Señor Editor:
El actual escenario sociodemográfico mundial, caracterizado por un aumento de la esperanza de vida y una población cada vez más envejecida, ha traído como consecuencia el aumento de enfermedades neurodegenerativas, entre ellas el Parkinson. Actualmente esta patología constituye el segundo trastorno neurodegenerativo más común después de la enfermedad de Alzheimer, afectando a una de cada cien personas mayores de 60 años1.
El Parkinson es una enfermedad progresiva, etiológicamente heterogénea y multifactorial, caracterizada principalmente por una tríada motora que, clínicamente, se expresa con temblor en reposo, rigidez y enlentecimiento de los movimientos (bradiquinesia) o incapacidad de iniciar los mismos (acinesia). Adicionalmente, y en etapas más tardías, se observan alteraciones en la postura y la marcha2,3.
Se sabe que la alteración patológica que subyace a la enfermedad de Parkinson es la pérdida de las neuronas en el área ventral de la pars compacta de la sustancia nigra del mesencéfalo, responsables de producir la dopamina; un neurotransmisor que actúa en el estriado, modulando el movimiento y el tono muscular. Es de causa desconocida, pero existe consenso respecto al papel que jugaría la interacción de factores ambientales y genéticos4.
Un reciente estudio publicado en “The Lancet Neurology”, que incluyó 94 estudios de prevalencia, 34 de incidencia y 10 estudios de riesgo de mortalidad en diferentes zonas geográficas del mundo; concluyó que, a nivel global, la prevalencia de la enfermedad de Parkinson se ha duplicado en los últimos 26 años, pasando de 2,5 millones de personas (IC 95% 2,0-3,0) en 1990 a 6,1 millones (IC 95% 5,0-7,3) el año 20165.
Esta investigación, reportó además que la enfermedad de Parkinson fue causa de 211.296 muertes en el mundo el año 2016 y responsable de 3,2 millones de años de vida ajustados por discapacidad (DALYs). En relación con el año 1990, la mortalidad y DALYs registrados en el 2016 fueron 2,6 y 2,5 veces mayor, respectivamente. Este aumento no se explica únicamente por el aumento en el número de personas mayores y, por ende, por el aumento de la esperanza de vida de la población, ya que las tasas estandarizadas por edad también aumentaron en la mayoría de las regiones5. El estudio también destaca que la prevalencia de Parkinson en el 2016 fue 1,4 veces mayor en hombres que en mujeres y que su aumento estuvo asociado al nivel socioeconómico de la población, donde países con un mayor ingreso per cápita (industrializados) han sido los que han experimentado los mayores aumentos en la prevalencia y mortalidad asociada a la enfermedad5.
Considerando la rápida transición epidemiologia que ha experimentado la población chilena, y el aumento en la esperanza de vida que sitúa a Chile como uno de los países más longevos de Latinoamérica, es relevante describir el escenario epidemiológico de la enfermedad de Parkinson, con el fin de orientar políticas de salud pública para la prevención y tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, las cuales presentan un fuerte vínculo con el actual envejecimiento de la población chilena. En este contexto, el estudio indica que entre el periodo 1990-2016, las muertes atribuidas a Parkinson aumentaron en 16,5% y la prevalencia en 19,9%, situando a Chile como el país Latinoamericano que registra el mayor aumento en la prevalencia de esta patología, seguido por Paraguay, El Salvador, Honduras y Guatemala, mientras que los países que reportaron el menor incremento en la prevalencia fueron Argentina, Cuba y Uruguay (Figura 1). En relación al número de muertes atribuidas al Parkinson, Chile se sitúa en la 5ta posición después de Paraguay, Haití, Bolivia y Honduras (Figura 1)5.
Los autores del extenso informe5 sugieren, que si bien el envejecimiento de la población es un factor importante que contribuyó al aumento del Parkinson, también existen otras posibles razones que explicarían su aumento, como la duración de la enfermedad asociada al aumento de la esperanza de vida (lo que se relaciona con los avances diagnósticos y terapéuticos y una mejor educación sanitaria de la población) y a posibles factores de riesgo ambientales relacionados con la creciente industrialización; lo que ha sido confirmado por varios estudios6,7. Esto explicaría que diferentes países hayan experimentado diferentes tendencias debido a las diferencias en el entorno físico o social, lo que también ha sido ratificado por otros estudios3,8,9. Otro posible factor que explicaría el aumento de la patología según el estudio5, es la disminución de las tasas de tabaquismo, ya que el riesgo de desarrollar Parkinson aumenta en personas que han dejado de fumar. Si bien no hay claridad en los potenciales mecanismos que expliquen como el tabaquismo se asocia a un menor riesgo, hay estudios que sugieren que el abandono del tabaquismo podría ser una de las razones en el alza en la prevalencia de Parkinson10.
Al ser el envejecimiento un fenómeno global; los hallazgos reportados en relación con esta tendencia epidemiológica deberían servir de base para seguir avanzando en la toma de decisiones en el ámbito de la salud pública en nuestro país; ya que, si bien la enfermedad de Parkinson está cubierta por el Sistemas de Garantías en Salud (AUGE), el programa no considera terapias que contribuyan a fortalecer aquellas capacidades que se van deteriorando a medida que avanza la enfermedad, de tal forma de reducir la carga asociada a las enfermedades neurológicas comunes en una población que envejece.