Introducción
Durante las últimas décadas, los estudios sobre las élites han mostrado un importante incremento, especialmente en América Latina (Cárdenas, 2020). Uno de los tópicos más analizados por esta ola de nuevas investigaciones ha sido la relación entre educación y pertenencia a la élite (Quaresma y Villalobos, 2018; Rentería et al., 2020; Gessaghi, 2016). En Chile, estudios recientes han confirmado la estrecha correlación entre la asistencia a determinados espacios escolares y la pertenencia a las élites empresariales, culturales, intelectuales o políticas (Atria et al., 2020; Pérez et al., 2018; Zimmermann, 2019; PNUD, 2017; Villalobos et al., 2020). Respecto a estas últimas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile (2017) evidenció cómo cerca del 75% de los ministros, el 60% de los senadores y más del 40% de los diputados del periodo 1990-2016 asistió a colegios de élite, estudió carreras universitarias de élite, o ambas cosas.
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre este tema han buscado describir la magnitud y efectos de la concentración de la élite en las instituciones educativas, indagando en cómo estos espacios producen y reproducen la élite del país. Sin embargo, han sido menos exploradas las dinámicas de socialización política que ocurren al interior de las instituciones universitarias de élite, foco principal de este artículo. Utilizando como caso paradigmático la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (FEUC), este artículo indaga en las estrategias de socialización, construcción de redes y los procesos de aprendizaje utilizados por estudiantes en la política universitaria de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) en la última década. Partiendo de las nociones de capitales de Bourdieu (2001, 2011) y su aplicación en el campo político (Joignant, 2019), el artículo muestra cómo las universidades de élite no son solo un espacio de formación profesional, generación de credenciales futuras o construcción de conocimiento, sino también, un espacio de aprendizaje político altamente exigente, que permite a un grupo reducido de estudiantes pasar desde la política universitaria a la élite política nacional.
Profundizar en la socialización política en espacios educativos de élite resulta interesante por tres motivos. En primer lugar, porque el tránsito entre la dirigencia universitaria en espacios de élite a la política nacional en Chile pareciera ser nítido y relevante. De la Maza (2013), por ejemplo, evidenció que el 44% de los miembros de la élite política pertenecieron previamente a organizaciones estudiantiles, llegando el 80% de ellos a ser dirigentes de las mismas. En el caso de la dirigencia de la Pontificia Universidad Católica, un 55% de los dirigentes estudiantiles posteriormente ocuparon cargos en la élite política (Lobos, 2014). En segundo término, hay evidencia de que el tránsito entre dirigencia universitaria y élite política implica el despliegue de un capital específico: el capital político (Joignant, 2019). Este capital, que incluye la puesta en práctica de habilidades políticas -como el conocimiento de las reglas del campo, sus formas de lucha y los procesos de negociación-, es un componente fundamental para el ejercicio decisional de la élite política. Entender cómo se construye este capital es, por lo tanto, un segundo motivo de la relevancia de este análisis. Finalmente, el artículo se focaliza en un espacio específico: los estudiantes de la PUC. Esta casa de estudios, que ha tenido un rol fundamental en la formación de la élite chilena (Brunner, 2012) y un sello históricamente conservador, alberga una organización estudiantil que se ha diversificado en las últimas décadas, transformando este espacio en una arena más transversal y con múltiples influencias, aunque manteniendo su rol como articulador de la futura élite política del país. Entender cómo han operado estos cambios y su impacto en la configuración de la élite chilena es un tercer motivo para desarrollar este artículo.
Para responder a dichos objetivos, este trabajo se articula en seis secciones, además de esta introducción. La segunda sección presenta y describe los lineamientos conceptuales, focalizados en la teoría de los capitales de Bourdieu, su aplicación al campo político y la relación de estos conceptos con las universidades de élite. La tercera sección describe el caso estudiado, dando cuenta de la trayectoria de la institución y de su organización política estudiantil. La cuarta sección presenta los elementos metodológicos del estudio, describiendo las técnicas de investigación usadas y formas de análisis desarrolladas. La quinta sección describe los resultados de investigación, organizados en cuatro apartados: i) la trayectoria de socialización en la política universitaria; ii) el proceso de activación de las redes; iii) los aprendizajes ideológicos y prácticos que se apalancan al proceso de socialización; y iv) las particularidades de la PUC como laboratorio de la política nacional. Finalmente, la última sección presenta algunas conclusiones del estudio.
La teoría del capital político en el espacio universitario de élite. Una aproximación conceptual
Conceptualmente, partimos de las nociones de Bourdieu (2001, 2011, 2015b) sobre habitus y capitales. Por una parte, el habitus se entiende como el sistema de disposiciones duraderas y transferibles que constituyen un conjunto de principios organizadores de las prácticas y representaciones de los sujetos. Para Bourdieu (2001), estos principios se despliegan en diversos campos sociales, siendo recursos, conocimientos, aptitudes y disposiciones que circulan, se transmutan y/o se acumulan en las distintas esferas sociales.
Dado el carácter transmutativo y acumulativo de estos recursos, Bourdieu (2001, 2011) describe la existencia de múltiples capitales, como los económicos, sociales o políticos. Aunque transferibles de un campo a otro, estos capitales serían analíticamente distinguibles entre sí. Una aplicación de esta idea al campo político la realiza Joignant (2019). A través de un análisis conceptual, el autor describe las instancias que permitirían al agente aprender el know how del campo político, distinguiendo cuatro acciones: el ejercicio de la política profesional, la lucha política, la negociación política y el acatamiento de las reglas políticas (Joignant, 2019). De esta forma, el capital político se podría definir como el fruto del trabajo para crear un valor que ilumina a una persona, siendo, por lo mismo, una dimensión simbólica que expresa el peso de esta persona en el espacio político.
Ahora bien, es importante mencionar que la construcción de los capitales en general y del capital político en particular no se dan en el vacío. Así, cada espacio social codifica de forma particular los capitales, definiendo sus propios procedimientos y regulaciones, moldeando la morfología del campo, y otorgándole un carácter dinámico (Joignant, 2019). Relacionado con nuestro tema, Bourdieu (2015b) muestra cómo las instituciones de educación superior de élite se relacionan con la estructura de poder por dos vías: por un lado, entregando capitales institucionalizados en forma de diplomas; y, por otro, propiciando experiencias que permiten la formación de distintos capitales. Por ello, las universidades de élite (Bourdieu, 2001; Van Zanten et al., 2015) pueden ser consideradas como un espacio central de producción del capital político por dos motivos.
En primer lugar, las universidades de élite desarrollan discursos y prácticas que buscan construir una identidad o ethos institucional (Khan, 2012), que intenta impregnarse en los estudiantes que asisten a ellas. Para Bourdieu (2015b), este ethos corporizado permite desarrollar un espíritu de cuerpo, definido como un cierto estilo de vida “captable en sistemas coherentes y distintivos de referencias y valores éticos o políticos” (Bourdieu, 2015b, p. 252). Como han mostrado algunos estudios empíricos (Salverda, 2013; Larsen y Ellersgaard, 2018), este espíritu de cuerpo es relevante en la configuración de la élite política, ya que los contactos previos, las formas de actuar y los gustos sociales adquiridos en la universidad de élite permiten establecer conexiones y obtener ventajas en el juego político futuro.
En segundo término, las universidades de élite tienden a ser verdaderas ‘incubadoras’ de la futura élite. Dada la alta concentración de alumnos de clases altas, la propensión a una formación con un fuerte sentido de liderazgo, la incorporación de habilidades cosmopolitas y gerenciales, y el desarrollo de redes con espacios de poder (Bloch et al., 2018), las universidades de élite tienden a concentrar a la dirigencia política de los países. Por ello, los estudiantes de estas instituciones pueden acceder, desde los primeros años, a acciones claves del ejercicio político, como la ocupación de posiciones formales de autoridad, el manejo de la reputación y del poder, así como el desarrollo de incidencia política y la toma de decisiones (Espinoza, 2010; González-Bustamante, 2016).
A pesar de sus similitudes, las distintas universidades de élite tienden a construir perfiles diferenciados en función de su misión, objetivos y valores. En Chile, los estudios sobre universidades de élite han mostrado la existencia de dos grupos diferenciables: un grupo de instituciones privadas, relativamente nuevas (como la Universidad Adolfo Ibáñez, la Universidad del Desarrollo o la Universidad de Los Andes), focalizadas en integrar a los miembros de la élite económica y, en menor medida, social; y un grupo de universidades tradicionales y prestigiosas (especialmente, la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile), focalizadas en acoger a las élites políticas y sociales del país, y en algunas carreras, como Ingeniería y Economía, también a las élites económicas (Brunner, 2012; Villalobos et al., 2020). Considerando esta diferenciación, este último grupo de instituciones parece más interesante para analizar los procesos de producción y reproducción de la élite política, tal como han realizado estudios previos (Brunner, 2012; Lobos, 2014; Espinoza y Madrid, 2010).
La Pontificia Universidad Católica de Chile y la reproducción de la élite política
En este artículo, nos concentraremos en entender el proceso de producción y reproducción de la élite política en una de las dos universidades de élite más tradicionales del país: la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Fundada en 1888, la PUC nace como espacio de producción de conocimiento de y para la élite conservadora, haciendo frente a la disputa entre Estado e Iglesia a mediados del siglo XIX. Históricamente, la PUC ha lidiado con la tensión entre, por una parte, su profesionalización e internacionalización y, por otra, la mantención de su sello católico (Bernasconi, 2011). Fundada en agosto de 1938 y en funcionamiento a partir de 1940, la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC) es durante las primeras décadas una institución con poca incidencia y centrada principalmente en problemas internos. Sin embargo, desde los años sesenta -y en sintonía con la época-, la FEUC se convierte en un espacio central de producción de dirigentes políticos.
Así, hacia finales de los sesenta y en el marco de la reforma universitaria, la política estudiantil universitaria de la PUC incluye a dirigentes políticos que buscaron conciliar marxismo y cristianismo, y que posteriormente fueron cuadros dirigentes del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Izquierda Cristiana (Brunner, 1985; Garretón y Martínez, 1987; San Francisco, 2017). Además, durante estos años comienza a gestarse uno de los movimientos políticos juveniles más importantes de las próximas décadas: el Movimiento Gremial (MG). Organizados a partir de ideas como la autonomía social de cuerpos intermedios, la libertad personal y la defensa del capitalismo y la propiedad privada (Valdivia et al., 2006; Muñoz, 2017, 2018; Del Pozo, 2018), el MG es un grupo altamente crítico al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, constituyendo, posteriormente, un núcleo juvenil activo para la implementación de las políticas neoliberales desarrolladas durante la dictadura (Muñoz, 2017). Aunque su rol en la FEUC tiende a limitarse hacia finales de los ochenta, el MG sigue siendo un actor relevante durante la posdictadura en la PUC y en el país, especialmente a través de su estrecha conexión con partidos políticos como la Unión Demócrata Independiente (UDI) y think tanks como la Fundación Jaime Guzmán (Muñoz, 2017; Arqueros, 2020).
Desde el retorno a la democracia, los liderazgos políticos estudiantiles en la PUC se diversifican, presentando una alternancia entre la centroizquierda y centroderecha (Miranda et al., 2016). Además, la FEUC cobra relevancia a nivel nacional en la última década al alero del movimiento estudiantil del 2011, lo que hace que entre 2011 y 2016 una serie de dirigentes terminen en puestos de influencia política directa o indirecta (Palacios-Valladares y Ondetti, 2019). Adicionalmente, durante esta década la PUC es la cuna de la formación de nuevas organizaciones políticas estudiantiles, como Nueva Acción Universitaria (NAU), así como de otros movimientos de izquierda extraparlamentaria, como Crecer y Surgencia (Miranda et al., 2016; Espina et al., 2019). En los últimos años, movimientos más horizontales y con demandas extraestudiantiles (como el movimiento feminista en 2018 y el movimiento social de octubre de 2019) debilitan el accionar de la FEUC (y de otras dirigencias estudiantiles emblemáticas) y potencian otras formas de acción política (Palacios-Valladares, 2020), aunque sin que pueda hablarse (aún) de un cambio en la centralidad de esta organización.
Metodología
Partiendo de la premisa de que lo real es relacional (Bourdieu, 2002), el estudio se desarrolla desde una perspectiva cualitativa, a través de dos fases paralelas de investigación. En ambas fases, se buscó que los sujetos desplegaran su subjetividad, hablando de conceptos y subconceptos, y explicando cómo enfrentan sus circunstancias (Flick, 2014), buscando así analizar cómo los sujetos aprehenden y reflexionan sobre los procesos de socialización, transmisión de aprendizajes y disposiciones del propio campo.
La primera fase se focalizó en entender la formación de redes en el espacio universitario.1 Siguiendo los trabajos de Lozares (1996) y Martins (2009), las redes dan cuenta de lazos que se construyen en contextos movilizando recursos, capitales e información, siendo un elemento que facilita o dificulta el acceso a oportunidades, tal como profundizan en detalle Burt (2005) y Wasserman y Faust (2013). En nuestro caso, utilizamos un enfoque cualitativo del estudio de las redes (Hollstein, 2011; Bellotti, 2016; Tubaro et al., 2016), lo que implica recolectar datos de las interacciones en torno a las interpretaciones del actor, sus sistemas individuales de relevancia y sus orientaciones de acción (Hollstein, 2011). Aunque este enfoque del análisis de redes permite entender en profundidad la dinámica detrás de la conformación de las organizaciones estudiantiles, también presenta algunas limitaciones, ya que la definición misma de la red es construida por el/la entrevistado/a, siendo este quien decide dónde termina la relevancia de sus redes, lo que limita la capacidad de comparación entre distintos grupos y agentes (Heath et al., 2009) y dificulta el análisis estadístico de redes sociales, aunque sí permite la construcción de grafos.
La segunda fase utiliza un enfoque biográfico para el análisis de las trayectorias y aprendizajes políticos. La investigación biográfica reúne un conjunto de técnicas (Cornejo, 2006) que permiten entender las trayectorias de los sujetos, organizando acciones, motivaciones y actores alrededor de significados que estructuran la experiencia en el tiempo (Bernasconi, 2011). En nuestro caso, el enfoque biográfico buscó entender el proceso de socialización política, permitiendo observar cómo distintas instancias de la historia de vida permitieron formar políticamente a las personas, con un énfasis especial en las vivencias universitarias. De esta manera, se recorrió con los entrevistados su historia de vida, estableciendo relaciones y vínculos con otras personas, buscando así realizar una relación entre hitos, aprendizajes y redes de cada una de las etapas, y entender cómo estas afectaban el proceso de toma de decisiones.
Ambas técnicas fueron aplicadas entre mayo y octubre de 2019. Los datos se recolectaron mediante entrevistas episódicas y apoyadas con sociogramas, para recolectar la información sobre las redes sociales.2 En total, se recolectó información de diez casos (personas). Los entrevistados fueron seleccionados a través de una muestra intencionada, focalizada en candidatos y miembros de la FEUC, estructura formal estudiantil más importante de la PUC. La muestra seleccionada buscó incluir diversidad en torno al género y orientación política, integrando movimientos de izquierda, centroizquierda, centroderecha y derecha que han participado de la discusión política en la PUC en la última década. Se recolectó información de actores partícipes en la FEUC entre 2016 y 2019. Cada actor seleccionado fue entrevistado, por lo menos, dos veces.
Considerando que las emociones, pensamientos e interpretaciones organizan la experiencia (Chase, 2005; Kohler, 2008), los datos se analizaron como construcciones personales de experiencias y redes propias del despliegue de este habitus en formación. Así, se reconstruyó temáticamente la cronología y los acontecimientos de los entrevistados, siguiendo un análisis temático de los relatos (Bernasconi, 2011; Gibbs, 2012). Además, las redes fueron traspasadas a un grafo, utilizado para triangular el resto de la información recolectada. De esta forma, se buscó identificar los significados sobre las redes y su relación con las dimensiones de formación política.
Resultados
La información levantada se organizó en cuatro apartados de resultados. La primera sección muestra cómo el proceso de socialización política se realiza de manera escalada y exponencial de integración en el campo político. La segunda sección describe el rol de las redes en el proceso de formación política, el cual tiende a ser diferenciado de acuerdo a la orientación política. La tercera sección se focaliza en los aprendizajes políticos, tanto ideológicos como prácticos, que se despliegan en el proceso de socialización. La cuarta sección reflexiona sobre la idea de socialización política, entendiéndose la PUC como un laboratorio de aprendizajes para la política nacional futura.
La socialización política vertical y horizontal. Un proceso escalonado e inductivo
Un primer resultado se relaciona con el proceso de socialización política en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Al respecto, distintos entrevistados mostraron que este proceso se entiende como un proceso paulatino y escalonado, que atraviesa los distintos niveles de representación estudiantil. El nivel más básico de representación es desarrollado en los centros de estudiantes de cada carrera. Aunque existen distintas formas de participación -algunas más indirectas y representativas, otras más asambleístas-los entrevistados coinciden que esta suele ser la primera etapa de participación en su carrera política:
Yo entré el 2012, […] participé de unos trabajos voluntarios, algo que yo nunca había hecho en mi vida, pero a la universidad entré con muchas ganas de hacer cosas nuevas, y el segundo semestre también, además de juntarme con gente de este movimiento político, me junté con gente que tenía ganas de armar un proyecto de Centro de Alumnos. (Caso 7: Hombre, Movimiento Gremial, Ingeniería Comercial)
En un segundo nivel de representación están los Consejeros Territoriales. Este es un cargo donde las personas representan a un conjunto de carreras en el Consejo de Federación, la instancia máxima de representación. A diferencia de la representación por carrera, este es visualizado por los entrevistados como un cargo mucho más político, por lo que tiende a ser un paso muy importante para quienes buscan seguir una carrera en la política universitaria.
No puedes dejar de hacer las cosas por miedo porque a mí lo que más me daba era miedo, […] eso me hizo tirarme a Consejera Territorial que igual es un cargo que te hace aprender mucho dentro de la política universitaria y llegué a ser presidenta. (Caso 3, NAU, Mujer, Arquitectura)
Posteriormente, encontramos dos cargos que resultan los más importantes en la representación estudiantil de la PUC. Por una parte, está el Consejero Superior, cargo unipersonal que se elige una vez al año para toda la universidad y que representa a los estudiantes en el Consejo de la Universidad, con un foco en la labor de fiscalización académica. Finalmente, y en una especie de cúspide del proceso de socialización política, está la participación en la directiva de la Federación de Estudiantes de la PUC. Este es el grupo que dirige la representación estudiantil de la Universidad, y está compuesto por una presidencia, una vicepresidencia, una secretaría general y secretarías ejecutivas. Lógicamente, la presidencia de la Federación resulta el cargo más importante de representación política, con alta visibilidad pública y mediática.
Yo creo que ese fue mi enfoque personalmente [en el cargo de presidente de la directiva]. No ser una persona radical, moderarse más de lo que uno piensa para hablar, cosa de que le haga sentido, como tener sentido común, ese es el concepto que se ocupa […] yo creo que uno lo ve cuando está ahí, que es lo más importante que puedas hacer, porque probablemente es uno de los puestos más importantes que vas a llegar en tu carrera política. (Caso 2, NAU, Hombre, Ingeniería)
Aunque entendido como un proceso jerarquizado, la socialización entre los distintos niveles de representación es continua, permitiendo interacción entre estos. En términos formales, el mayor espacio de interacción se produce en el Consejo de Federación, donde, entre los órganos directivos y ejecutivos, se organizan acuerdos y decisiones. La existencia de este órgano resulta una instancia muy importante en la experiencia de socialización política, ya que implica enfrentarse a facultades y opositores políticos, ser cuestionados y fiscalizados:
[La izquierda] fue una oposición muy agresiva, muy violenta, muy destructiva […] los hincharon por todo, bueno, destituyeron a Sande [presidente de la FEUC] de la vocería del Confech, le hicieron la vida imposible en la FEUC. […] siento que no nos dejaron avanzar en más cosas, porque fueron realmente unos gallos que, como dice el presidente, nos negaron el [sic] sal y el agua. (Caso 7, Hombre, Movimiento Gremial, Ingeniería Comercial)
Además de este proceso de inserción al juego político, la construcción institucional de la política estudiantil representada en la PUC está formalmente direccionada, pues los estatutos de la FEUC (2005) indican que los miembros de la directiva no deben solo responder a sus orientaciones, sino representar estudiantes y defender los intereses de todos los estudiantes, así como representar a la universidad en la política estudiantil nacional, lo que implica un constante proceso de socialización política horizontal, que debe considerar a las distintas fuerzas y sensibilidades políticas juveniles.
El rol diferenciado de las redes en el proceso de formación política
La centralidad de las redes en el proceso de formación política constituye un segundo hallazgo de investigación. Para analizar este aspecto, las Figuras 1 y 2 muestran los grafos elaborados a partir de cada una de las entrevistas con cada uno de los/as entrevistados/as, incluyendo la medida de densidad de la red, que mide el grado de conectividad global de la red. Los grafos se organizan en redes egocéntricas, donde el nodo negro central corresponde a los entrevistados, mientras que los otros nodos corresponden a los actores involucrados en el proceso de socialización política descrito por el entrevistado. Aunque en términos cuantitativos (por ejemplo, a través de los niveles de densidad) las redes tienden a ser homogéneas, las características cualitativas de cada caso muestran interesantes diferencias.
Un primer elemento que llama la atención es la diferencia en el tipo de redes de acuerdo con el género, ya que las redes de dirigentas tienden a tener menos nodos que las redes de dirigentes (13,2 nodos versus 19,6 nodos). Coincidente con el tamaño, la densidad de las redes de las entrevistadas tiende a ser superior a la de los hombres en promedio (0,58 en los casos femeninos y 0,49 en los masculinos), probablemente dado que, al presentar más nodos, las posibilidades de que todos los miembros de la red se conozcan es más baja. Varias entrevistadas dieron a entender que existen sesgos asociados a ciertas valoraciones sobre el rol de las mujeres en política, las que serían evaluadas de manera más ‘emocional’ (Caso 1, 3 y 5). Esto es coincidente con lo observado en campañas electorales nacionales, donde los hombres y mujeres son evaluados de forma distinta mediante un sesgo hegemónico y masculino de performance (Niven, 2008; Adamo et al., 2014), y también está en concordancia con lo indicado por Madrid (2016) en un estudio sobre la masculinidad en colegios de élite.
En segundo lugar, los resultados muestran que las redes están diferenciadas según la orientación política del estudiante. Aunque en ambos casos las redes se construyen con foco en la carrera y los movimientos políticos, en el caso de la centroizquierda, la universidad y la socialización que se desarrolla en estos espacios tiene un peso relevante, sirviendo de motivación para la participación política. En contraste, la familia no sería (excepto en el caso 4) un agente central en el proceso de socialización, ya sea por la ruptura con las posiciones políticas de los padres o por la poca discusión política en el seno familiar:
Mira, mi familia, es literalmente apolítica pero no como el político que se disfraza de apolítico cuando es de derecha. Es apolítica en serio. [Ahora], yo creo que, en los últimos años, desde que me metí en política, mi familia se empezó a interesar. (Caso 1, NAU, Mujer, College)
A diferencia de la centroizquierda, en la centroderecha encontramos egresados de un reducido grupo de colegios, cuyos padres (y en algunos casos, abuelos) cursaron estudios en la PUC y participan actualmente en la vida política, lo que sigue lo descrito por Correa (2004) respecto de la derecha chilena. Por ello, en los grafos se evidencia que los distintos espacios de socialización se entrecruzan de manera nítida (ver especialmente los casos 6, 8, 9 y 10). Así, las relaciones entre familia, escuela y carrera universitaria en este grupo tienden a estar relacionadas, dando distintas puertas de entrada a la política universitaria. Tal como declara un entrevistado:
Sería muy hipócrita decir que mi origen, y mi familia, mi religión, el colegio donde estudié no tienen nada que ver con cómo pienso […] Mis papás siempre me intentaron inculcar la preocupación por Chile, la preocupación por el que está al lado […] Son de los que leen el diario, columnas de opinión, ver las noticias, entonces los acompañaba en eso. (Caso 10, Movimiento Gremial, Hombre, Derecho)
Además de la familia, la escuela también es altamente valorada como espacio de socialización en la centroderecha (ver especialmente casos 9 y 10). Contrario a lo que pudiera esperarse, las protestas estudiantiles de la última década (Villalobos y Ortiz-Inostroza, 2019) son significadas como un evento histórico que da cuenta de la necesidad de involucrarse en política, constituyendo una potente motivación para integrarse a las instancias políticas, más aún en espacios tan clausurados como los que frecuenta la élite chilena (Ilabaca y Corvalán, 2020):
Me acuerdo que para el 2011 unos cabros querían apoyar la toma, nosotros fuimos a clases y los otros hicieron la cimarra, me gustaba el poder de responsabilidad con el colegio. […] Yo creo que era más conservador en el sentido que no creía que todo estuviera mal, creía que se podían mejorar las cosas. (Caso 9, Movimiento Gremial, Hombre, Derecho)
Esto, en primera instancia, nos indica que en la centroderecha se presentan redes más propias de grupos de élite, donde la familia y la escuela presentan mayor cantidad de adscripciones y cercanías ideológicas, en línea con lo indicado por Espinoza (2010). En segunda instancia, estas diferencias en las redes de socialización no son tan evidentes cuando se analiza el rol que juegan las interacciones desarrolladas durante la experiencia universitaria, ya que pareciera haber una relación entre las carreras y los movimientos políticos que media la construcción de estas redes y que es transversal (ver, por ejemplo, casos 1, 2 y 6). Así, la carrera de pertenencia es un factor determinante en la trayectoria política, debido a que ciertas carreras sirven como un lugar de reclutamiento de agentes políticos, funcionando como una ‘puerta de entrada’ de la política universitaria, que después actúan como personas de confianza que apoyan el proceso de inserción política:
Él fue una persona que me dio mi primera oportunidad, por decirlo así, entonces… siempre le he valorado eso, hasta el día de hoy se lo digo que confía en mí y para hacer algo que fue algo muy significativo, porque me hizo involucrarme mucho en el movimiento”. (Caso 8, Movimiento Gremial, Hombre, Ciencias Política)
En síntesis, las redes que se producen en el proceso de socialización política son un recurso importante para la formación política de dirigentes, siendo una fuente de continuidad, y también, de reconocimiento de los agentes en el campo político de la universidad de acuerdo a orientaciones ideológicas del agente en relación con su contexto, tal como Muñoz y Durán (2021) muestran para el caso del movimiento Nueva Acción Universitaria y la formación del partido Revolución Democrática en los últimos años.
Disposiciones ideológicas y prácticas: construyendo el sujeto político
Un tercer hallazgo dice relación con el aprendizaje político que representaría la incorporación a la política durante el periodo universitario. Al respecto, los entrevistados indicaron que su incorporación en política significa el inicio de un aprendizaje que no se limita a conocer las instituciones y reglas formales, sino que también incluye conocer historias y culturas de partidos, movimientos y fundaciones. En general, los aprendizajes organizados en disposiciones pueden ser agrupados en dos categorías: disposiciones ideológicas y disposiciones prácticas.
Respecto a las disposiciones ideológicas, estas se realizarían a través de dos vías: las escuelas de formación y las conversaciones informales. Ambos espacios permiten a los sujetos hacer críticas frente al funcionamiento del mundo y formar su pensamiento en torno a la realidad (Boltanski y Thénevot, 1999). Lógicamente, el contenido de estos aprendizajes varía de acuerdo a los movimientos. Así, por ejemplo, mientras en Nueva Acción Universitaria la discusión en torno a la desigualdad es un eje central, en el Movimiento Solidaridad es la dignidad humana desde una visión socialcristiana. Además de las diferencias temáticas, también es posible evidenciar diferencias semánticas, que dan cuenta de los condicionantes culturales de los distintos grupos. Así, para los grupos de centroderecha un eje central de orientación es la discusión en torno a ‘lo público’ y el rol de la economía en la sociedad: “Soy un convencido de que a través de una economía social de mercado los países progresan y superan la pobreza, en ese sentido, le entregan mayor bienestar a sus ciudadanos” (Caso 7, Movimiento Gremial, Hombre Ingeniería Comercial).
En contraste, en la centroizquierda el eje central de aprendizaje giraría en torno a la idea de ‘la política’ y ‘los políticos’, a través de aproximaciones sobre su propia ideología y auto-posición, tal como se observa en la siguiente cita:
En ese sentido como que trato de abarcar todo en lo que es esta idea de nueva izquierda, para tanto Latinoamérica como Chile. Que es esta posición anti-subsidiaria, anti-neoliberal, […] cuestionarse también los gobiernos democráticos que tenemos hoy en día. (Caso 5, Surgencia, Mujer, Ciencias Políticas)
Estas disposiciones implican la incorporación de esquemas de percepción e interpretación de la realidad política que se configura en este espacio (Bourdieu, 2015b). Además, los entrevistados declaran que la universidad es un espacio de aprendizaje político práctico, es decir, es un lugar de adquisición de ciertas disposiciones para enfrentar el campo político (Joignant, 2019), donde distinguimos dos tipos de disposiciones: operativas y dirigenciales. Por una parte, las operativas implican la incorporación de la racionalidad política, incluyendo la táctica, la estrategia y la maximización de beneficios propia del juego político. Esto es coincidente con los resultados de Berho (2017) sobre la FECH, donde se visualiza la construcción de similares disposiciones.
De esta manera, se desarrolla el pensamiento de la estrategia política, siendo especialmente relevante para esto los procesos de campaña electoral: armar un lema, levantar propuestas y establecer los ejes centrales de la propuesta:
Me tocó aprender mucho de campaña propiamente tal, armar un programa de federación, levantar fondos, contactar gente de 40 generaciones de gremialistas para pedirles plata para financiar la campaña, me tocó coordinar todo un sistema de hacer patio. (Caso 8, Movimiento Gremial, Ingeniería Comercial, Hombre)
El segundo grupo de disposiciones prácticas que se estructuran en el espacio universitario se relacionan con la performance política asociada al dirigente. Este aprendizaje es, básicamente, un aprendizaje mediático, relacionado, por ejemplo, al manejo en debates públicos, como la presencia en televisión, lo que exige aprender a hablar en cámara, discursar y debatir:
[…] tú eres el personaje, eso uno aprende a enfrentarse a los medios, cómo enfrentarse al público […] igual fome, te transformas en un personaje, tu personaje es estar todo el día sonriendo, saludando gente, convenciendo, haciendo patio, después estás en la tele, después estás en la radio. Es ser la cara visible de todo el equipo que está detrás, si son 50 personas. (Caso 9, Movimiento Gremial, Hombre, Derecho)
Este aprendizaje es puesto a prueba constantemente, aunque es especialmente clave en momentos como tomas o contingencias políticas, tal como ocurrió en 2018 (Osses, 2018). De esta forma, el proceso de socialización política en la universidad de élite es visualizado como una verdadera escuela de aprendizajes, que va permitiendo incorporar la forma de operar del campo político al habitus del agente (Bourdieu, 2015a), incluyendo elementos prácticos, ideológicos, operativos y performativos.
Socialización política real. La PUC como laboratorio de la política futura
Finalmente, la PUC es un espacio valorado de socialización política debido a sus características particulares en el campo educativo. La relación no confrontacional entre autoridades y estudiantes, la masividad de la FEUC, su diversidad respecto del resto de la política estudiantil y su incidencia política en el país son características que la hacen entenderse como un laboratorio (Latour, 1983) de lo político, es decir, un espacio de prueba de las actividades políticas del futuro. Por ello, los participantes de la política en la PUC se entienden a sí mismos como políticos con impacto nacional, generando señales e impactos que van más allá de la casa de estudios, tal como muestra Muñoz y Durán (2021) para el caso de Nueva Acción Universitaria, y como describe Arqueros (2020) respecto del Movimiento Gremial. Esto va generando que la dinámica política tenga ciertas características que transforman esta experiencia en un capital valorable:
No estoy jugando a ser político, sino que estoy generando algunos cambios reales dentro de mi espacio universitario, […] Cómo opinar de política universitaria o cómo opinar del tema de educación en la externa sí significa hacer ciertos cambios, porque el problema es que a la Chile y la Católica las escuchan. (Caso 2, Nueva Acción Universitaria, Hombre, Ingeniería)
Por una parte, el respeto a la autoridad es un elemento bastante valorado que probablemente responde a la historia acumulada en la institución de la FEUC. Este elemento representa, de acuerdo con entrevistados, que los liderazgos que se forman en ese espacio tienen una disposición al diálogo, a diferencia de otros liderazgos universitarios:
Lo que le da la FEUC al movimiento estudiantil es un poco de credibilidad, porque en general cuando hablas con gente del gobierno, el ministerio de Educación, saben que si es una persona de la FEUC la vocera va a haber una cuota de raciocinio. […] Yo creo que es mucho más republicana, hay un respeto republicano por las autoridades. (Caso 1, NAU, Mujer, College)
En segundo lugar, la visibilidad de la FEUC es un elemento que también se entrega como un aprendizaje consolidado y diferenciado de otros espacios. De acuerdo con los entrevistados, a diferencia de otras universidades, la PUC es un espacio de visibilidad que obliga a un proceso rápido de socialización, entregando un rol de primus inter pares respecto de otros liderazgos políticos estudiantiles, quizá solo disputable con el protagonismo de la FECH de la Universidad de Chile, y lo que podría explicar la trayectoria del movimiento estudiantil en la última década (Fleet y Guzmán-Concha, 2017):
Lo que a mí me decían los periodistas cuando me llamaban era: “En verdad te llamamos a ti porque eres una persona más seria y das respuestas más cuerdas” […] Me acuerdo que me invitaron a un matinal, y me dijeron: “Te invitamos a ti y no al de la Chile porque sabemos que eres una persona que le puede hablar a la dueña de casa que está viendo la tele en tal lugar”. (Caso 2, NAU, Hombre, Ingeniería)
La diversidad política existente en la PUC es un tercer elemento particular. Este aspecto es resaltado por todos los entrevistados, ya que implica lidiar con oposiciones organizadas que pueden dificultar el trabajo de federación, lo que se presenta como una relativa diferencia a otras universidades (Mella, 2016). Así, toma importancia la negociación, un ejercicio de similitud con la política nacional:
La Católica es un espacio muy bueno de formación sobre todo porque las mismas personas que disputan la política universitaria son los mismos que en diez años van a disputar la política nacional […] en la Chile la pelea es como entre izquierdas, en la Católica tenemos derecha, centro izquierda, entonces es mucho más completo. (Caso 5. Surgencia, Mujer, Ciencias Políticas)
Finalmente, la política universitaria en la PUC es muy similar a la política real. Así, los procesos de campaña son vivenciados como momentos de prueba de las campañas nacionales, es decir, como momentos de alto estrés y exigencias que demuestran lo que significa ser político en realidad:
En esos momentos [de campaña] no existía nada, desaparecías del mapa esas dos semanas, la familia tampoco la veías nada, pero es agotador, tenís que llegar a 14.000 personas en dos semanas. Para una candidatura de alcalde es igual de dura, pero tienes más tiempo. (Caso 9, Movimiento Gremial, Hombre, Derecho)
Vistos en su conjunto, todos estos elementos hacen que en la PUC se construya un sello distinto de hacer política universitaria a nivel nacional. De esta forma, el ‘laboratorio’ es un elemento central de la vivencia universitaria, consolidando una mirada ‘profesional’ de la política.
Conclusiones
El artículo analizó los procesos de socialización política de los estudiantes de la Pontificia Universidad Católica de Chile en la última década, reflexionando sobre cómo la estructura jerárquica de organización política, las redes sociales construidas, los aprendizajes políticos ideológicos y prácticos, y la consolidación de un sello político propio de la PUC son elementos distintivos de este proceso.
Vistos en su conjunto, estos resultados entregan luces sobre la forma de producción y reproducción de la élite política desde tres perspectivas. En primer lugar, el análisis confirma el rol de la Pontificia Universidad Católica en la formación de la élite política. Sin embargo, los resultados muestran novedades y variaciones interesantes. En contraste con una visión estática y uniforme, la socialización no opera de la misma manera en todos los movimientos y carreras, porque los recursos están distribuidos de manera diferenciada al interior de este espacio, tal como indicara Bourdieu (2002) para el caso de las universidades de élite francesas. Además, los resultados muestran que estos recursos no son propios de la institución por naturaleza, sino que se encuentran articulados con fundaciones y partidos (tanto internos como externos al espacio universitario), que contribuyen a la reproducción de este capital. Por eso, la FEUC como espacio de poder requiere de otros campos para su operación. Todo esto configura una visión de la PUC como un espacio de producción de capital político de élite, pero con diferencias internas y relaciones externas que es necesario considerar.
En segundo lugar, la Pontificia Universidad Católica, como institución, se constituye como un espacio de formación de disposiciones que facilitan la consolidación de capitales, como plantea Joignant (2019). Aunque la socialización de estas disposiciones ocurre, esta debe ser articulada mediante la activación de diversas redes sociales para permitir la acumulación de capital político. Así, la puesta en práctica de disposiciones para el juego político no se realiza en el vacío ni opera de manera formal, sino que es promovida por las redes como parte de un esfuerzo colectivo de los cuadros políticos en diversas instancias. De esta manera, las redes y las disposiciones son dos elementos inseparables de la formación política que permiten entender cómo se desarrolla el proceso (temprano) de acumulación de capitales políticos en la sociedad chilena mediante un sello particular. Este resultado, aunque requiere de mayor indagación y extrapolación, podría permitir establecer mayores conexiones entre los análisis de redes y las teorías de la reproducción social, aspecto a profundizar en próximos estudios.
Finalmente, las particularidades de la PUC como caso reflejan, en cierta medida, la centralidad de la universidad de élite como espacio de socialización diferenciado de otras universidades. Como se observó, esta ‘élite política emergente’ desarrolla importantes estrategias de cierre social que se reproducen al interior del campo político universitario, permitiendo así construir relaciones íntimas y reducidas. Así, la universidad de élite funciona como un espacio primordial para la profesionalización de la política, lo que permite profundizar en un aspecto poco explorado por la investigación sobre las instituciones educativas de élite hasta la fecha.
En síntesis, esta investigación presenta resultados interesantes para entender las conexiones entre universidades de élite y élites políticas. Como toda investigación, sin embargo, tiene importantes limitaciones. La cantidad de entrevistados/as, el foco adoptado a las perspectivas y relatos y la particularidad del caso seleccionado son aspectos que deben considerarse a la hora de analizar el conjunto de los resultados. Por ello, profundizar en las dinámicas temporales de este proceso, a través de, por ejemplo, historias de vida, o en el rol que las instituciones juegan en la socialización política (por ejemplo, a través de sus currículums), son tareas pendientes para futuras investigaciones. Asimismo, explorar cómo estas dinámicas se dan en otro tipo de instituciones de élite o, mejor aún, en instituciones de masas -con baja densidad y tradición de organización social- son también aspectos interesantes a abordar en próximos estudios.