Introducción
En las últimas décadas la historiografía argentina avanzó a paso firme en la indagación sobre el ciclo político comprendido entre los golpes de Estado de 1955 y 1966. La búsqueda de desentrañar las razones de la perenne inestabilidad política, la conflictividad social y la crisis del sistema de partidos dio forma a un nutrido bagaje de investigaciones. En ese marco, los intentos del arco partidario por afrontar la “cuestión peronista”, definida como la búsqueda de un mecanismo institucional que permitiera la reincorporación al sistema político del electorado peronista tras la proscripción definida en 1955, fueron recuperados en diferentes abordajes2.
La política de integración de dirigentes y simpatizantes del peronismo a las filas de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), partido liderado por Arturo Frondizi, presidente de la nación entre 1958 y 1962, constituyó uno de los intentos más audaces por avanzar en la referida dirección. La escisión del radicalismo en 1957 materializó las divergencias entre la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), defensora de la matriz “desperonizadora” del gobierno militar y promotora de una política excluyente hacia los dirigentes y simpatizantes del movimiento derrocado en 1955, y la UCRI, que ensayó un acercamiento a este con el fin de construir una alternativa política de base popular. Desde sus primeras formulaciones en 1956 hasta su desarticulación como estrategia política, a comienzos de la década de 1960, la integración frondizista englobó una multiplicidad de sentidos, que abarcaron desde la puesta en marcha de un proyecto económico que revirtiera las desigualdades regionales de Argentina y la reinserción de la nación en el concierto político-económico internacional hasta la búsqueda de afianzar la unidad nacional mediante la reincorporación del peronismo al sistema político. Bajo ese imperativo, la integración emergió como una de las vías para robustecer a la UCRI mediante la incorporación de actores filiados en dicho movimiento.
A pesar del lugar central que ocupó en la trayectoria frondizista, las implicancias de la integración recibieron una atención marginal en la historiografía. Los aportes de Carlos Altamirano, sobre la genealogía de dicha estrategia, y las múltiples reformulaciones político-ideológicas que atravesó entre 1957 y 1962 constituyen, en tal sentido, una referencia obligada3. El impacto de la integración en el seno de la UCRI, las formas concretas que asumió y los alcances y límites que enfrentó a la hora de ponerse en marcha no fueron objeto de investigaciones específicas, diagnóstico que se aplica tanto a las esferas nacionales del partido como a sus filiales provinciales4. A modo de excepción pueden resaltarse los abordajes de César Tcach sobre el escenario cordobés, que demostraron los ingentes esfuerzos de la UCRI por captar apoyos del peronismo durante la gobernación de Arturo Zanichelli (1958-1960). En una provincia donde el frondizismo era minoritario, dentro de un mapa radical dominado por la UCRP, la integración ocupó el centro de las preocupaciones de la dirigencia ucrista, topándose con fuertes obstáculos hasta desarticularse luego de la intervención federal de I9605. Por su parte, reconstrucciones sobre el derrotero de la UCRI en Jujuy, Río Negro y Neuquén también iluminaron algunas especificidades provinciales de la política integracionista pregonada por el frondizismo6.
En virtud de tales consideraciones, el presente artículo analiza las implicancias de la estrategia de integración del peronismo a las filas de la UCRI de Tucumán7. Con ese fin observa los perfiles que adoptó la integración en la provincia de Tucumán desde la creación del partido en 1957 hasta la intervención federal que desplazó del poder a Celestino Gelsi, líder de la UCRI y gobernador de la provincia entre 1958 y 1962. El texto analiza los actores que promovieron la integración, las prácticas que le dieron forma y las tensiones que generó en las diferentes instancias de la estructura partidaria. Esta última dimensión ofrece un punto de vista privilegiado para ponderar las múltiples formas que adoptó dicha estrategia y los grados de apoyo y conflicto que generó a lo largo del territorio provincial. El análisis de las tensiones al interior de la estructura partidaria permite, asimismo, reconocer las diferentes características que modelaron la integración a lo largo de la etapa analizada, en función de las transformaciones en la dinámica política, los cambios en el seno de la UCRI y las formas de interlocución entre la dirigencia radical y peronista.
El texto argumenta que la estrategia integracionista tuvo en la UCRI de Tucumán a una decidida impulsora en el periodo que abarcó la campaña electoral de 1958 y el primer año de gobierno. La integración fue una consigna amplia, definida de manera difusa por las autoridades nacionales y provinciales de la UCRI, que cobró perfiles diversos en las diferentes escalas de la estructura partidaria. En ese marco, la dirigencia intermedia desplegó un amplio abanico de prácticas que oscilaron entre el apoyo y la impugnación a las formas de integración del peronismo, tensión que signó la trayectoria de la UCRI a lo largo de 1958. A partir del año siguiente, el deterioro de los lazos entre el radicalismo intransigente y el peronismo, en el marco del giro que emprendió la política económica del frondizismo y el creciente influjo de las Fuerzas Armadas en la marcha de la gestión, desdibujó el impulso de la conducción provincial a la integración. La construcción de acuerdos localizados reveló que, a contrapelo de la discursividad de las cúpulas, la referida estrategia mantuvo vigencia entre los dirigentes intermedios hasta 1962, cuando el triunfo electoral del peronismo condujo a la intervención federal y el desalojo de la UCRI del gobierno provincial.
Las modulaciones provinciales de la prédica integracionista y su impacto en la campaña electoral de 1958
La prédica integracionista de Arturo Frondizi tuvo su impulso inicial al calor de la sociedad político-ideológica que el líder radical entabló en 1956 con Rogelio Frigerio, periodista y empresario de anterior militancia comunista8. Según Carlos Altamirano, las primeras formulaciones de la integración tuvieron implicancias en los campos económico y político: “se prestaba para hacer referencia a la unidad nacional, pero también a la inserción de la nación en un mundo que marchaba a la integración; aludía a la necesidad de incorporar al peronismo al juego político legal, así como a la de enlazar a las diferentes regiones del país a través del crecimiento económico”. La propuesta integracionista abonó, globalmente, a la construcción de un “nuevo capítulo del movimiento nacional” que, recuperando la trayectoria de Hipólito Yrigoyen y Juan D. Perón, atribuyó a Arturo Frondizi la misión de afianzar el proceso de industrialización de Argentina, dejando atrás un modelo tradicional asentado en la producción agrícola-ganadera, y su conversión hacia una sociedad integrada desde el punto de vista social y geográfico. En este cometido ocupó un lugar central la superación de los antagonismos políticos heredados del ciclo cerrado en 1955. En efecto, la integración aludió a una convergencia entre radicalismo intransigente y peronismo, alianza que simbolizó, en términos sociales, el encuentro entre las clases medias y los trabajadores. Dicha configuración proporcionaría una apoyatura política imprescindible para concretar el anhelo integracionista y daría cauce a su reverso económico, el programa desarrollista impulsado por Arturo Frondizi9.
En ese contexto, la primera alusión de la dirigencia tucumana a la integración fue ensayada por Celestino Gelsi, líder del radicalismo desde la década de 1940 y presidente de la UCRI desde su fundación en 1957. Bajo el liderazgo gelsista, el radicalismo tucumano desplegó una oposición moderada frente al gobierno peronista (1946-1955), antecedente que debe tenerse en cuenta a la hora de analizar su trayectoria posterior10. La apelación de Celestino Gelsi a la integración se concretó en noviembre de ese año, a través del semanario País Unido, publicación dirigida por el presidente de la UCRI de Tucumán y editada en Buenos Aires. En sintonía con el ideario frondizista en torno a la “integración nacional”, País Unido suscribió a un anhelo de reconciliación y unidad nacional que estructuró su línea editorial. En su presentación y declaración de principios, titulada “El país unido para un destino común”, se señaló que “el objetivo básico de la hora actual de la UCRI” consistía en “promover el reencuentro entre los argentinos”, punto de partida para alcanzar un “desarrollo armónico de su progreso, que será inconmensurable en la medida en que se realice la integración nacional”. ¿Cómo podía alcanzarse ese reencuentro? En primera instancia, debían dejarse de lado las persecuciones, encarcelamientos, inhabilitaciones y vejámenes que se ejercían por razones políticas y gremiales; por otro lado, era imperioso restaurar una “auténtica legalidad” de los miles de argentinos privados de derechos, con el fin de lograr una convivencia “moral y espiritual”. De concretarse este anhelo se lograría el objetivo último de la prédica integracionista: “extender a todas las regiones del país el desarrollo hoy apenas concentrado en un radio de 300 kilómetros en torno a Buenos Aires”11. En ese sentido, la formulación gelsista de la integración priorizó, en clave de denuncia y llamado a la unidad, la apelación a los trabajadores y afiliados peronistas, víctimas del hostigamiento oficial y la proscripción. De ese modo, procuró construir solidaridades a partir de una común oposición al gobierno militar y la recuperación de una faceta que estructuró el ideario ucrista en torno a la integración: la búsqueda de una reconciliación nacional, a partir del cese a las hostilidades contra el peronismo.
Aunque fueron esgrimidos por el presidente de la filial tucumana del partido, a través de la publicación que dirigía, no debe atribuirse a estos lineamientos un impacto relevante en el territorio provincial. Como se señaló, País Unido se editaba en Buenos Aires, hecho que derivó de la estrategia de proyección nacional que Celestino Gelsi ensayó desde fines del ciclo peronista, y no tuvo una circulación de relevancia en la provincia norteña12. En ese marco, la primera referencia a la integración en suelo tucumano se concretó en febrero de 1958, a quince días de los comicios ejecutivos y legislativos que definieron la escena política posperonista. En ese contexto, Celestino Gelsi planteó a “los ciudadanos que militan en los partidos políticos diferentes al nuestro” la necesidad de apoyar electoralmente a la UCRI por ser quien propiciaba la “integración nacional”. Esta se definió, en línea con el anterior pronunciamiento, como la “unión de todos los argentinos”13. Una vez más, la persecución de la intervención federal a los seguidores del peronismo, cuyos responsables prometió castigar en caso de imponerse en las elecciones, y la falta de prescindencia oficial durante la campaña, en favor de los candidatos de la UCRP, fueron los ejes clave de la denuncia ucrista.
Ensayada de forma tardía en la provincia, la prédica integracionista recuperó bajo el nuevo paraguas discursivo algunas nociones planteadas por la conducción de la UCRI durante los meses previos, resignificándolas en una clave afín al programa frondizista. Así se observó en las sucesivas declaraciones que la conducción ucrista provincial publicó a lo largo de 1957, en las que el repudio a la política de persecución al peronismo y las impugnaciones al interventor federal fueron recurrentes. En abril de ese año la Junta de Gobierno (JG) publicó una declaración en rechazo a la política del gobierno provincial frente al peronismo, texto en el que alternó acusaciones al interventor con apelaciones a los seguidores de Juan D. Perón. Tras afirmar que se encarcelaba “a dirigentes gremiales en vez de dar libertad a los que, desde hace meses, pueblan las cárceles del país”, el partido acusó al gobierno de “ofender la dignidad del hombre argentino, aprisionándolo”, en lugar de “pacificar la familia argentina, dando seguridad a todos los habitantes para el libre ejercicio de sus derechos”14. Esta tesitura se amplificó a partir del relevo, en mayo de 1957, del interventor Antonio Vieyra Spangenberg. La cordial relación con el frondizismo provincial que caracterizó su gestión mutó con la llegada de Nicolás Juárez García (1957-1958), hacia un marcado favoritismo hacia la UCRP, plasmado en la designación de funcionarios y el apoyo a sus candidatos en la campaña electoral15. A poco de asumir Nicolás Juárez, Celestino Gelsi le atribuyó el objetivo de desarticular, a fuerza de apuntalar a la filial local de la UCRP, el foco “peronista-frondizista” que se “estaba forjando” en Tucumán16. La singular denominación ensayada por el líder ucrista patentizó que la fragua de un entramado político que incluyera a la dirigencia peronista no era ajena a las especulaciones de la dirigencia radical provincial.
La búsqueda ucrista, de construir solidaridades con el peronismo, bajo el común denominador de la oposición al gobierno militar, abrevó en los recurrentes episodios de represión que sufrió el movimiento derrocado en 1955. Este proceso tuvo en Tucumán múltiples expresiones, que abarcaron tanto a los partidarios de la “resistencia” como a figuras moderadas de su dirigencia17. A modo de ejemplo, en enero de 1958 fueron detenidos alrededor de treinta representantes de las ramas masculina, femenina y sindical del peronismo, acusados de orquestar un “plan subversivo” en diferentes puntos del territorio provincial. Concretado en plena campaña electoral, el operativo de las fuerzas policiales tucumanas tuvo importantes derivaciones, al incluir entre los detenidos a dirigentes de renombre dentro del universo político-sindical, algunos de los cuales participaron de la “resistencia peronista”18. En sintonía con los anteriores episodios de represión del gobierno militar, la plana mayor de la UCRI provincial se hizo eco de las solicitudes de los familiares de los detenidos, que denunciaron la aplicación de métodos de tortura, y exigió mejoras en las condiciones de detención. Al denegarse la petición por parte del gobierno, Celestino Gelsi proclamó la ausencia de garantías legales para los ciudadanos de la provincia y alertó sobre un supuesto plan para favorecer a la UCRP en los comicios19. A las pocas semanas, la detención y maltrato físico a un candidato a diputado provincial por la UCRI, acusado de resistirse a la autoridad policial, abonó a la construcción de un imaginario que englobó a radicales intransigentes y peronistas como víctimas de los dispositivos represivos de la intervención. El hecho generó importantes consecuencias en la arena política provincial. Tras provocar el repudio generalizado de los partidos, incluido el radicalismo del pueblo, Nicolás Juárez García suspendió al jefe de policía y presentó su renuncia, la cual fue rechazada por el presidente (de facto) Pedro E. Aramburu20.
Por entonces, el anhelo de robustecer las filas de la UCRI de Tucumán a partir de la incorporación de afiliados y simpatizantes peronistas revelaba sus primeros esbozos. Más allá de los gestos y confluencias en el terreno discursivo, las disyuntivas que rodeaban a la integración eran insoslayables. ¿Podía esta cobrar carnadura a través del entramado partidario y las listas de candidatos de la UCRI? ¿Bajo qué forma debía vehiculizarse? En ese marco, los contactos de la dirigencia ucrista con representantes del movimiento derrocado en 1955 se ensayaron en las diferentes escalas de la estructura partidaria (provincial, departamental, local), de acuerdo con los lineamientos que irradiaron de las cúpulas nacionales del partido21. Sobre ese telón de fondo, en enero de 1958 Celestino Gelsi se vanaglorió ante un grupo de interlocutores de Buenos Aires de las “incursiones exitosas” que la UCRI de Tucumán concretó entre las “fuerzas populares”, muchas de las cuales “estarían dispuestas a tomar una salida intransigente”22. La puesta en marcha de ese dispositivo se topó con múltiples de dificultades.
En Bella Vista, localidad agroindustrial en la que el peronismo arraigó sólidamente, conocidos miembros del movimiento derrocado en 1955 se incorporaron a la filial de la UCRI. Formaron filas en el radicalismo un exdirectivo de la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA), principal organización sindical de Tucumán, el ministro de gobierno durante el mandato del gobernador Fernando Riera (1950-1952) y un exdirigente de la Confederación General Universitaria, organización estudiantil identificada con Juan D. Perón23. Estas incorporaciones generaron una ola de rechazos que obligó a la JG de la UCRI a interceder con el fin de evitar la ruptura de sus filas. En ese marco, la unción del referido dirigente universitario como cabeza de la lista de diputados por el departamento Famaillá, expandió las protestas hacia otros puntos del territorio, enrareciendo el clima dentro del partido24.
Estos conflictos, comunes a otros puntos del territorio agroindustrial azucarero, no deben soslayar que la integración de peronistas a la UCRI en vista de las elecciones de 1958 fue un fenómeno marginal. En efecto, si se observan globalmente las listas de candidatos departamentales y municipales se reconoce la primacía de dirigentes radicales y el carácter minoritario de los extrapartidarios25. Aunque la posibilidad de incluir a peronistas podía fortalecer las chances electorales del partido, el desplazamiento de dirigentes forjados en los años de oposición (1946-1955) no era una tarea sencilla. Por otra parte, y tal como se observó en el caso bellavisteño, las posibilidades abiertas a la hora de rubricar alianzas locales no se agotaron en la distribución de asientos en las listas, englobando un abanico de instancias menos visibles26.
En ese sentido, la integración fue una de las diversas modalidades que asumieron los apoyos peronistas a la UCRI. En enero de 1958, las autoridades provinciales del Partido Laborista, primera organización neoperonista fundada en Tucumán27, rechazaron las directivas de la Junta Departamental de Famaillá, cuyo apoyo a una “candidatura extrapartidaria” fue inaceptable para la conducción28. Como es de suponerse, este proceso se potenció al difundirse, semanas más tarde, la orden peronista de votar por Arturo Frondizi, en función del pacto secreto rubricado en ese marco29. Las declaraciones de las organizaciones partidarias y los grupos de dirigentes que, en sintonía con la directiva de Juan D. Perón en el exilio, apoyaron al candidato ucrista, fueron contestadas por núcleos que desconocieron dicho mandato o cuestionaron su veracidad. Así, mientras que el Comando Provincial de la Juventud, organización que nucleaba a grupos de experonistas provenientes de la militancia universitaria, y los partidos Popular Obrero y Unión Obrera Argentina hicieron pública su adhesión al candidato presidencial, un grupo liderado por exlegisladores y dirigentes del ámbito universitario, no encuadrados con el Comando, afirmaron que preferían “morir antes que votar a los radicales”30.
En un contexto signado por la incertidumbre, los rumores que señalaron la existencia de un pacto fueron negados “categóricamente” por Celestino Gelsi. En afinidad con la argumentación frondizista, el candidato a gobernador señaló que los apoyos extrapartidarios que la UCRI recibía a diario obedecían al éxito del programa integracionista. Desde su punto de vista, interpretaba al anhelo colectivo de superar las antinomias que impedían la concreción de la causa “nacional y popular” proclamada por su partido. Así, tras definirse como “enteramente radical intransigente”, planteó que “así como me opuse en otras épocas a peronizar el radicalismo, no pretendo ni intentaré radicalizar al peronismo. Cada partido y cada movimiento debe ser respetado y vivir y mantenerse con el esfuerzo de sus propios hombres y de sus propias ideas”31. Es factible suponer que Celestino Gelsi desconociera las negociaciones que culminaron en el pacto, en línea con lo afirmado por dirigentes cercanos a Arturo Frondizi32. Por otra parte, si bien es cierto que las formas de integración que ensayó la UCRI de Tucumán no procuraron “radicalizar al peronismo”, sino robustecer al partido sobre la base de la incorporación de dirigentes y simpatizantes del movimiento derrocado en 1955, la línea que dividió una estrategia de la otra fue difusa. Estas ambigüedades jalonaron un derrotero conflictivo una vez que el radicalismo llegó al poder.
El acceso de la UCRI al gobierno: La integración puesta a prueba
En las elecciones de febrero de 1958, la filial tucumana de la UCRI alcanzó un triunfo contundente que le permitió conquistar la gobernación, una holgada mayoría en la legislatura y el control de ocho de las nueve municipalidades de Tucumán, incluida la capital33. Los frutos de la campaña para cosechar apoyos dentro del peronismo se visibilizaron, al incrementarse sensiblemente el caudal de votos en relación con julio de 195734. Con el acceso al gobierno se abrió una nueva etapa en la discursividad y la praxis inte-gracionista, ya que el tránsito al poder forzó a la UCRI a transitar de las ambigüedades de la campaña electoral a un plano de mayores concreciones. En efecto, si las imprecisas proclamas de reconciliación nacional, oposición al gobierno militar y unidad de los ciudadanos bajo las banderas ucristas podían tejer lazos comunes entre radicales intransigentes y peronistas, el acto de gobernar obligó a definir cuestiones cruciales, tales como la distribución de cargos, los posicionamientos oficiales frente a la problemática sindical y el levantamiento de la prohibición de las actividades peronistas, entre otros puntos.
En ese marco, el mensaje de Celestino Gelsi, en la apertura de las sesiones legislativas, recuperó el imaginario de reconciliación que jalonó sus discursos durante la etapa final de la “revolución libertadora”. Las primeras secciones del discurso, presentadas bajo los tópicos “garantías individuales” y “política social y del trabajo”, expresaron un llamado a la paz social a través del cese del “encarcelamiento y persecución de dirigentes por causas gremiales”, la observancia del derecho de huelga y la reparación de las “injusticias” cometidas durante el gobierno (de facto)35. La solicitud de una comisión de dirigentes peronistas-formada por autoridades de la filial provincial de la Confederación General del Trabajo (CGT), representantes de la rama universitaria y exfuncionarios y legisladores-para conmemorar el nacimiento de Eva Perón, en mayo de 1958, ofreció al gelsismo una valiosa oportunidad para ensayar la reconciliación pregonada36. El homenaje corporizó el primer acto masivo concretado por las filas tucumanas del peronismo luego del golpe de Estado de 1955.
El retorno del peronismo a la plaza Independencia, centro simbólico de la política provincial, superó los márgenes de tolerancia de amplios sectores del antiperonismo, que realizaron un mitin de protesta e intentaron levantar el homenaje por la fuerza. Este hecho culminó con una contundente acción represiva de la policía, que dispersó a los antiperonistas, resguardando el homenaje a la exprimera dama. Este desenlace generó diversas repercusiones. La comisión organizadora agradeció públicamente al gobierno por “cumplir la palabra de asegurar el derecho de reunión” y se desmarcó de los episodios represivos. El Gobernador justificó la acción policial, en aras de garantizar el acto, y atribuyó un fin desestabilizante al mitin opositor. Los líderes de la UCRP, por su parte, achacaron a Celestino Gelsi complicidad con el peronismo y promovieron una interpelación legislativa al ministro de gobierno, con el fin de que explicara la represión policial. La interpelación, aceptada por el oficialismo, se constituyó en una instancia de reivindicación del tinte integracionista que el Gobernador procuró otorgar a la gestión. Asimismo, reforzó las antinomias con los antiperonistas, afianzando las solidaridades con los dirigentes y simpatizantes del movimiento derrocado en 1955.
Desde el punto de vista del Ministro, la concreción del homenaje ratificó la voluntad reconciliadora del gobierno provincial y su rechazo a las formas de persecución ensayadas por la “revolución libertadora”. En efecto, la autorización de un acto peronista masivo ubicó a la provincia a la vanguardia de la política de reconciliación pregonada por la UCRI a lo largo del país -el Poder Ejecutivo Nacional (PEN), por ejemplo, denegó un homenaje equivalente en Buenos Aires-37. El carácter excepcional de la autorización fue motivo de impugnaciones por parte de la bancada de la UCRP, que denunció la violación del decreto N° 4161 de prohibición de la propaganda peronista aprobado en el marco del proceso de “desperonización” ensayado por la “revolución libertadora”38. Como contrapartida, el titular de la cartera de gobierno reivindicó la potestad provincial de pasar por alto dicha norma, por atentar contra el derecho de reunión establecido en la Constitución Nacional39. La posición del oficialismo granjeó el apoyo de los diputados de la Unión Popular y el Partido Blanco, de filiación neoperonista, que cerraron filas con el gobierno y repudiaron el ánimo revanchista de la UCRP. Tras la interpelación, dicho partido organizó un acto de desagravio a la “revolución libertadora” y propuso la formación de un frente multisectorial, conformado por los partidos y organizaciones estudiantiles y sindicales antiperonistas. Bajo la denominación de Movimiento de Reafirmación de la Democracia, su principal consigna fue la promoción de una “auténtica pacificación en la democracia y la dignidad”. La iniciativa, sin embargo, no prosperó40.
Mientras los ecos de las disputas por el homenaje a Eva Perón todavía resonaban en la provincia, la designación de un exfuncionario peronista como ministro de Hacienda reavivó los debates alrededor de la integración gelsista41. Un comentarista político calificó el nombramiento como una “audaz maniobra para afianzar la política de integración”, estrategia que, desde su perspectiva, reconocía en Celestino Gelsi a su “más decidido campeón” en el ámbito nacional42. Este diagnóstico, que señaló al gobernador tucumano como uno de los puntales de la corriente integracionista a lo largo del país, también fue suscrito por dirigentes del movimiento derrocado en 1955. Así pudo observarse en la carta que envió a Juan D. Perón, en junio de 1958, el exministro del Interior de la nación Oscar Albrieu, quien era por entonces un dirigente clave del peronismo y uno de los principales interlocutores del líder exiliado. Desde su punto de vista, el mandatario tucumano era el referente nacional de un “núcleo de opinión” de la UCRI que promovía “un gran movimiento de integración popular, aceptando en lo fundamental la doctrina peronista y hasta la conducción espiritual de Perón”. Los impulsores de esta posición eran “capitaneados por Celestino Gelsi” y tenían un papel secundario dentro del partido: “están un tanto corridos, pudiendo decirse que [su influencia] ha quedado reducida a la provincia de Tucumán”. En ese sentido, la aceptación de la doctrina peronista y un eventual encuadramiento bajo el liderazgo de Juan D. Perón posicionaban a la línea encabezada por Celestino Gelsi como la más receptiva al peronismo dentro de la UCRI. De allí que Oscar Albrieu la distinguiera de otras vertientes dentro del partido y de la línea sostenida por Arturo Frondizi43. En la carta no se especificaron los argumentos para definir a la UCRI tucumana en clave filo-peronista. Al margen de la veracidad de estas especulaciones y de su asidero en la realidad, la percepción de Oscar Albrieu era inescindible de una mirada más amplia, que ponderaba a Celestino Gelsi como un interlocutor relevante del peronismo durante la primera etapa de la gestión frondizista.
En ese contexto debe enmarcarse la conformación del Movimiento Popular de Apoyo a Gelsi (MOPAG), entidad liderada por dos reconocidas figuras del movimiento derrocado en 1955: un exlegislador provincial y presidente de la Cámara de Diputados (Waldino Díaz) y una reconocida dirigente del Partido Peronista Femenino, protagonista de la “resistencia” en la provincia (Mafalda Zucchi)44. Definido desde una lógica movimientista, el MOPAG no formaba parte de la estructura partidaria de la UCRI. Su intervención en la escena política provincial se canalizó a través de diferentes vías, destacándose la construcción de un entramado territorial afín al oficialismo, mediante la creación de entidades de base en San Miguel de Tucumán y otros puntos del mapa provincial. Según estimaciones de sus dirigentes, hasta mediados de 1959 se fundaron ciento cincuenta organismos de base. La denominación de “centros político-culturales Celestino Gelsi” reforzó la lógica personalista que caracterizó a la estrategia integracionista ensayada por el Gobernador45.
El MOPAG se erigió en una suerte de brazo territorial del gelsismo, que cobijó a dirigentes y entidades de base emigrados del peronismo. De acuerdo con un medio provincial, Mafalda Zucchi era una “organizadora de los ex centros peronistas” que actuaba a la par del Gobernador46. En una línea semejante, en el testimonio oral de un exdirigente juvenil de la UCRI se definió a Mafalda Zucchi como “una dirigente social que trabajaba en los barrios” de San Miguel de Tucumán, que gozaba de buenos vínculos con el gobierno provincial y que fungía como enlace entre el Gobernador y un sector de exfuncionarios peronistas que apoyaban a la UCRI47. Conjuntamente a la fundación de centros y la articulación de la dirigencia local, el MOPAG emitió declaraciones en la prensa y publicó manifiestos en apoyo a la gestión del Gobernador. Su aparición en la escena pública fue acompañada por volantes que exhortaron a la población a apoyar a Celestino Gelsi, al que definieron, en línea con el calificativo arriba mencionado, como el “campeón de la política de integración nacional”48. En sucesivas declaraciones, publicadas durante el primer tramo del gobierno gelsista, el movimiento declamó una sólida lealtad al Mandatario49.
Las designaciones de experonistas en el gobierno y la aparición del MOPAG fueron leídas como una afrenta por parte de la dirigencia ucrista. Mientras que las primeras desafiaron las prerrogativas del partido a la hora de proveer planteles de gobierno, la fundación y consolidación del MOPAG amenazaron sus bases territoriales, reconstituidas trabajosamente por la dirigencia local luego de la crisis que atravesó el partido durante el ciclo peronista. Precisamente, uno de los cuestionamientos más contundentes a la política de integración provino de un conjunto de autoridades de comités barriales de San Miguel de Tucumán, que se organizaron con el fin de oponerse al empoderamiento de la dirigencia peronista50. Desde su perspectiva, la integración promovida por Celestino Gelsi implicó un desplazamiento de la UCRI, que se manifestó en la paralización de los organismos partidarios y la pérdida de influencia de su dirigencia en la marcha del gobierno. Aunque no rechazaron la integración como estrategia, exigieron que esta se realizara bajo los principios del radicalismo intransigente, declamando que no se trataba “de que el gobierno quiera hacernos menos radicales y a los peronistas menos peronistas para que nos encontremos después en un nuevo partido”51. En función de la pertenencia común y de la lealtad partidaria, en oposición al oportunismo atribuido a los experonistas, el gobierno debía priorizar a la UCRI a la hora de seleccionar los planteles estatales. Esta tesitura fue sintetizada elocuentemente por el presidente de uno de los comités referidos, quien advirtió al Vicegobernador que “serán los radicales y no los peronistas quienes defenderán al gobierno en caso de ser necesario”52.
Los recelos que concitó la política de integración no fueron menos relevantes entre algunos sectores de la dirigencia peronista. En Tucumán, al igual que en el resto del país, uno de los principales conflictos que surcaron a las filas del movimiento derrocado en 1955 fue la tensión entre la lealtad al líder exiliado y la búsqueda de autonomía, cuestión en la que la integración tuvo un papel de relevancia53. Los sectores más conciliadores con el gelsismo, entre quienes se contaba el dirigente ferroviario y expresidente de la Cámara de Diputados, Julio Mirandou, y el sindicalista del gremio panadero y secretario general de la CGT, Andrés Addur, reivindicaron el establecimiento de canales de negociación con el gobierno provincial, en pos de preservar la estabilidad y evitar “el problema de la reacción por parte de la oposición”54. En esa línea se ubicaron, asimismo, los legisladores de los partidos neoperonistas, que forjaron alianzas con el oficialismo en la votación de leyes clave para la gestión.
No obstante, la frontera que separaba la actitud contemporizadora con la participación activa en el gobierno era imprecisa, como lo hicieron notar los sectores autodenominados “ortodoxos”. Estos sostuvieron la necesidad de mantener una política de total intransigencia con el gobierno, ya que la integración “culminaría por desintegrar y dividir al peronismo” y solo podía concebirse “si Perón se hace frondizista o Frondizi peronista”, desenlace a todas luces improbable. Para los referentes de este sector, tales como el exdiputado provincial Dardo Molina, el sindicalista cervecero Agustín Ávila y el dirigente universitario Luis Vitar, las heridas abiertas en el pasado no podían soslayarse, ya que el radicalismo había sido “insensible a la suerte del peronismo en las épocas de fusilamientos, cárcel y prohibiciones”, por lo que la incorporación a un gobierno de su signo equivalía a una “traición al movimiento”55. En esa línea, un sector de la dirigencia juvenil del peronismo, actor filiado en la ortodoxia antigelsista, repudió públicamente al promotor del MOPAG y llamó a resistir los intentos integracionistas56. Atravesado por estos debates, el peronismo provincial transitó los comienzos de la gestión del Gobernador sumido en un cuadro de fragmentación, que imposibilitó la reorganización en manos del Comando Superior, principal organización del movimiento en el ámbito nacional57.
Por otra parte, aunque algunos sectores del ala sindical no ocultaron sus recelos frente a Celestino Gelsi y la política de integración, los resultados del gobierno provincial frente a los sindicatos fueron alentadores durante la primera etapa de la gestión. En el campo azucarero, principal actividad productiva de la provincia, el gobierno articuló en 1958 un frente político-asociativo en defensa del fondo regulador azucarero, un incremento salarial aceptado por FOTIA y un aumento del precio de la materia prima, estrategia que implicó un resonante triunfo político para el Gobernador al minimizar la perenne conflictividad sectorial de la agroindustria. Hacia fines de 1958, sin embargo, diferentes procesos confluyeron en el debilitamiento de la política de integración gelsista.
El deterioro de los lazos gelsismo-peronismo y el declive de la integración
Tras una etapa inicial de relativa estabilidad en el campo político-sindical, el gobierno nacional sufrió crecientes dificultades hacia fines de 1958. Los sucesivos quiebres producidos en sus bases de apoyo, a raíz de las medidas en materia educativa y petrolera, el Programa de Estabilización de la economía y el deterioro de las relaciones con el sindicalismo peronista, en un contexto de concesiones a las Fuerzas Armadas, represión de las protestas obreras y desplazamiento de los sectores dialoguistas dentro del gobierno, debilitaron la estrategia integracionista en el ámbito nacional58.
Estos procesos impactaron en Tucumán y a fines de 1958 se observaron diferentes focos de tensión entre el oficialismo y el peronismo. Los graves incidentes generados en septiembre de 1958, contexto de protestas contra la ley educativa, fueron atribuidos por Celestino Gelsi a sectores desestabilizantes dentro del peronismo, posición que fue repudiada por un conjunto de entidades de esa filiación59. Las tensiones llevaron a que el gobierno, desandando sus pasos previos, denegara el permiso para concretar un acto de homenaje al 17 de octubre y disolviera la concentración que, desobedeciendo la decisión oficial, realizó un grupo de dirigentes juveniles peronistas60. Esta actitud fue ratificada por la bancada legislativa de la UCRI, que rehuyó el homenaje que los neoperonistas propusieron en la Cámara de Diputados61. En medio de un clima político convulsionado, la detención masiva de dirigentes peronistas, como fruto de la declaración del estado de sitio en noviembre de 1958, alcanzó en Tucumán a referentes de la rama ortodoxa, tales como Dardo Molina, e integracionista, como el líder del MOPAG Waldino Díaz62.
El endurecimiento del gobierno aceleró los dispositivos tendientes hacia la reorganización del peronismo, dilatada merced al faccionalismo en sus filas, y contribuyó a limar asperezas entre sus grupos. A fines de 1958 se conformó la Junta Promotora del Partido Justicialista, presidida por Dardo Molina, que nucleó a un amplio conjunto de sectores internos, incluidos los legisladores neoperonistas. En su primera declaración pública, la Junta formalizó su oposición a la política de integración63. Por su parte, las redefiniciones del gobierno nacional en materia económica, plasmadas en el Programa de Estabilización, también signaron la relación entre el gelsismo y la CGT local, cuyo titular fue uno de los promotores de una política de acercamientos entre el peronismo y el gobierno provincial. En una declaración publicada en enero de 1959 la CGT local expresó su oposición al plan económico frondizista, manifestación que cobró ribetes violentos tras el ataque de un grupo de trabajadores a la sede de la UCRI64. En el ámbito legislativo, por su parte, la oposición de los legisladores neoperonistas llevó al fracaso de diferentes iniciativas del oficialismo y patentizó la ruptura de los acuerdos rubricados a lo largo de 195865.
El deterioro de los lazos entre el gobierno y el peronismo también impactó en las filas de la UCRI. A contramano de sus posiciones previas, la conducción partidaria ensayó señales de apertura hacia los sectores internos que impugnaron, con cada vez mayor fuerza, la marcha del gobierno. Visibilizados inicialmente por la dirigencia de base, estos cuestionamientos concitaron apoyos crecientes dentro del partido hasta confluir a fines de 1958 en una organización llamada Movimiento Popular Intransigente (MPI). La entidad, liderada por un miembro de la cúpula de la UCRI, nucleó una porción relevante de legisladores, dirigentes con representación en los órganos directivos y presidentes de organismos de base de diferentes puntos del mapa provincial66. Recuperando un diagnóstico previo, el MPI vinculó las polémicas en torno a la integración peronista con el deterioro en la relación entre la UCRI y el gobierno. Junto al rechazo a la incorporación de experonistas, los disidentes reclamaron un mayor protagonismo de los representantes legislativos y los órganos directivos en la marcha del gobierno, la reversión del manejo personalista y centralizado del partido que ejercía el Gobernador y el respeto por el programa de la UCRI, en respuesta a las medidas de Arturo Frondizi que se detallaron más atrás. En enero de 1959, coyuntura crítica en la relación del gobierno con el peronismo, los disidentes arrancaron de la JG el compromiso de motorizar la reorganización del partido y otorgarles mayor influencia en la gestión67. En la misma línea, el titular del Comité Nacional de la UCRI, el tucumano Alfredo García, reconoció que fue un error haber “olvidado a los correligionarios” en la gestión, situación que, según prometió, se subsanaría desde entonces en adelante68. Como se desprendía de las declaraciones de la máxima autoridad partidaria, la integración perdía terreno frente a una reivindicación de la UCRI como interlocutora del gobierno.
En esa misma línea se ubicó la declaración publicada por el Comité Nacional en abril de 1959, cuya denominación “A un año de gobierno”, procuró ensayar un balance de la gestión frondizista. La integración fue uno de los principales ejes del texto, al reconocerse “la confusión y dudas que en propios y extraños provocan las palabras y fórmulas ambiguas” y señalándose la necesidad de precisar “con absoluta claridad” qué se entendía por aquella. En pos de llevar tranquilidad a sus filas, la declaración estableció que “no debe haber otra integración que la que pueda hacerse dentro de la propia UCRI, con su plataforma, sus principios y su programa”, objetivo que requería recuperar el “llamado a todos los sectores populares y nacionales” que aceptaron el programa de febrero de 1958 “para que colaboren en su realización”. Dicho esto, ratificó la “imposibilidad de todo acuerdo, pacto o convenio de la UCRI con cualquier otra fuerza política” a la vez que descartó “la formación de un nuevo partido con el ingreso o la base del nuestro”69. Recuperando estos argumentos, Celestino Gelsi afirmó ante los líderes del MPI que la integración pregonada en Tucumán era de carácter “netamente radical”, en oposición a la “integración peronista”, que se atribuía a Rogelio Frigerio70. Si bien la línea gelsista nunca se alejó de la reivindicación del radicalismo como vehículo para canalizar los apoyos del peronismo, ponderando la integración a sus filas de los dirigentes y simpatizantes del movimiento derrocado en 1955, la delimitación de una frontera con la “integración peronista” introdujo una novedad en la discursividad del Gobernador, visibilizando los primeros signos del languidecimiento de la prédica integracionista.
En rigor de verdad, la principal dificultad con la que se topó el llamado del Comité Nacional de la UCRI y el gobernador tucumano al peronismo fue que, en términos de Carlos Altamirano, con la instauración del Programa de Estabilización y la asunción de Álvaro Alsogaray en el ministerio de Hacienda de la nación, el declamado objetivo frondizista de modernizar el capitalismo argentino “se aproximaba cada vez más a lo que otros, desde 1955, habían llamado más crudamente desperonizar la economía”71. Bajo las pautas de una política económica cada vez más alejada del modelo peronista y fuertemente resistida por los sindicatos, la integración se desdibujó como horizonte deseable para su dirigencia. El Programa de Estabilización no solo socavó las perspectivas de la política integracionista. También tensó las relaciones entre Arturo Frondizi y un grupo relevante de gobernadores ucristas, entre los que se contaba Celestino Gelsi, que manifestaron fuertes recelos frente al rumbo económico del Poder Ejecutivo. Las disputas en el seno de la UCRI dieron forma, a lo largo de 1959, a sucesivas instancias de articulación entre los gobernadores ucristas del noroeste, gestiones en las que Celestino Gelsi cumplió un papel protagónico72. Ciertamente, las medidas de liberalización de la actividad azucarera, enmarcadas en el Programa de Estabilización, afectaron sobremanera a la agroindustria y generaron fuerte oposición en Tucumán73.
En ese contexto conflictivo, la publicación del pacto ente Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi, motorizada por el primero en junio de 1959, asestó un duro golpe a la estrategia integracionista, al amplificar las impugnaciones de las Fuerzas Armadas al Presidente y debilitar a los sectores conciliadores dentro de la UCRI y el peronismo. En Tucumán, la publicación del pacto acentuó el debilitamiento de los lazos entre el gobierno provincial y la dirigencia peronista. En oposición a su tradicional identificación gelsista, el MOPAG definió el cese de su colaboración hacia el Gobernador y anunció la disolución de los centros que patrocinaba, achacándole a Celestino Gelsi la utilización de dichos organismos “como instrumentos de sus mezquinas ambiciones”74. La ruptura no fue completa y el movimiento se dividió entre los leales a Celestino Gelsi, que mantuvieron una estructura de dirigentes y organismos de base hasta su desalojo del poder en 1962, y quienes retornaron al tronco peronista. El repliegue de la integración también signó la trayectoria del ministro de Hacienda, conspicuo representante de aquella, quien renunció a su cargo tras ser objeto de una serie de denuncias de corrupción en los medios provinciales75.
El deterioro de las relaciones con el gelsismo signó, asimismo, la trayectoria del sindicalismo a lo largo de 1959. Las escasas medidas de fuerza obreras decretadas en 1958 permitieron al mandatario vanagloriarse que Tucumán fue “la provincia con menos conflictos gremiales del país” durante su primer año de gestión76. No obstante, los cambios en el rumbo económico que imprimió el gobierno nacional y el robustecimiento de los sectores sindicales menos conciliadores con el frondizismo modificaron este panorama. En mayo de 1959 se impuso en las elecciones de FOTIA la lista comandada por Benito Romano, representante de la línea sindical más opositora al gobierno77. A contramano de las posiciones sustentadas por su antecesor, de perfil conciliador con el gelsismo, bajo el liderazgo de Benito Romano la FOTIA adoptó un cariz combativo que buscó resistir el impacto del giro económico frondizista78. El Programa de Estabilización provocó una crisis de magnitud en Tucumán, activando las pujas sectoriales que el gelsismo logró sortear en 1958. En ese marco se concretó una importante huelga azucarera, desarrollada por FOTIA entre julio y agosto de 1959, cuyo desenlace, signado por la represión policial y el retiro de la personería gremial de la Federación, patentizó el deterioro de las relaciones entre el gelsismo y el principal protagonista del universo sindical provincial. El crecimiento de los sectores combativos del gremialismo impactó, asimismo, en la trayectoria de la CGT local, donde los crecientes cuestionamientos motorizaron la renuncia de su secretario general, Andrés Addur, en octubre de 1959. Dicho suceso fue interpretado por un periodista local como un “divorcio difícil de superar” entre el gelsismo y el sindicalismo, actor que ofreció un “grado de apoyo estimable” al Gobernador durante su primer año de gestión79. Tras la salida de Andrés Addur, en enero de 1960 asumió la conducción de la central obrera el dirigente cervecero Agustín Ávila, quien representaba, en contraste con su antecesor en la CGT, aunque en consonancia con la FOTIA, una línea reacia a los acuerdos con el gelsismo80.
Luego de la publicación del pacto las alusiones a la integración desde las filas de la UCRI y el peronismo fueron cada vez más esporádicas. En la antesala de los comicios legislativos de 1960, un periodista consultó a Celestino Gelsi si “estaba en campaña de captación del peronismo o si actuaba para hacer integración”. Tras afirmar que desconocía “a qué se refería” su interlocutor con dicho término, el Gobernador sostuvo que si la integración implicaba “pacificar al pueblo argentino”, entonces sería integracionista “con todo gusto”81. Los rodeos del otrora “campeón del integracionismo” eran sintomáticos de su búsqueda por desmarcarse de tales caracterizaciones. Mientras crecía la injerencia de las Fuerzas Armadas en la gestión frondizista, la aparición en la zona rural de Tucumán de la organización guerrillera peronista Ejército de Liberación Nacional (diciembre de 1959) y la implantación del Plan de Conmoción Interna del Estado (marzo de 1960), régimen represivo que amplió la jurisdicción de las Fuerzas Armadas en los conflictos internos, desalentaron los esbozos integracionistas del pasado82. En un marco político convulsionado, donde los rumores de intervención federal a la provincia circularon en repetidas ocasiones, el perfil conciliador con el peronismo fue uno de los factores que abonaron al descontento en las Fuerzas Armadas, que presionaron a Arturo Frondizi para que destituyera a Celestino Gelsi83. En ese contexto, la intervención federal a Córdoba y el desalojo del poder de Arturo Zanichelli (abril de 1960), aliado político del tucumano y partidario de la integración, insufló fuerza a estas presunciones84. De ese modo, si las apelaciones a los votantes peronistas o las alusiones a la integración de su dirigencia a la UCRI perdieron consistencia luego de la publicación del pacto, este proceso no hizo más que acentuarse a lo largo de los meses subsiguientes.
En ese marco, el triunfo del voto blanco en las elecciones de marzo de 1960 escenificó, al igual que en el resto del país, la pérdida de apoyos del gobierno de la UCRI y el debilitamiento de la estrategia integracionista. Los resultados de la UCRI de Tucumán no fueron del todo decepcionantes al alcanzar uno de los porcentajes de votos más altos en el ámbito nacional, guarismos que le permitieron conquistar tres de las cuatro bancas de diputados nacionales y mantener una presencia mayoritaria en la legislatura provincial. La aceptable performance electoral de la UCRI fue atribuida por el candidato de la UCRP, relegada al cuarto lugar en los comicios, a la vigencia de “los votos extrapartidarios provenientes de su política integracionista”85. ¿A qué fenómeno puede atribuirse esta afirmación, cuando la integración estuvo ausente en la prédica del Gobernador y de la conducción partidaria provincial? Probablemente, el candidato opositor aludía a los acuerdos entre las dirigencias ucrista y peronista que, a tono con la estrategia electoral que habilitó la llegada de la UCRI al poder, se observaron en algunos puntos del territorio tucumano. En el departamento Famaillá, donde la integración tuvo una fecunda expresión en 1958, la lista de la UCRI incluyó en segundo término al sindicalista azucarero Luis Octavio Rodríguez, de filiación peronista, por detrás del dirigente radical Alberto Ponce de León. La campaña en el departamento apeló a la inveterada lealtad peronista del electorado, como se reflejó en el jingle “primero Perón y después Ponce de León” que se irradió en los actos proselitistas86. A pesar de estos guiños, el exsindicalista superó en las urnas al diputado ucrista y la banca quedó en manos del primero87. En el departamento Monteros, por su parte, un dirigente peronista del gremio municipal, que se manifestó inicialmente a favor del voto blanco, aceptó formar parte de la lista legislativa de la UCRI88.
Como lo revelaron estos ejemplos, el repliegue de la estrategia integracionista no implicó la desaparición de los acuerdos localizados y la reedición de alianzas pretéritas. En tal sentido, mientras que en la capital provincial se repartieron panfletos apócrifos con el lema “Gelsi y Perón, un solo corazón”, entre otras frases que vinculaban al ex Presidente con el gobernador tucumano, los miembros del MOPAG recorrieron el territorio provincial afirmando la existencia de una orden de Juan D. Perón, que llamaba a votar por la UCRI, tesitura que provocó una enérgica condena de la conducción peronista, partidaria del voto en blanco89. De ese modo, subrepticiamente a la línea marcada por el Gobernador, que diluyó los gestos tendientes hacia la integración, entre los dirigentes intermedios dicha estrategia pervivió.
Estas coordenadas modelaron el derrotero de la integración a lo largo del bienio 1961-1962. Aunque la centralidad primigenia que tuvo en el debate político se desarticuló paulatinamente, el referido tópico no desapareció del lenguaje frondizista. Sus expectativas de conformar un amplio movimiento político que concretara el programa económico desarrollista, a pesar del veto castrense, las impugnaciones en las filas de su partido y del peronismo y los obstáculos con los que se topó en la práctica, no desaparecieron hasta su desalojo del gobierno90. En julio de 1961 Alfredo García transmitió a los ucristas tucumanos el deseo presidencial de que en las elecciones del año siguiente se abrieran las listas a los candidatos “extrapartidarios”, llamado que se interpretó como una nueva forma de integración, en la que el peronismo tendría un papel secundario91. Esta posición fue ratificada por Celestino Gelsi, quien llamó a incorporarse a la UCRI a los dirigentes “de neta raigambre popular, que defiendan los intereses del pueblo y no de los sectores oligárquicos”. Interrogado acerca de si este llamado contemplaba la inclusión de candidatos del peronismo, el Gobernador afirmó que aceptaría “cualquier persona decente, democrática, que venga de cualquier partido y esté dispuesta a colaborar”92. A tono con las posiciones sustentadas desde 1959, la ambigüedad gelsista abrió la puerta a la incorporación de peronistas en las listas de la UCRI. A la vez, rehuyó los gestos contundentes ensayados en los comienzos de su gobierno.
En ese sentido, aunque careció de la visibilidad de la primera etapa, la cosecha de apoyos de la UCRI de Tucumán entre sectores de la dirigencia peronista se mantuvo hasta la intervención federal de marzo de 1962. Dentro del amplio espectro de grupos peronistas provinciales, los sectores mayoritarios se unificaron en torno a la candidatura del exgobernador Fernando Riera (1950-1952), ungida por Juan D. Perón desde el exilio. A las disidencias que provocó la nominación de Fernando Riera, materializadas en la candidatura del exgobernador Carlos Domínguez (1946-1950), se sumaron los grupos de dirigentes peronistas que apoyaron a la lista de la UCRI en los comicios. En efecto, entre febrero y marzo de 1962 se formaron cuatro entidades peronistas que manifestaron su apoyo al partido gobernante: los movimientos Peronista Auténtico, de Integración Peronista, Popular Peronista 17 de Octubre y el Partido Laborista Auténtico. Aunque se trató de actores minoritarios dentro del movimiento, su reivindicación de la política integracionista reveló la pervivencia de focos de articulación hasta marzo de 1962.
Al igual que el MOPAG, estas organizaciones apoyaron la candidatura del ministro de Salud Napoleón Baaclini (gobernador) y de Celestino Gelsi (intendente de San Miguel de Tucumán). Atento a la necesidad de reivindicar su pertenencia política, el Movimiento Peronista Auténtico justificó su apoyo al Gobernador saliente en razón de que era el “único hombre que en forma valiente enfrentó a las fuerzas enemigas del pueblo” y cuestionó la candidatura de Fernando Riera93. La apelación a la figura del Gobernador también estructuró las intervenciones del MOPAG, cuya líder reivindicó la defensa de los detenidos peronistas que materializó Celestino Gelsi durante la “Revolución Libertadora” y las políticas que desplegó su gobierno en favor de las personas “humildes y perseguidas”94. En una línea semejante se expresó el Movimiento Popular Peronista 17 de Octubre, entidad que reunió a figuras de relevancia durante las gestiones previas a 1955 y que apoyó en los comicios a la lista Baaclini-Gelsi95. De ese modo, tanto las denominaciones de estas entidades como el cariz de sus intervenciones remitieron a una filiación peronista que, volcada hacia las filas ucristas, dieron forma a una tardía manifestación de la estrategia integracionista y reivindicaron la figura de Celestino Gelsi. El contundente triunfo electoral de Fernando Riera aceleró, no obstante, el desplazamiento de Celestino Gelsi del gobierno, y clausuró la etapa abierta cuatro años antes.
Conclusiones
La integración, en tanto horizonte doctrinario y estrategia política del frondizismo, se expresó de diversas maneras en la etapa comprendida entre la creación de la UCRI en 1957 y su desalojo del poder cinco años más tarde. Bajo el paraguas integracionista se englobaron múltiples consignas, con implicancias en los campos político, económico y social, que modelaron una trayectoria cambiante al calor de las sucesivas etapas del frondizismo. En ese sentido, la indagación sobre sus proyecciones en el escenario tucumano, reconociendo las inflexiones que guiaron su puesta en práctica, las adhesiones y rechazos que cosechó y su impacto en la trayectoria de la gestión ucrista, procuró avanzar en el conocimiento de un tema tangencial en la producción historiográfica sobre el partido, vacancia que se acentúa cuando se observan las dinámicas provinciales.
Como se desprende del recorrido planteado, los procesos de recepción y puesta en marcha de las consignas integracionistas cobraron perfiles definidos en el escenario tucumano. Bajo el lema de la reconciliación nacional y la superación de la antinomia peronismo-antiperonismo, la conducción radical intransigente orientó la prédica integracionista hacia la construcción de alianzas con sectores del movimiento derrocado en 1955, punto de partida que le permitiría ensanchar sus bases electorales y robustecer sus filas. Manifestado de forma tardía en suelo provincial, el ideario integracionista resignificó, bajo cánones filiados en el discurso frondizista, una práctica que guió las intervenciones de la conducción partidaria ucrista a lo largo de 1957, modeladas por la búsqueda de construir solidaridades con el peronismo a partir de una común oposición al gobierno militar y el repudio a la hostilidad contra sus seguidores y dirigentes.
En una provincia muy identificada con el peronismo, la búsqueda de afianzar la UCRI mediante la incorporación de sus dirigentes y simpatizantes emergió como una posibilidad factible para diversos sectores del entramado radical intransigente. Este diagnóstico alcanzó singular contundencia en los departamentos agroindustriales azucareros, bastiones electorales del movimiento derrocado en 1955. El imperativo de la integración permeó la campaña previa a los comicios de 1958, interpelando a sectores de la dirigencia local, que interpretaron el acercamiento al peronismo como una forma de arraigar más sólidamente en sus zonas de influencia. Sin embargo, la oposición de los grupos radicales desplazados como consecuencia de dichos acuerdos reveló la contracara de la estrategia integracionista, alimentando un conjunto de conflictos localizados que forzaron la intervención de la conducción partidaria. En ese tránsito, que culminó con la publicación de las directivas de Juan D. Perón en apoyo a la UCRI, la integración emergió como uno de los múltiples dispositivos tendientes a canalizar apoyos desde el peronismo.
Con el acceso al poder de la UCRI se abrió una nueva etapa en la práctica integracionista. El control de los resortes gubernamentales alentó a la conducción partidaria, en manos del gobernador Celestino Gelsi, a transitar de las ambivalencias a las concreciones. Las materializaciones de promesas de la campaña electoral, tales como el cese de las persecuciones a la dirigencia peronista, el levantamiento de la prohibición de sus actividades y la incorporación de cuadros al gobierno, cobraron relevancia en esa coyuntura. Asimismo, los gestos públicos hacia el peronismo, como el inédito homenaje a Eva Perón en la capital provincial, la inclusión de sus cuadros en el gobierno y el aliento a la creación del MOPAG, organización de relevante presencia territorial, que se nutrió de un entramado de organismos y dirigentes peronistas, reforzaron los lazos con el movimiento derrocado en 1955. Concomitantemente, el acompañamiento de los representantes legislativos de los partidos neoperonistas a las iniciativas del gobierno y la receptividad del sindicalismo local al liderazgo de Celestino Gelsi parecían dar forma al anhelado proyecto integracionista. Las características de la integración en suelo tucumano distinguieron al gobierno provincial de la titubeante posición de Arturo Frondizi, alimentando un imaginario que identificó a Tucumán como uno de los epicentros de la referida estrategia en el ámbito nacional.
En ese marco, las impugnaciones irradiadas desde el peronismo y las filas provinciales de la UCRI crecieron en intensidad. La integración desafió a la dirigencia partidaria desde diversos ángulos; no solo minó la prioridad reclamada por el partido a la hora de proveer cuadros de gobierno, también patentizó un cuestionamiento al papel privilegiado de la UCRI en la interlocución con el Estado provincial. No fue azaroso, en tal sentido, que un núcleo de dirigentes territoriales reivindicara las prerrogativas del partido a la hora de influir en la marcha del gobierno. Alentada desde las bases, la impugnación ucrista a la política de integración resonó con fuerza a lo largo de 1958. Por su parte, la fragmentación del peronismo y la ausencia de liderazgos reconocidos favorecieron la estrategia del Gobernador, debilitando a los sectores que, en nombre de la ortodoxia doctrinaria de la UCRI, rechazaron un acercamiento al movimiento derrocado en 1955.
A partir de 1959, diferentes factores confluyeron en el deterioro de los lazos entre la UCRI y el peronismo, proceso cuyo correlato fue el repliegue de la integración en el ámbito nacional. Los sucesivos quiebres producidos en las bases de apoyo del gobierno, a raíz de las medidas en materia educativa y petrolera, el Programa de Estabilización de la economía y el deterioro de las relaciones con el sindicalismo, en un contexto de concesiones a las Fuerzas Armadas, represión de las protestas obreras y desplazamiento de los sectores dialoguistas con el peronismo, debilitaron la estrategia integracionista a lo largo del país. En Tucumán, el Programa de Estabilización provocó una crisis de magnitud en la actividad azucarera y socavó las alianzas entre el sindicalismo y el gobierno provincial. En ese marco, la reversión parcial de la fragmentación del peronismo, embanderado bajo una renovada oposición al gobierno, y la publicidad del pacto Perón-Frondizi minaron la política de integración y resintieron los acuerdos previos. En un escenario de creciente injerencia de las Fuerzas Armadas en la marcha del gobierno, el gelsismo priorizó la conquista de márgenes de estabilidad política por sobre la preservación del vínculo con la dirigencia peronista. El desplazamiento del gobernador cordobés Arturo Zanichelli, cultor de una política de conciliación similar a la pregonada por Celestino Gelsi, llevó a que el perfil integracionista deviniera una pesada carga para el mandatario tucumano, que desandó el impulso inicial.
En definitiva, el proyecto gelsista, de construir una organización de bases populares que contenga en su seno a la dirigencia peronista, quedó a medio camino. Estos procesos no invalidaron la construcción de acuerdos localizados y la aparición de organizaciones peronistas en apoyo a Celestino Gelsi, como se visibilizó en las elecciones de 1960 y 1962. Tales expresiones de la política integracionista reafirmaron la complejidad del proceso de recepción de los lineamientos de las cúpulas en las escalas inferiores del entramado partidario. Definida de manera difusa por la conducción nacional y adoptada bajo múltiples formatos por las autoridades provinciales, la integración alentó un amplio abanico de prácticas a nivel de las bases. Esta dimensión revela una faceta novedosa en las modulaciones que asumió el ensayo integracionista a lo largo del territorio argentino.