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Revista de filosofía

On-line version ISSN 0718-4360

Rev. filos. vol.77  Santiago Dec. 2020

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-43602020000100009 

In Memoriam

Héctor Carvallo Castro. Estudio aproximativo a su vida y su labor docente

Sergio O. Urrutia Ahumada1 

1Universidad de Chile, Santiago

Héctor Carvallo Castro nació en la ciudad de Santiago el 25 de mayo 1928, hijo de don Gerardo Carvallo Cocq 1 y doña Luisa Emilia Castro Ramírez.

Su infancia estará marcada por el recuerdo de la trágica muerte de su padre, a quien nunca conoció en vida, pues éste fallece estando su madre en estado de gravidez.

Consecuencia de lo anterior, la infancia de Carvallo estará influenciada por su tío materno Emilio Castro Ramírez, aviador formado en Francia, casado con doña Clorinda Alcaíno Quijada. Son ellos quienes llevan al niño a vivir su primera infancia a la localidad maulina de San Clemente, Talca, donde se inicia en las lecturas de Alberto Blest Gana y Emilio Salgari, las cuales suele recordar con esa nostalgia melancólica que dan los años. Según propia confesión, sus mejores recuerdos de infancia son de esta época. Entre sus bisabuelos, el profesor Héctor Carvallo destaca el recuerdo de don Agustín Carvallo Mujica 2 .

Alrededor de 1939, Carvallo, habiendo regresado a Santiago y viviendo en las proximidades del que era en ese entonces el Teatro Hollywood, en calle Irarrázaval, actual comuna de Ñuñoa, es inscrito en el Instituto Zambrano, allende la Alameda, para iniciar sus estudios formativos; durante 1944 concluirá sus estudios de Humanidades en el Instituto Nacional, para ingresar a cursar estudios de Derecho y Pedagogía en Castellano y Francés, en el histórico Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, situado en la calle R. Cumming, lugar que acoge hoy las dependencias del Liceo de Aplicación.

Mientras cursa su Tercer Año, H. Carvallo o Car-val- lo, como le llamará después su mentor E. Grassi alargando la “a” y separando el dígrafo LL, cambiará sus estudios de idiomas por aquellos relativos a la Filosofía, en los cuales tendrá como profesor a Eugenio González Rojas (1903-1976) y Roberto Munizaga Aguirre (1905-1999); entre sus compañeros de estudio se hallan, entre otros, los hermanos Gómez Lasa, Adolfo y Gastón, Francisco García, Emilio Goldschmidt y Hernán Antilo. Otros docentes que destacan en su formación académica inicial son Genaro Godoy (en Latín, Griego e Historia), Rodolfo Oroz (1895-1997), Luis Oyarzún Peña (1920-1972), de quien será Ayudante en la cátedra de Introducción a la Filosofía (1952), que aquél dictara en la Universidad de Chile. Así como, posteriormente, del profesor E. Grassi (1902-1991) en la Universidad Católica de Valparaíso (1953-1954). Igualmente ejerció como ayudante de Bogumil Jasinowsky en la Universidad de Chile, además de ejercer como docente de Historia de la Filosofía Antigua en la Universidad de Chile, sede Valparaíso, y de Introducción a la Filosofía en la Universidad Católica de Santiago y Universidad de Chile en distintos períodos. En esos años fue profesor invitado en la Universidad de Puerto Rico (San Juan), donde dicta un Seminario sobre textos de Aristóteles.

Carvallo se titula de Licenciado en Filosofía el año 1961 con una tesis sobre Las virtudes intelectuales en la Ética Nicomaquea de Aristóteles, presentada a la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Continuó sus estudios de postgrado, en Chile, bajo la conducción de los profesores Erwin Rusch, Alberto Wagner de Reyna y Paul Henry, este último del Institut Catholique de Paris. En Alemania, específicamente, entre 1962 y 1966, siguió cursos regulares de Filología y Filosofía en la Universidad de München, asistiendo a seminarios con los profesores M. Müller, E. Grassi y A. Dempf. En dicho período coincidirá en München con otros destacados profesores chilenos, tal como Alfonso Gómez-Lobo y Cástor Narvarte Sanz (1919-2011), éste último dedicará su monumental traducción del Teetetos 3 precisamente a E. Grassi, quien fuera su maestro en Chile entre los años 1951-1953 y München (1964-1965). Este notable trabajo de traducción y estudio de C. Narvarte, en sus primeros esbozos mimeografiados, fue objeto de un Seminario de Estudio dictado por el mismo Carvallo, donde realizó un pormenorizado estudio y análisis del mismo.

Es durante el primer lustro de 1950 que H. Carvallo conoce al profesor italogermano y formado en Alemania Ernesto Grassi, de visita en Chile invitado por el historiador y Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile don Juan Gómez Millas, ello con el propósito de ejercer la Cátedra de Metafísica, impartir clases y seminarios de estudio de textos griegos (Platón, Aristóteles) y alemanes (Leibniz, Hegel). Es el profesor E. Grassi, con quien Carvallo iniciará una amistad fecunda y prolongada en el tiempo, quien influye definitivamente en su personalidad filosófica y filológica. Será su Ayudante de Cátedra durante dos de los cuatro años de

la permanencia de Grassi en Chile.

Quienes fueron alumnos de Carvallo y tuvieron la ocasión de participar en los diferentes Seminarios de Estudio que impartió, relativos a textos platónicos o aristotélicos, no podían dejar de notar en H. Carvallo su singular modo expositivo y de análisis de los mismos. Método éste heredado de E. Grassi y que poseía reminiscencias tanto de la tradición medieval 4 , como del método analítico presente en la edición alemana de las obras de Platón que realizara en su momento F. Schleirmacher (1768-1834), reconocido como uno de los más notables exponentes de la hermenéutica romántica; un modus legendi, que dicho sucintamente, consiste en segmentar el texto original en sus elementos constitutivos, destacando –al interior de cada momento– partes y subpartes sensibles de ser tituladas, reconociendo la importancia de palabras clave en la construcción del argumento y pensamiento platónico-aristotélico, evidenciando en dicho proceso la riqueza implícita en el lenguaje utilizado y la rica carga semántica del idioma griego en la ilación y expresión del pensar.

Sería un craso error creer que Carvallo, en el ejercicio de su docencia, podría haberse perdido o agotado en un mero ejercicio lexicográfico y filológico, como más de alguno de sus alumnos así lo consideró –incapaz de apreciar el sutil entramado y legado cultural subyacente en la arquitectura del texto griego–; era su mayor afán la comprensión íntima del pensar contenido en el documento en estudio; por lo mismo, en el proceso de elucidación, se veía compelido a convocar las versiones latinas del mismo o, dado el caso, el ejercicio hermenéutico de sus traductores contemporáneos. No es otra la visión presente, por ejemplo, en la edición en cuatro idiomas que se hizo de los libros Beta y Gamma de la Metafísica de Aristóteles 5 . H. Carvallo más que un ejercicio de vana erudición busca y se esfuerza en ser el nexo apropiado entre un pensar aristotélico originario y un lector interesado en ese singular modo de enfrentar las interrogantes fundamentales que han inquietado la existencia humana, desde la antigüedad hasta el presente. Pese a conocer y haber leído las múltiples traducciones que se han realizado de la Metafísica de Aristóteles, H. Carvallo no sucumbe a la traducción fácil, amigable o amena, por el contrario se esfuerza más en patentizar ese contenido tácito que ha dejado sus huellas en el texto griego. Sin gentilezas innecesarias y a riesgo de ser tildada su versión de ‘dura’, el profesor H. Carvallo nos recuerda en su labor que traducir –i. e., exponer el pensar de un filósofo en un idioma que no es el propio– procede del verbo latino traducere (trans-duc-ere), a saber, “con-duc-ir al otro lado”, “a la otra margen”, que –y aquí coincide con lo señalado por su amigo y contertulio habitual en los últimos años, Jorge E. Rivera C., respecto a su labor de traductor de Heidegger 6 – al igual que en el término alemán über-setzen, traducir es “colocar al otro lado”, “ir desde una parte a la otra”, donde lo que resalta no es tanto el setzen o el ducere del traducir, cuanto el über, el trans. Lo importante es encontrarse bien asentado al otro lado, estar cierto de haber cruzado. Por otra parte, quienes han podido acceder a sus escritos personales en prosa aprecian en ellos un estilo castizo, fluido, amigable y expresivo, sin espacio para la ambigüedad.

La estrecha amistad entre E. Grassi y H. Carvallo se reflejará no solo en que será E. Grassi quien dirigirá su tesis doctoral El problema de la Verdad en Aristóteles, sino también en su edición conjunta de la traducción alemana que hiciera Hermann Bonitz de la Metafísica de Aristóteles, que se ha seguido editando, leyendo y estudiando desde el año 1966 (última edición en Rowohlts Taschenbuch Verlag, 1994). En dicha edición de la obra de Aristóteles se compara el texto de la versión alemana de H. Bonitz (1848/49) con el texto griego establecido, tanto por el estudioso inglés David Ross (1924), como por el profesor alemán Werner Jaeger (1957), añadiéndole al texto principal títulos, subtítulos y múltiples notas complementarias (se cuentan 299). Ello sin exclusión de la consideración de las obras relacionadas de otros destacados filólogos y humanistas europeos, tal como la edición clásica de I. Bekker (1831), la francesa de J. Tricot (1953), entre otros editores, traductores y comentaristas antiguos y modernos (se cuentan 72). Solo a modo de ejemplo observemos que la edición alemana, de la ya citada edición de la Metafísica aristotélica realizada junto a E. Grassi, considera para el Libro Alpha una primera división de los capítulos en dos series, un primer conjunto considera los capítulos 1 y 2, y seguidamente los capítulos 3 al 10, formando otro conjunto temático. Asigna luego a 1 y 2, cinco subpartes a cada uno, en tanto a la serie 3 - 10, dedicará, en su conjunto, 39 subdivisiones con sus respectivos encabezados.

Pero Héctor Carvallo C., no solo ha sido un erudito con un amplio y profundo conocimiento y dominio del griego y el latín –amén de conocedor aventajado del inglés, francés y alemán–, sino que destacó en su conocimiento de la Filosofía y Filología Alemana, disciplinas por la cuales siempre manifestó especial dedicación y que expresó tanto en sus lecturas, traducciones y comentarios a la obra de Martín Heidegger, como de sus predecesores. Singular interés manifestó por los comentaristas antiguos (Alejandro de Afrodisia, Jámblico, Proclo, Simplicio), medievales (G. de Moerbecke) y renacentistas (C. Basilio Bessarion, M. Ficino) de la obra de Platón y Aristóteles, así como por las traducciones y comentarios que hicieron los estudiosos ingleses, franceses y alemanes, modernos y contemporáneos, de los textos clásicos de la filosofía.

En el aspecto más personal, Héctor Carvallo contrajo matrimonio en 1959 con Ana María Celis B., de dicha unión nacieron tres hijos (Ana Luisa, Paula Francisca y Juan Manuel), siendo ella una mujer inteligente, receptiva y amante del arte, que le ha acompañado durante toda su vida profesional y académica. Inclusive como becaria con mérito propio en sus años de estudio artísticos en München.

H. Carvallo, un hombre con evidente ascendencia francesa (herencia sin duda de su abuela materna, Cocq), en la intimidad de su hogar, medio en serio, medio en broma, gustaba de señalar que mientras estudiaba en Alemania solía ser confundido por un galo más por los estudiantes alemanes –manteniéndole ello al margen de las incomodidades que los mismos solían hacer padecer a los estudiantes extranjeros–; posee un carácter reservado, casi tímido, celoso de sus trabajos escritos y siempre sujetos a una interminable revisión; estudioso y pensador de caminar y hablar pausado, meditativo, aunque a ratos apasionado y defensor ferviente de sus ideas y posturas intelectuales, que eran rápidamente apoyadas por la recurrencia a los textos originales que extraía con premura de los anaqueles de su fina y amplia biblioteca personal, un verdadero arsenal y depósito de la cultura occidental en constante actualización. Para el interlocutor habitual no resultaba extraño que recordara la ubicación exacta, precisa, de tal o cual pasaje en una obra de Platón o Aristóteles, pues solía leerlas y releerlas, principalmente, en la edición que de ellas se hiciera en la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum de Leipzig, más conocida como Teubneriana. Textos de pequeño formato que solía transportar en su maletín y revisar en sus momentos libres después de clases. Sin duda era una situación curiosa e inusual encontrarse con un personaje atípico, viajando en locomoción colectiva en los años 80, leyendo un texto de Platón en su lengua original. Bastaba sentarse junto a él para, luego de los saludos formales, escucharle sobre el uso de tal o cual giro o vocablo en un pasaje del diálogo platónico que revisaba y las implicaciones que el mismo tenía, ya en el contexto de la frase, ya en sí mismo.

Amante de la cultura, en su sentido más amplio, no le era ajena la música clásica donde podía reconocer al creador de tal o cual composición con solo escuchar los primeros acordes de la obra –disposición hereditaria, sin duda, dirán quienes le han conocido más íntimamente, impresionados por tal singular capacidad. Igualmente, H. Carvallo disfrutaba de los estudios genealógicos e históricos, especialmente aquellos referidos a Chile. En esto último mostró siempre preocupación por el trabajo intelectual que se realizaba en su suelo natal, estando informado más allá de lo común en dicha área, conocía y valoraba el trabajo de sus coetáneos, especialmente de quienes fueran sus amigos y maestros ya fallecidos, Luis Oyarzún P., Jorge Millas J., A. Gómez-Lobo, M. Góngora, Jorge Eduardo Rivera C., H. Giannini (1927-2014), entre otros; ello sin exclusión de los aún vivos, como Juan de Dios Vial L. 7 , Jorge Acevedo G. Es bajo el alero y el acicate constante de H. Carvallo que se desarrolló el Proyecto de Obras Completas de Jorge Millas J. (4 vol.), que rescató al pensador chileno del olvido y ha contribuido a revitalizar el estudio de su pensamiento.

En cuanto a su labor docente el contraste que se aprecia en su ejercicio pedagógico refleja no solo la diferente visión del proceso educativo que poseía, sino que a la vez profundiza ese amor a la cultura tan suyo. Así sus alumnos, en la cátedra de Filosofía Antigua (1982), en la Universidad de Chile, en lo que fuera el campus La Reina, enfrentaban como inicio de actividades académicas una recepción que les ofrecía, no solo un primer esbozo del trabajo a desarrollar en el aula, sino también un largo listado de títulos de obras filosóficas, históricas y literarias pertinentes, cuya lectura el alumno debía realizar individualmente durante el desarrollo del curso. Nada más alejado de otros docentes que apoyados en un único libro de autor y sus apuntes personales, desplegaban su discurso a través del año lectivo. No bastaba, en la perspectiva de H. Carvallo, la mera exposición del tema a tratar, el mismo tenía un contexto del cual había que hacerse cargo in extenso. Más que considerar una serie de exámenes escritos que reflejaran conocimientos memorizados de prisa, que permitieran aprobar la mentada asignatura, H. Carvallo prestará atención a los informes escritos y, especialmente, a un diálogo con el alumno que evidenciara el avance y dominio ya de los contenidos tratados, ya de las lecturas realizadas y su apropiada comprensión. Subyace en lo dicho que el aludido contexto conlleva la intención de aproximarse a la intelección de una experiencia del pensar, más que lejana en el tiempo, vital.

Alma generosa, siempre dispuesto a ayudar a los demás, no se encerró nunca en la inaccesible y ardua torre de la erudición, sino que estuvo disponible para ofrecer discretamente sus buenos oficios, ya en el aspecto intelectual y académico, ya en lo material. De Héctor Carvallo, rescatando las palabras de su amigo –y también destacado filólogo y filósofo– Alfonso Gómez-Lobo (1940-2011), con quien mantenía estrecha cercanía y con el cual dialogaba en torno a cuestiones técnicas presentes en los textos griegos clásicos, se puede decir que ha formado parte de esa frágil y hermosa tradición de los estudios clásicos, los que han sido cultivados durante siglos con la esperanza de que contribuyan a hacer más humana la vida. Quienes tuvimos el raro honor de sentarnos a cenar junto a tales profesores y escucharles debatir e intercambiar opiniones fundadas sobre tal o cual texto, tal o cual aspecto técnico del léxico griego, pudimos apreciar como ambos, imbuidos de la cultura clásica, se elevaban ajenos sobre el entorno inmediato, suspendidos en un mundo literario helénico ya extinto que a ratos revivía en el resplandor de sus palabras.

Valga decir que H. Carvallo no solo ejerció la docencia en la Universidad de Chile, sede Valparaíso (1953) donde enseñó Griego, Latín e Historia de la Filosofía, sino que se incorporó como docente a la Universidad de Chile-Santiago en 1958, instancia académica desde donde se retiró como Profesor Titular luego de ejercer como docente de Introducción a la Filosofía, Filosofía Antigua, Ética y Metafísica, ello sin exclusión de dictar Seminarios Avanzados de Filosofía en pre y postgrado. Administrativamente fue Director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile-Valparaíso, en dos períodos, 1967/68 y 1979/80, así como consultor especializado en la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt.) entre otras actividades propias del ámbito universitario, como actuar como tutor y profesor guía en la dirección de las Tesis de Grado y Postgrado de innumerables de sus alumnos. Solo en la universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Educación, se cuentan innumerables Tesis de Licenciatura y de Postgrado, dedicadas en lo principal a diversos aspectos contenidos en las obras de Platón, Aristóteles y pensadores alemanes (Hegel, Heidegger).

Durante el año 2013, en la hoy Universidad de Valparaíso (a partir de 1981 dejó de ser sede regional de la Universidad de Chile), recibió el grado honorífico de Profesor Emérito por parte del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades. En una característica personal muy suya, lacónico y sencillo, expresó en la ocasión que dicha distinción no solo era inesperada, sino también excesiva e inmerecida. En relación con lo mismo valga señalar que durante el mes de mayo de 2019 un grupo de exalumnos y amigos le ofrecieron un homenaje en la Universidad de Chile al destacado profesor. Quedó en evidencia, en dicha ocasión, que la influencia e impronta de Carvallo en muchos de sus alumnos han sido indelebles y han marcado su quehacer académico y pedagógico. Y como si la vida quisiera situar las cosas en su lugar, tal homenaje no se pudo realizar en la Facultad de Filosofía, sino –y he aquí el toque destinal– en un salón de la Facultad de Artes de la misma Universidad.

Por ahora está en proceso una recopilación de sus escritos personales, así como de sus traducciones de la Ética Nicomaquea y de la Metafísica aristotélica, pues en lo que atañe al mismo Héctor Carvallo, estas aún deberían estar sujetas, una vez más, a revisión.

Finalmente y en cuanto a lo que concierne a la fiabilidad de quien redacta las presentes líneas, y previendo el escepticismo de algún sutil lector –pues, como bien señalara Aristóteles, hay quienes no admiten nada si no es exacto o si no va seguido de ejemplos o expresiones matemáticas o testimonio de poetas– quede sellado lo escrito invocando las palabras del Príncipe de los Poetas: ha sido Héctor el más querido por los dioses. Il. 748.

Referencias bibliográficas

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1Gerardo Carvallo Cocq (1884-1927). Hijo de Gerardo Carvallo Orrego (1849-1894) y de Luisa Enriqueta Cocq Porte (1857-1932), hija ésta de Guillermo Cocq Bouvier y de doña Clarisa Porte Cousiño. Entronca así H. Carvallo con destacadas familias presentes en la historia de Chile; antecesores de los cuales, por lo demás, siempre habló con afecto y en algunos casos con verdadera devoción.

2Hijo éste de Mercedes Mujica Lecuna y casado con doña María Victoria Orrego Orrego. En sus estudios genealógicos, H. Carvallo evidenció un especial interés por esta familia chilena.

3Narvarte, Cástor. Platón. Teetetos. Traducción, análisis y comentario, con introducción y notas bibliográficas. Ediciones del Departamento de Estudios Humanísticos. Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Universidad de Chile, 1993. Con objeto de apreciar debidamente el trabajo, notemos que consta de una Introducción de 32 págs., ocupando la traducción misma 87 págs., y el comentario 493 págs., sumando las notas al texto principal un total de 241.

4El hecho ha sido señalado por Joaquín Barceló L. (1927-2014) en su artículo dedicado a E. Grassi (“Ernesto Grassi y su experiencia sudamericana”, Rev. de Filosofía, vol. 43-44, págs. 17-25. U. de Chile, 1994). Al margen de ello, notemos que ya durante la Edad Media los traductores se encontraron con problemas difíciles de resolver al momento de verter la obra de Aristóteles al latín, así Guillermo de Moerbeke, quien optó por conservar o transliterar en algunos casos el vocablo griego, pues el significado le parecía intraducible y optó por preservarlo, adjuntándole un término latino que podría corresponderle o reflejar, de algún modo, su significación.

5Dejemos constancia que dicho trabajo fue una Memoria de Título de Diseño Gráfico de María Isabel Bengoa Soler (Libro Beta) y Antonella Gandolini Ambrosoli (Libro Gamma). Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Católica de Valparaíso, marzo de 1984. Está implícito que dicho trabajo, al aceptar participar H. Carvallo en el, refleja su visión del modo de enfrentar un texto.

6Véase: El fenómeno de la traducción y ¿Qué es traducir?, en Jorge E. Rivera C. En torno al ser, ensayos filosóficos. Brickle ediciones, Santiago, 2007.

7Fallecido por desgracia en octubre del presente año (2019).

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