoría de la acción colectiva; en particular, la aproximación teórica del frame analysis, de la que se rescata el concepto de "marco" o "en cuadre", definido como un esquema que ayuda a definir una situación, a partir de atributos que per miten la construcción de una identidad colectiva (Chihu, 2016; Mc Adam, 1994; Melucci, 1994). La elaboración de este, sin embargo, contempla los repertorios o marcos previos de la audiencia para incorporarlos en un proceso de negociación y extensión del marco inicial, lo que lleva a la definición de verdaderos "campos de identidad" (Hunt, Benford y Snow, 1994). La función de los mismos reside no solo en legitimar las propieda des de grupo, sino en justificar los principios por los que se definirá una futura acción (Cediel y Olave, 2019; Olave, 2011; Pineda, 2016).
El enfoque metodológico usado es cualitati vo, a partir del empleo de la técnica del análisis del discurso (Sayago, 2014), útil en el análisis del comportamiento de movimientos u organizacio nes de carácter contencioso. Dicha herramienta incide en el estudio de las propiedades lingüísticas del texto, tomando en cuenta los modelos contex tuales vigentes, así como la relación que se pueda establecer entre los mismos (Fairclough, 2003, Van Dijk, 2003, 2009, 2011).
Para este estudio se tomaron en cuenta 26 documentos de la organización senderista, dis tribuidos al entonces grupo de estudiantes de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), durante un período de 11 años: desde 1966, fecha en la que la facción empieza a "reivindicar al fundador del Partido" (Guzmán e Iparraguirre, 2014: 172) hasta 1977, año en el que se anuncia la culminación de la Reconstitución4. La selección de estos ha tenido como criterio la reiterada alusión a la figura de Mariátegui y el grado de visibilidad que tuvieron entre la población universitaria, debido a su ca rácter institucional5.
Para el abordaje analítico del corpus, se siguió la propuesta de Van Dijk (2003) en cuanto a las etapas del trabajo: a) se identificaron ca tegorías macro o macroestructuras semánticas, a partir de la reiteración de expresiones vinculadas a Mariátegui, con el fin de conformar un deter minado marco o encuadre interpretativo; b) se analizaron los significados implícitos o "loca les", con el fin de vincularlos con el "contexto" o modelos de contexto; c) se prestó atención al análisis más sutil de los recursos lingüísticos, en especial el uso del léxico como "indicio de con-textualización" (Gal, 2014).
Como se deja entrever, se utiliza una pers pectiva de orientación mixta, que incluye una etapa de codificación y tabulación de datos, y otra de procesamiento de los mismos, a partir de un análisis interpretativo e inferencial (Borda et al., 2017).
Resultados y Discusión
De las evidencias estudiadas se han identifi cado tres marcos que organizan la información en torno a la frecuencia de atribuciones asignadas a Mariátegui: el marco fundacional refiere a su rol de iniciador o creador del PCP; el tutelar se vin cula a su papel de guía y protector de los suyos, y el marco bélico se asocia a la figura de un comba tiente o guerrillero.
En la Tabla 1 se aprecia el grado de presen cia de cada marco considerando la publicación original del documento estudiado, así como de los atributos que los conforman, a partir de la asunción de que Mariátegui y su pensamien to constituyen una sola unidad (PCP SL, 1975). Dichos marcos, como se verá, contienen atribu tos que transversalmente revelan la propuesta de la facción de darle un revestimiento sagrado al amauta. Uno de dichos atributos lo constituyen las metáforas asociadas a la luz que son conside radas, por su pluralidad semántica, como parte de los distintos marcos.
Como se aprecia, el marco privilegiado es el fundacional, seguido del tutelar y el bélico respectivamente. El orden de importancia, sin embargo, revela una intencionalidad que adquiere comprensión en el contexto de la Reconstitución.
Así, se puede afirmar que el primer encuadre responde a la necesidad de una refundación parti daria, que busca convertir al PCP en un partido de corte bolchevique, en sus aspectos organizativos, políticos e ideológicos (PCP-SL, 1976d, 1976e), con el fin de dejar de lado lo que Guzmán deno mina "la tendencia a la espontaneidad" (PCP-SL, 1976a, 1976b). Representa también el posicionamiento de Mariátegui como fundador, en un contexto de redescubrimiento de su figura, luego de más de 30 años de olvido. Y responde, final mente, a las posiciones que le atribuían ser un precursor del socialismo peruano, o una figura secundaria, para consolidarlo como el creador por excelencia de dicha doctrina (Quijano, 2007).
Otro nivel de consideración, posterior al afianzamiento fundacional, lo constituye el en cuadre tutelar. Este brinda al estudiante un punto de orientación en torno al cual pueda asumir una identidad propia. Para ello se construye la figura de un Mariátegui como guía y ejemplo a seguir, en torno al descubrimiento del marxismo leninismo como "verdad universal" (PCP-SL, 1970a, 1970c, 1971, 1973). Se trata de una necesidad que busca no solo apoyarse en su aspecto fundacional, sino en su rol de conductor, a partir de la consideración de ser el modelo de militante al que se aspira.
Ambos encuadres adquieren una presencia significativa en 1970 y 1975, fechas centrales que remiten a la separación de la facción del PCP-BR en 1970, lo que le permite iniciar su propio camino en el proceso de reconstitución, y la celebración del 80 aniversario del nacimiento del amauta. En este último se difunden las ideas de Mariátegui, mediante la impresión de 30 mil ejemplares del folleto Retomar a Mariátegui y reconstituir su camino, y la distribución de 100 mil afiches con su rostro (Guzmán e Iparraguirre, 2014: 390).
Un tercer nivel lo constituye el encuadre bélico, de importancia todavía relativa, que re presenta la necesidad de asumir la lucha armada como una consecuencia lógica de la acepta ción de Mariátegui como fundador y orientador ideológico. En ese sentido, tiene que ver más con el futuro próximo que con la etapa de la Reconstitución.
Como se puede apreciar, el análisis fija una lógica que explica el grado de presencia de las di mensiones referidas, a partir de las necesidades y urgencias de esta fase preparatoria. Sin embargo, el contenido de cada encuadre demanda un aná lisis al interior de cada uno de ellos, que permita esclarecer cómo está conformado semánticamen te a partir de la interpretación de los atributos en juego. En las siguientes líneas se abordará dicha tarea.
El encuadre fundacional
Una primera aproximación presenta a Mariátegui como el creador del PCP, a partir del uso de términos como "fundador" y un conjunto de atributos relacionados con los conceptos de "base" o "fundamento" (Tabla 2).
En el primer caso, "fundador" remite al rol histórico del amauta como creador del Partido Socialista Peruano en 1928. Por ello, su figura se asocia a la de un ancestro o "padre" de quienes lo siguen en el tiempo, quienes son designados como sus "herederos" (Guzmán, 1968) o hijos, cuando se califica la práctica de celebrar el aniversario de su muerte como "castradora", en respuesta a las romerías a su tumba que practicaban grupos marxistas contrarios a la facción (PCP-SL, 2014a). Dicho rol paternal, implícito, refuerza la desig nación del amauta como "padre del socialismo peruano", asumida por todas las fracciones del co munismo peruano de los años 60 y 70 (Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, 2003: 18).
En el segundo caso, los términos vinculados a los conceptos "base" o "fundamento" no solo remiten a la dimensión histórica del amauta, sino a su rol fundacional cuarenta años después, objetivo enfatizado por el uso del verbo en presente, que puede generar el efecto de actualidad o atemporalidad (Oteíza, 2009), en consonancia con la idea de que su pensamiento "vive" (Guzmán, 1968; PCP-SL, 2014a, 1970c, 1975). De hecho, "base", entendido como "fundamento o apoyo principal de algo" (Real Academia Española, 2014), intro duce la metáfora del Partido como una edificación o construcción arquitectónica, y a Mariátegui como su base o cimiento. Ya en 1968, con la in tención de rescatar la figura del amauta, se señala que sus enemigos "no han podido hacer el edificio que él construyó tan prontamente", y, criticando a quienes no lo toman en cuenta, se afirma que a sus análisis "les falta la base", porque son "como un edificio que tiene techo, pero les falta cimien tos" (Guzmán, 1968); en la misma línea, un año después, a propósito del desarrollo del arduo debate al interior del Partido por depurar la línea (la llamada "lucha interna"), se afirma que esta no afectó los "cimientos" del Partido (PCP-SL, 1976g). Posteriormente, en el II Pleno se resalta la importancia de Mariátegui como "fundamen to y núcleo" sobre el que se debe "construir" el Partido, en consonancia con al atributo de "piedra angular", "sobre la cual se levanta nuestra organi zación" (PCP-SL, 1976b,1976h).
Al respecto, los términos en mención no solo son los de mayor resonancia en la dimensión fundacional (Tabla 1), sino que establecen rela ciones léxicas con otros conceptos propios de la dialéctica marxista, y asegurados en los modelos mentales del auditorio, como el par base/ estruc tura, presente en el análisis del pensamiento del amauta y en la curricula de la UNSCH vigente luego de 1970 (Degregori, 2013: 179 y Granados, 2019: 545). En este último caso, dicha dicotomía permite asumir la base económica como deter minante para la construcción ideológica, y en general, para toda superestructura, aproximándola al concepto de "base" o "fundamento" ya referi dos, lo que evidencia un proceso de rexicalización (Gallardo Paúls, 2014: 71-82), a partir de los sig nificados asociados a dichos campos discursivos (el arquitectónico y el dialéctico) en torno a dos sentidos fundacionales: cimiento de una construc ción arquitectónica (el partido) y punto de partida de todo conocimiento acerca de la realidad (la superestructura).
Asimismo, hay que decir que la interpre tación de los distintos atributos fundacionales se aprecia mejor si hacemos referencia al modo cómo Guzmán contextualiza la existencia de su organización. En uno de los discursos previos al inicio de las acciones armadas, alude a la in cidencia de fuerzas sobrenaturales en el destino de esta: "Entusiasmo es participar de la fuerza de los dioses, por eso rebosamos de entusiasmo, pues participamos de las divinidades del mundo actual: la masa, la clase, el marxismo, la revolución" (PCP-SL, 1980).
La carga divina que se le asigna a conceptos marxistas y, por extensión, a quienes participan de dicho escenario, se consolida al establecer vínculos genealógicos entre los mismos y otros conceptos similares; por ejemplo, al plantear que "la revolución engendra la contrarrevolución", que "la contrarrevolución engendra el liquidacionismo" que el "capitalismo engendra una burguesía compradora" o que "la clase engendra al Partido" (PCP-SL, 1970b, 1975, 1979a). Ello permite in terpretar a la facción como una organización inscrita en un escenario en el que convive con divinidades aliadas que entrarían en lucha contra aquellas que buscan anularla. Dicha trama "ge nealógica" se extiende al caso de Mariátegui, de quien se afirma "engendró" el socialismo peruano (Guzmán, 1968) y cuya procedencia inminen te se remite a la lucha de clases o proletariado (Tabla 3), como la parte final de un proceso previo que llega a su fin con su aparición (Tabla 4). El término "engendrar" no parece ser gratuito tam poco, en la medida que es una expresión frecuente en las narraciones míticas asociadas a genealogías fundacionales (Molas i Font, 2002).
La analogía entre la fase previa a la aparición del amauta, dominada por la lucha de clases, y la si guiente, considerada "remate" y "síntesis", parece reveladora en el contexto de la Reconstitución: Mariátegui se aproxima a la figura de un reden tor, en la medida que es un ser cualitativamente superior, que refunda el Partido, como expresión "acabada", "culminante" y "consciente" de un proceso previo, con el fin de insertarlo en la lucha armada, interpretada como una epopeya histórica (Strong, 1992: 76-78). Así, en los documentos estudiados se la define como "la más luminosa y grandiosa misión entregada a generación alguna" y "la más grande batalla que la historia está ges tando" (PCP-SL, 1980).
Ello guarda relación con la narración que hace Guzmán de la historia en tres etapas (PCP-SL, 1979b), de forma similar al mito de las tres edades de la historia, muy difundido en los Andes (Fuenzalida, 1977, 1979; Marzal, 2005). En aquella, Mariátegui aparece en la segunda etapa (se correspondería, en el mito, a la Edad del Hijo) y prepara la llegada de la tercera, caracterizada por la destrucción del mundo y la aparición de la aurora. En dicho contexto mesiánico, Mariátegui es un "hombre de nuevo tipo" (PCP-SL, 1972, 1975), alejado del "hombre viejo" que renace y se descubre como un creador en un contexto de crisis. Detrás de estas designaciones, como se evidencia, no solo se encuentra la apelación a los modelos mentales de los estudiantes, vincu lados a la preeminencia del conflicto dialéctico, sino, también, a sus repertorios heroicos y mesiánicos, propios de la tradición andina de la que provienen.
En el primer caso, como ha sido sugerido para el maoísmo y su relación con el campesinado chino (Toledo Brückman, 2016: 51), la dialéctica marxista puede aproximarse, también, a los prin cipios antagónicos creadores de las narraciones míticas andinas, así como a los distintos ciclos que lo conforman (Milla Villena, 2003; Strong, 1992: 81; Zuidema, 1989). En ese sentido, con templa también la esperanza utópica e inminente de una colectividad a la llegada de un redentor so brehumano que ponga fin a un ciclo de penurias e injusticia (Ossio, 2005).
En el segundo caso, las designaciones fun dacionales vinculadas a "base de unidad", en especial "Centro" y "Verdad universal", desplie gan un amplio campo conceptual emparentado con nociones andinas como Chawpi, "piedra angular" y "hombre de nuevo tipo", vinculadas también al hipotexto bíblico (Jn 3: 4, 14: 6; 1 Tim 2: 5, entre otros). En el primer caso, estamos ante un principio vinculado a la existencia de un Centro sagrado (montaña, piedra, el Inca) que articula los opuestos, con el fin de mantener la armonía social (Depaz Toledo, 2015: 65; Motta, 2015: 151). En el segundo caso, hay que recordar que la piedra es una de las expresiones más presentes como manifestación divina, centro, y puede referir a los ancestros, héroes o divinidades que se petrificaron para permanecer en determinado lugar, sin dejar de ser entes con vida (Depaz Toledo, 2015: 236; Pacheco, 2018: 89-91). En el tercer caso, "hombre de nuevo tipo" es una expresión que da cuenta del proceso iniciático en el que se experimenta la muerte para volver a nacer en un contexto cícli-co-mítico (Campbell, 2014: 289; Depaz Toledo, 2015: 198; Pease, 2014: 75, 77; Sánchez Garrafa, 2014: 247).
Ello sucede en un contexto en el que se afirma que el pueblo "necesita de fe" para enrumbarse en la revolución y adquiere relevancia la mención de los principios teologales del apóstol Pablo como parte de la preparación de los primeros cuadros guerrilleros (PCP-SL, 1970e, 1980).
Finalmente, es relevante tomar en cuenta el uso que se hace de la metáfora de la luz, cuando se afirma que Mariátegui "iluminó" y "alumbra" con "su pensamiento" (Guzmán, 1968), que es "luz que guía" (PCP-SL, 1976h), que "ilumi na el sendero combatiente de América Latina" (PCP, 1976i) o se le considera "guía luminoso" (PCP-SL, 2014a). La luz puede, en estos casos, desprender sentidos funcionales, al vincularse con la creación o inicio de un mundo, la regeneración del ciclo cosmológico (en el caso de, por ejemplo, "pensamiento luminoso") o la figura central de dicho proceso (en el caso de "hombre luminoso") (Biedermann, 2013; Pease, 2014: 77, 75; Sánchez Garrafa, 2014: 46-47).
Así, dichas propiedades se asocian a la figura de Mariátegui, al considerarlo como un "hombre luminoso", "preclaro", "fuente de luz" y que tiene una "luminosa filiación" (Guzmán, 1968, PCP-
SL, 1976h).
El encuadre tutelar
Otro de los roles asignados a Mariátegui es el de ser una entidad protectora que guía y tutela a los suyos. Por un lado, es mostrado como quien genera, potencialmente, bienes ma teriales para distribuirlos, en la medida que el marxismo-leninismo es representado como un bien salvífico que promete vida futura. Por otro lado, por su designación como "guía", "maestro" y otras expresiones vinculadas a denominacio nes de luz6, puede ser asociado, en la tradición andina, a la figura de Cristo y de los héroes civilizatorios andinos. De hecho, los propios militantes senderistas son referidos como "dis cípulos" de Mariátegui (PCP-SL, 1971) y son arengados por Guzmán, en la I Escuela Militar, con la siguiente expresión: "Camaradas, vamos a las bases como portadores de la buena nueva" (cursivas nuestras) (PCP-SL, 1980).
En otras ocasiones, Mariátegui no solo es guía de un camino, sino es el camino mismo. De hecho, el llamado Camino de Mariátegui se constituye en la dominante de esta dimensión. Este consiste en ciertos planteamientos que son requisito para iniciar la lucha armada y no un "camino" propiamente dicho (PCP-SL, 1976c). Adherirse a los mismos implica transitar por la ruta que siguió Mariátegui desde la década de 1920 y que se interrumpió con su muerte. Su desarrollo, por otro lado, no es horizontal, sino ascendente, pues implica dejar la oscuridad y al canzar la luz del alba (la metáfora cosmogónica del paso de la noche al día se aprecia en Sobre tres capítulos de nuestra historia, en donde se incita a romper el muro opresor y acceder al alba, en clara alusión a la metáfora platónica de la caverna), en la medida que el pueblo "eleva su conciencia", en lo que se considera una "difícil ascensión" (PCP-SL, 1970b). En dicho sentido, se afirma que dicho camino es, también, "lumi noso" (1976h)7.
Lo anterior permite imaginar a un Mariátegui-guía de un camino, en un contexto de ascensión iniciática, por la que transitan almas o divinida des que buscan renacer como espíritus. Por ello, "camino", en realidad, es una nominalización orientadora que permite entender dichos postula dos como una ruta a seguir hacia la salvación y no solamente un conjunto de pautas estratégicas. De hecho, si se aprecia el contenido de las reunio nes partidarias y el balance que se va haciendo de ellas, parece que estuviéramos ante el desarrollo de un largo camino en el que la ideología va siendo depurada a partir de los postulados del Camino de Mariátegui, de modo que cada lucha ideológica contra los revisionistas, traficantes o liquidadores constituyen pruebas a superar en el ascenso hacia el renacer definitivo. De esa manera, dicho pensa miento es guía en el ascenso, garantía de éxito en el retorno.
El encuadre bélico
Dicho escenario guarda similitud con el modo cómo Guzmán representará la violencia de sus combatientes en 1980. Esta es caracterizada como "gran tormenta" en la que "crecerán las llamas invencibles de la revolución", en donde "del fuego inextinguible" "saldrá la luz" "y habrá un nuevo mundo" (PCP-SL, 1980). De ese modo, la tercera etapa de la historia de SL, que coincide con lo narrado en "Sobre tres capítulos de nuestra historia", sería análoga a la Edad del Espíritu, re presentada por Illapa, tercera etapa del Mito de las Tres Edades8. Sin embargo, nos acerca también a la representación mesiánica de la vuelta del Inca y el apocalipsis bíblico, como parte de esa simbiosis entre la tradición cristiana y andina, señalada por Strong (1992: 72) como elemento central en la or ganización senderista.
Además, Mariátegui mismo no sería ajeno a la representación de dicha etapa. En buena cuenta, no solo parece ser considerado un precursor de dicha "tormenta", sino que, según la facción, pre gonó la necesidad de la violencia revolucionaria (PCP-SL, 1975, 1976f y g), propuso formas de lucha (Guzmán, 1968) y precisó el rol que debe tener el "ejército de nuevo tipo" (1976g). Al ser Mariátegui la base de la Reconstitución es su figura quien se asume como promotora de dicha violencia. De hecho, una de las peticiones que Guzmán realiza a sus seguidores, meses antes del inicio del conflicto, es que deben "mover a la masa, como ya Mariátegui nos enseñó", pues, se afirma que "solo así cumplirá su papel y podrá servir a la más grande batalla que la historia está
gestando" (PCP-SL, 1980).
Aparte de su rol como promotor de la violen cia revolucionaria, Mariátegui es referido como "combatiente" (Guzmán, 1968; PCP-SL, 1975, 1976i, 1977) e, incluso, "primer combatiente mar xista de nuestra patria" (Guzmán, 1968; PCP-SL, 1975), "jefe indiscutible del proletariado" (PCP-SL, 1970a), a quien sus adversarios "le temen" (Guzmán, 1968), contrariamente a su considera ción como un influyente intelectual peruano.
Su rol como combatiente, por otro lado, se equipara a la talla de otras figuras como Túpac Amaru y su lucha tiene un revestimiento mítico al considerarla "luminosa" (Guzmán, 1968; PCP-SL, 1976h). En la misma línea, su pensamiento se vuelve pensamiento-arma que protege y permite que sus seguidores sean "indestructibles", en la medida que se trata de una "arma de la lucha de clases", "aguda espada" o "punzante lanza para herir las entrañas de la reacción" (PCP-SL, 1970a, 1975, 1980).
Palabras finales
Desde un primer momento SL, o la Facción Roja, buscó posicionarse entre sus militantes por medio del desafío del orden simbólico, aprove chando la figura de Mariátegui y el repertorio andino y cristiano: la vuelta de los difuntos o la llegada de un redentor, la invocación y visita de an cestros o santos, la sacralización de personas con atributos históricos, la concepción de la muerte como un modo de tener una vida latente, entre otros (Cceconi, 2013; García Miranda, 1998: 117; Millones y Lemlij, 1996, Rodríguez, 2012).
Bajo esta constatación, se ha identifica do un correlato entre el grado de presencia de cada encuadre con el contexto específico de la Reconstitución, lo que permite afirmar que las dimensiones fundacionales, tutelares y bélicas se insertan en un marco de mayor dimensión domi nado por rasgos mesiánicos o utópicos vinculados a la necesidad de iniciar la lucha armada. Dicho vínculo entre el contexto político y la tradición andina es relevante, no solo porque los estudios acerca del fenómeno senderista durante este pe ríodo son escasos, sino porque puede contribuir a esclarecer el papel que jugó dicha organización subversiva y, en particular, la figura de Mariátegui, en la construcción de la historia regional del ini cial campo de influencia senderista.
Asimismo, dicho hallazgo relativiza la creen cia extendida de que SL rechazó la impronta cultural andina por considerarla ajena al marxis mo (Degregori, 2013: 55-65). Por el contrario, los textos revelan la importancia discursiva que la facción asignó a dicha impronta como una forma estratégica de ganar audiencia en el contexto de un proceso de extensión de marcos.
Finalmente, hay que decir que el culto a la imagen de Mariátegui no es una referencia propia del senderismo; de hecho, formó parte del modo de relacionarse de campesinos con imágenes del Amauta en la intimidad de sus hogares, similar a la relación que tuvieron con los santos católicos o imágenes cristianas (Ortega Perrier, 2016), al asu mirlo como un werakocha o taita, padre o abuelo, pero también Cristo o Dios (Noriega Bernuy, 2012: 98, 103-104). Ello permite insertar la repre sentación de Mariátegui en una tradición histórica previa que se engarza muy bien con la propues ta de SL como recurso y estrategia de poder en términos discursivos, al controlar los modelos mentales vigentes (Van Dijk, 2009: 168-169) y usarlos para su conveniencia.