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Universum (Talca)

On-line version ISSN 0718-2376

Universum vol.24 no.1 Talca  2009

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-23762009000100008 

Revista Universum Nº 24 Vol. 1, I Sem. 2009, pp. 128-143

 

ARTICULOS

 

 

ESTRATIFICACIÓN SOCIAL Y MIGRACIÓN INTRARREGIONAL:
ALGUNAS CARACTERIZACIONES DE LA EXPERIENCIA MIGRATORIA EN LATINOAMÉRICA
*

 

Claudia Mora
Doctora en Sociología (Ph.D.). Académica del Departamento de Sociología, Universidad Alberto Hurtado. Chile
Correo electrónico:
cmora@uahurtado.cl


RESUMEN

Este artículo presenta un análisis de la intersección entre dinámicas migratorias y patrones de estratificación social, para hacer hincapié en factores a considerar en la comprensión de decisiones migratorias, composición y circularidad de los flujos de personas, características socio-demográficas, perspectivas de integración en la sociedad receptora y las experiencias de los migrantes en el mercado del trabajo. Se sostiene que el proceso migratorio, desde la toma de decisiones de dónde, cuándo y quién va emigrar, hasta las posibilidades o limitaciones de integración en la sociedad de llegada, está cruzada por el género y la clase social y por las desigualdades sociales derivadas de estas formas de estratificación. Pero además, se plantea que en el marco del progresivo aumento de los flujos migratorios intrarregionales, emergen o se intensifican nuevos patrones de estratificación en las sociedades de llegada, como aquellos basados en características raciales o étnicas de los inmigrantes, que son percibidas, categorizadas y jerarquizadas en la sociedad receptora. Se sugiere que la atención a la multidimensionalidad de la estratificación social ilumina cómo la estructura de oportunidades generada por distintas jerarquías sociales, tiene impacto tanto en las decisiones migratorias como en las posibilidades de integración y acceso a recursos sociales de los migrantes.

Palabras claves: Estratificación social - Migración Sur - Sur.


ABSTRACT

This article analyses the intersection between migration dynamics and patterns of social stratification in order to stress different factors that need to be taken into account to better understand migration decisions, configuration of flows and its circulatory patterns, migrants' socio-demographic characteristics, chances of integrating into the host society, and their experiences in the labor market. It is argued that the migration process, commencing with decisions about where, when and who will migrate, to the possibilities or barriers to integration migrants face in the society of settlement, are permeated by inequalities of gender and social class. In addition, it is argued that in the context of increasing patterns of intrarregional migration, new forms of social stratification are emerging or intensifying. This is the case of migrants racial and ethnic labelling, perceived, categorized and placed into social hierarchies in the host society. Hence, it is suggested that paying attention to the multidimensional character of social stratification will shed light onto the ways in which opportunity structures -tied to different social hierarchies- have an impact on migration decisions, migrants' possibilities for integration, and on their life chances.

Key words: Social Stratificaction - South - to South Migration.


INTRODUCCIÓN

Los patrones migratorios contemporáneos se caracterizan por haber aumentado el número de personas en movimiento y la extensión del área geográfica que involucra estos flujos. Hoy, virtualmente no existe ningún lugar del mundo que no se vea afectado por la migración de personas en búsqueda, principalmente, de mejores condiciones económicas o de refugio político. De las ciento noventa millones de personas, actualmente viviendo fuera de su país de nacimiento (UNFA, 2006), casi la mitad está constituida por mujeres, lo que significa un importante cambio en la composición por género de los flujos migratorios mundiales, de principalmente hombres a comienzos del siglo XX, a un balance de género a comienzos del siglo XXI (Ibid).

Los movimientos migratorios no sólo se han diversificado en cuanto a su composición de género, sino también en relación a lugares de destino. De flujos principalmente desde países no industrializados hacia naciones industrializadas, desde la segunda mitad del siglo XX ha aumentado el movimiento migratorio intrarregional, donde el destino es una sociedad de mayor cercanía geográfica, social y cultural. Este es el caso de los patrones migratorios en América Latina, donde además del continuo flujo hacia Estados Unidos como principal lugar de destino, la migración a otro país dentro de la región ha llegado a representar hoy más del 10% del total del movimiento de personas. Esta diversificación de los patrones migratorios hacia países vecinos se debe, en parte, a la mayor protección de las fronteras, en particular en los países industrializados (Held et al., 2001). Los requisitos y barreras de ingreso en estos países se han transformado en un obstáculo para un alto porcentaje de migrantes. Ello, unido al costo económico de la migración, las posibilidades de trabajo generadas en algunos países latinoamericanos, y la cercanía geográfica y cultural entre los países de la región, han contribuido a cimentar este patrón migratorio (Rico, 2006).

En el caso latinoamericano, el aumento del flujo migratorio se ha presentado en conjunto con la feminización de la migración. El hecho de que en la región emigren más mujeres que hombres tiene sus raíces tanto en factores económicos como en decisiones de los actores individuales, que son generalmente adoptadas en respuesta a cambios sociales y económicos (Pessar y Mahler, 2001). A ello se une las oportunidades laborales generadas en algunos países latinoamericanos, donde han surgido nichos específicos de actividad "de inmigrantes", principalmente de mujeres, que atraen flujos laborales con calificaciones y características determinadas. El caso emblemático lo constituyen el trabajo doméstico y el comercio, que concentran a la gran mayoría de la población migrante en América del Sur, y agricultura, servicios y construcción en Centroamérica y México (CEPAL, 2006).

Otra de las características de la migración laboral intrarregional latinoamericana es que se han generado patrones de migración marcados por la circularidad de los flujos, posibilitada por la cercanía entre sociedades de origen y de llegada. La densa red de intercambio social y económico entre países, a menudo vecinos, produce un espacio social transnacional y una circularidad migratoria propia a la región. La naturaleza de esta migración intrarregional, que es mayoritariamente fronteriza, posibilita una intensa movilidad de las personas y de bienes configurando un transnacionalismo activo y que a diferencia de las migraciones sur-norte, permite desarrollar un espacio social virtualmente paralelo a la sociedad de llegada. En este marco, las expectativas de integración pueden estar limitadas, por ejemplo, a la obtención de derechos civiles básicos, como estatus migratorio regular, acceso a la salud, educación, o protección de las leyes laborales. No obstante, aun cuando se produzca un asentamiento definitivo de los migrantes fronterizos, éste está de igual forma marcado por la cercanía entre la sociedad de origen y la de llegada, que posibilita la mantención de lazos económicos y sociales efectivos y frecuentes.

Estas dinámicas migratorias intrarregionales, las características sociodemográficas, las perspectivas de integración en la sociedad receptora y las experiencias de los migrantes en el mercado del trabajo, pueden ser mejor comprendidas si se considera cómo operan distintas formas de estratificación social en la configuración del proceso migratorio. Ello porque la inmigración, vista como un proceso, desde la toma de decisiones de dónde, cuándo y quién va a emigrar, hasta las posibilidades o limitaciones de integración en la sociedad de llegada, está cruzada por el género y la clase social y por las desigualdades sociales derivadas de estas formas de estratificación (Hondagneu Sotelo, 1994). Pero además, en el marco del progresivo aumento de los flujos migratorios intrarregionales, emergen o se intensifican nuevos patrones de estratificación en las sociedades de llegada, como por ejemplo, aquellos basados en características raciales o étnicas de los inmigrantes, que son percibidas, categorizadas y jerarquizadas en la sociedad receptora. La intersección de dinámicas migratorias con patrones de estratificación social será presentada en este artículo, para hacer hincapié en los factores a considerar en el análisis de las decisiones migratorias, la composición y circularidad de los flujos migratorios, y en el éxito o dificultades de integración en la sociedad de llegada.

MULTIDIMENSIONALIDAD DE LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

La noción sociológica de estratificación social engloba una serie de dinámicas de desigualdad, derivadas de procesos de adscripción que influyen en la posición social de los individuos (Grusky, 1994). No obstante, esta diversidad de estructuras de inequidad, la estratificación ha sido estudiada, fundamentalmente, como un conjunto de procesos que determinan la desigualdad de recursos materiales y sus derivados sociales. Es así como el énfasis ha sido puesto en la influencia de la clase social sobre jerarquías sociales basadas en estatus, poder, prestigio y estructura de oportunidades. Lo cierto, sin embargo, es que distintas formas de estratificación pueden ser analizadas más comprehensivamente si se las concibe como constitutivas de un sistema material y simbólico multidimensional de jerarquías. Categorías de estratificación distintas de la clase social se entrelazan, y canalizan o determinan la desigual distribución de recursos sociales.

Estos sistemas paralelos de estratificación social se organizan de manera distinta que la clase, aunque en gran medida contribuyen a su determinación. La raza, etnicidad, y género son algunas de estas formas de estratificación que interactúan en la determinación de la clase social, pero que constituyen sistemas distinguibles y específicos de distribución de recursos sociales. Es más, algunos autores han incluso argumentado que el género y la raza son las formas de estratificación prevalentes en sociedades post-industriales, siendo las relaciones sobre la propiedad más bien un derivado de ellas (Ibid). Aún cuando este orden no siempre caracterice a las sociedades latinoamericanas, sí es posible argumentar que en la Región, distintas formas de estratificación social -clase, género, raza, etnia- intersectan y generan condiciones materiales, oportunidades y experiencias específicas a la ubicación social de los individuos dentro de estas categorías. Es así como mujeres y hombres de distintas clases sociales y grupos étnicos o raciales, enfrentan oportunidades y nivelesde acceso desiguales a beneficios sociales como trabajo, ejercicio de derechos o estatus frente a instituciones privadas y públicas, como la familia o instituciones del Estado. El acceso limitado a recursos sociales, ligado a distintas formas de estratificación, es uno de los factores que proporcionan el telón de fondo de la migración y que moldean además el perfil de la mayoría de los migrantes laborales.

El sistema de estratificación existente en la sociedad de origen no es, sin embargo, necesariamente similar al de la sociedad de llegada. Estudios sobre la experiencia migratoria, en distintas partes del mundo, dan cuenta que el arribo de los inmigrantes a la sociedad de destino, a menudo involucra un encuentro con estructuras políticas y de organización del mercado del trabajo diferentes, además de formas de estratificación social que los absorbe y categoriza de nuevas maneras (Cordero-Guzmán et al, 2001; Duany, 1998; Bashi y McDaniel, 1997; McCall, 1992). Dado que la identidad está fundada en la identidad social, es decir, en grupos sociales con un sentido de su historia y experiencia comunes (McRobbie, 1992), la inserción de los migrantes en el sistema de estratificación de la sociedad de llegada, a menudo implica un proceso de rearticulación de identidad. Los inmigrantes traen sus propias nociones de identidad ligadas al género, raza o clase social, que no siempre coinciden con las existentes en la sociedad de llegada, ya sea porque las formas de jerarquización social varían o porque sus posiciones en dichas jerarquías cambian en la sociedad de destino. La discordancia de estatus, cuando se traduce en el posicionamiento de los migrantes en jerarquías sociales inferiores, tiene un impacto mayor en las posibilidades de integración y acceso a la ciudadanía plena de los migrantes (Levitt, 2004).

MIGRACIÓN Y GÉNERO

Distintas dimensiones de estratificación social proporcionan entonces enfoques y matices para vislumbrar diversos aspectos del proceso migratorio. En una primera aproximación, el fenómeno migratorio involucra dinámicas profundamente ligadas al género de los individuos y a las desigualdades relacionadas a éste. Esta inequidad social constituye la experiencia migratoria en un sentido amplio, ya que el orden en que se emigra, el destino, y las expectativas de contribución económica y de cuidado familiar, están usualmente determinados por el género del migrante (Pessar, 2005; Pessar y Mahler, 2001; Pedraza, 1991).

Hasta hace dos décadas, la migración era considerada como un fenómeno esencialmente masculino y con una motivación predominantemente económica. Como indica Pedraza (1991), los estudios migratorios partían de la presunción que la decisión de emigrar era una prerrogativa masculina y que la migración femenina tenía como objetivo la unidad o reunificación familiar. Sin embargo, las revisiones críticas realizadas a este paradigma enfatizaron, primero, el hecho de que las mujeres han formado parte de distintos flujos migratorios individualmente -refugiados, por ejemplo- y que históricamente, han sido también iniciadoras de la emigración (Ibid). No obstante, lo cierto es que sólo en las últimas décadas la migración laboral ha marcado una fuerte presencia de mujeres en algunos países latinoamericanos, incluso sobrepasando con creces el número de migrantes masculinos. Desde 1980, los flujos migratorios entre países de la región se caracterizan por un marcado declive del índice de masculinidad, y en países como Chile y Argentina, la migración claramente se ha feminizado (CEPAL, 2006).

La feminización de los flujos migratorios intrarregionales, una característica relativamente novedosa en la migración latinoamericana, puede ser explicada por varios factores. Por una parte, está ligada a la tendencia hacia la participación laboral de mujeres de clase media, que junto con la continua responsabilidad femenina por el cuidado infantil y falta de políticas públicas de apoyo, han abierto un importante nicho para el trabajo doméstico en la región. En todos los países de la región, las mujeres migrantes se concentran en servicios, en particular el servicio doméstico (CEPAL, 2006). Estas posibilidades brindadas por algunos países latinoamericanos, a la par de la existencia de un mercado de trabajo limitado en otros, han generado patrones de feminización y especialización entre países receptores de inmigrantes -como Argentina, Venezuela, y en las últimas décadas, Chile y Costa Rica- y países emisarios de estos flujos, como Perú, Paraguay, Bolivia y Colombia (Rico, 2006).

Por otra parte, más allá de un análisis de la manera en que las mujeres participan de la migración laboral, el enfoque en los últimos años ha sido en determinar cómo las relaciones de género organizan los patrones migratorios, lo que ayuda también a vislumbrar las razones detrás de la feminización de la migración intrarregional (Hondagneu-Sotelo, 1994). Una perspectiva de género del fenómeno migratorio pone de relieve, por ejemplo, el hecho que la migración es a menudo una estrategia de sobrevivencia económica familiar, y que la decisión sobre cuándo, quién y dónde emigrar está influenciada no sólo por la edad de sus integrantes, sino que también por su género. Es así como el otorgamiento de "permisos" para partir, la alocación de recursos para emigrar, tanto como la distancia a recorrer y las expectativas de contribución a la mantención de la familia, están ligadas al género del miembro del grupo familiar (Pessar y Mahler, 2001).

La demanda y oportunidades en el mercado de trabajo del país de origen y del de destino, contribuyen también a determinar si emigran hombres o mujeres, individualmente o con sus familias, y el género influye en, si la búsqueda se realiza en sociedades industrializadas, que requieren de mayor inversión económica y cuya lejanía y barreras fronterizas dificultan el retorno cotidiano, o en países de la región, donde el costo de movimiento y cercanía posibilitan la mantención de un vínculo presencial estable. Es así como mientras los flujos migratorios intrarregionales están ompuestos principalmente de mujeres, la migración hacia Estados Unidos continúa siendo mayoritariamente masculina (CEPAL, 2006)1.

De esta manera, en la medida que las economías locales experimentan ajustes que impactan fuertemente el mercado laboral, la alternativa de diversificación del ingreso familiar a través de la emigración se hace atractiva, sobre todo considerando la imagen de estabilidad y prosperidad económica de algunos países de la región. La relativa facilidad de movimiento intrarregional determina una inversión económica muy inferior al costo de emigrar a Estados Unidos o Europa, lo que influye en el perfil socio-económico de la migración intrarregional. La posibilidad de atender urgencias y rituales familiares brindada por la cercanía geográfica y el costo, y la marcada demanda de algunos países por trabajo femenino de baja calificación, han contribuido a la determinación de un flujo migratorio principalmente de mujeres en América Latina. Este flujo se ha consolidado en el tiempo con la formación de nichos ocupacionales de migrantes, fenómeno que ocurre en gran medida por la estructura informal de reclutamiento de trabajadores. Es a través de redes de parientes, amigos y connacionales que proporcionan contactos y recomendaciones que los migrantes encuentran oportunidades laborales, lo que reproduce su segregación en ciertos tipos de empleo (Pessar y Mahler, 2001). Una vez establecidas, las redes migratorias adquieren vida propia y consolidan las características de género, nivel socioeconómico y tipo de ocupaciones de los inmigrantes (Pedraza, 2001).

MIGRACIÓN Y RACIALIZACIÓN

La concentración laboral de los inmigrantes está también relacionada a otro proceso de estratificación social: la categorización racial o racialización de los inmigrantes en la sociedad de llegada. Realizar un análisis de la manera en que grupos de migrantes específicos son categorizados racialmente significa entender que la noción de raza no está sólo referida a características biológicas que naturalmente poseen a los sujetos, sino que implica atender a la relevancia cultural que se le atribuye a ciertas características fenotípicas sobre otras. Es así como Banton (2000) argumenta que la raza es una noción ligada a una cultura y a un momento histórico específico, que ofrece una manera de interpretar diferencias físicas. Ello significa que un sujeto puede ser categorizado como minoría racial en ciertas sociedades y no serlo en otras (el caso de latinoamericanos en Estados Unidos o Europa es emblemático en este sentido). Omi y Winant (2002:123) décadas atrás analizaban la raza como un fenómeno histórico-social que "simboliza conflictos e intereses sociales refiriéndose a distintos tipos de cuerpos", sugiriendo que la creación de categorías raciales es un síntoma de tensiones sociales que se manifiestan en la raza como una diferencia "natural". Shaefer (2001), elabora la noción de raza enfatizando el carácter procesual y socio-histórico en que las categorías raciales son "creadas, habitadas, transformadas y destruidas" (2001:13). La raigambre históricosocial de las categorías raciales significa, de acuerdo a este autor, que los individuos deben navegar significados raciales e identidades incoherentes y contradictorias, ya que estos significados cambian en el tiempo y entre sociedades.

No obstante su carácter social, como argumenta Duany (1998), las nociones raciales tienen un impacto material cuando se aplican a grupos específicos, que alcanza no sólo a una posición de desventaja frente al mercado del trabajo, sino que a una exclusión de las prácticas culturales de un estado-nación (1998:166). Uno de los contextos en que pueden emerger procesos de racialización es el de la migración y el asentamiento de inmigrantes en la sociedad de destino. Cordero-Guzmán et al. (2001) plantean al respecto que el fenotipo percibido de los migrantes, su estatus migratorio, su etnicidad y origen nacional, son todos elementos que contribuyen a la creación de jerarquías raciales que los posicionan en desventaja en el acceso a beneficios y estatus social, lo que determina sus oportunidades y trayectorias de vida. En efecto, Duany (1998) muestra cómo, en el caso de inmigrantes dominicanos en Estados Unidos, por ejemplo, los nuevos inmigrantes se enfrentan con una discordancia entre su identidad racial y la clasificación que de ellos se hace en la sociedad de llegada, en un complejo sistema que articula características físicas con la clase social de los inmigrantes. Es la baja posición en la jerarquía de clase social la que también contribuye a reforzar la percepción de ciertos migrantes como "otros" raciales. La racialización que se hace de algunos flujos migratorios tiene una relevancia práctica y real en la cotidianeidad de la experiencia migratoria, que repercute en la integración de los inmigrantes en la sociedad de llegada. La categorización de inmigrantes en otros raciales posiciona a estos grupos en desventaja frente al mercado de trabajo y frente al acceso a la vivienda, que a menudo están segregadas por el origen nacional del grupo migratorio.

Respecto del trabajo, como ya se ha mencionado, la estructura del mercado laboral presenta oportunidades limitadas a grupos migratorios específicos, que no siempre se condice con el capital humano de los migrantes. Un ejemplo de ello lo constituye la discordancia entre el nivel educacional de los migrantes intrarregionales y el tipo de ocupaciones que desempeñan (CEPAL, 2006). El fenómeno de la racialización en contextos de migración, emergente en Latinoamérica, es útil para ilustrar una de las razones detrás de la concentración y segregación laboral de algunos flujos migratorios. Y es que en América Latina, la concentración laboral de grupos de migrantes en nichos de trabajo precarios es, en parte, una consecuencia de la marginalidad social que los incita a emigrar, y cuyas condiciones de exclusión se reproducen en la sociedad de llegada. Sin embargo, la segregación de los migrantes no puede ser explicada exclusivamente por la marginación o escaso capital humano, como lo sugiere el hecho que la concentración ocupacional tiende a producirse independientemente del nivel educacional relativo alcanzado por los migrantes. Como varios autores sostienen, la identificación de características "raciales" ligadas al origen nacional de los migrantes los singulariza en el país de destino como "naturalmente" capacitados para desarrollar labores de baja calificación (Cordero-Guzmán et al, 2001; Salazar-Parreñas, 2001; Duany, 1998; McCall, 1992), de manera que la ocupación proporciona un espacio donde también se reproduce la determinación de un "otro" racial.

En otras palabras, la racialización de los migrantes ocurre no sólo a través de nociones sobre características de los grupos migratorios que pueden ser promovidas por un discurso nacional(ista) cotidiano, sino que, materialmente, también ocurre a través de la identificación del trabajo precario con grupos de migrantes específicos. La ecuación de inmigrantes con ocupaciones determinadas limita además su acceso y movilidad en el mercado laboral y se traduce, en definitiva, en barreras para su movilidad social e integración (Kasinitz y Vickerman, 2001, Salazar-Parreñas, 2001; Cordero-Guzmán et al, 2001; Duany, 1998).

CIRCULARIDAD DE FLUJOS MIGRATORIOS INTRARREGIONALES Y ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

La circularidad de la migración se refiere al patrón de retorno, que emerge de la separación física, entre el lugar donde los inmigrantes ejercen el trabajo y el lugar donde mantienen la residencia familiar (Hondagneu-Sotelo, 1994). Como modelo migratorio, la circularidad está marcada por las responsabilidades familiares de los inmigrantes, que los incentiva a regresar cotidianamente a sus países de origen, creando de paso las condiciones para su limitada movilidad laboral. El asentamiento definitivo, como modelo distinto a la circularidad, es sin embargo, un estado difícil de determinar, ya que aun cuando la intención de permanecer en el país de llegada sea más o menos definitiva y la familia del migrante se haya reunificado, los lazos sociales y económicos con el país de origen permanecen y el retorno al país de origen, aunque puede ser esporádico, se mantiene como práctica migratoria habitual (Ibid).

La cercanía geográfica entre lugar de producción -en la sociedad receptora, donde se generan los recursos para el sustento familiar- y la reproducción social -en la sociedad de origen- es uno de los factores que influyen en la decisión de asentamiento definitivo en el país de destino. Y es que la posibilidad de retorno incentiva más bien un fuerte dinamismo de la circularidad migratoria intrarregional y un patrón de rotación en el empleo intenso, con pausas entre empleos para retornar al país de origen. Stefoni (2007, en prensa), ilustra este patrón para el caso de inmigrantes peruanas, que se desempeñan como trabajadoras domésticas en Chile. La rotación en el empleo es un patrón habitual en este grupo migratorio, marcado por pausas de varios meses de retorno en Perú y búsqueda de nuevo empleador al iniciar una nueva estadía en Chile. Esta falta de continuidad laboral confabula en contra de la mantención de la regularidad del estatus migratorio, lo que a su vez promueve la segmentación de estos migrantes en ocupaciones de mayor precariedad, caracterizadas por la informalidad y flexibilidad del empleo.

La circularidad migratoria que caracteriza a la mayoría de los países de la región puede ser entendida entonces como producto de la cercanía geográfica y acceso fronterizo relativamente fluido y está marcada por responsabilidades familiares. En la medida que las familias de los migrantes permanecen en el país de origen, el asentamiento definitivo es poco probable y el acceso al empleo y su duración estarán determinados por la necesidad de regresar por períodos al país de origen. Es aquí donde se vislumbra la relevancia de considerar el género como factor de análisis de los patrones migratorios de la región: las responsabilidades de género son fundamentales en la articulación del modelo migratorio, ya que la permanencia de los hijos en el país de origen, que representa la experiencia de la mayoría de los inmigrantes, implica que aunque las mujeres migrantes se transformen en el sustento económico de la familia, también deban regresar periódicamente para atender otras responsabilidades del cuidado de los hijos y del vínculo afectivo.

La circularidad migratoria particular a la migración sur-sur determina también la formación de espacios transnacionales de gran movilidad, que son un reflejo de condiciones de exclusión social que experimentan ciertos grupos de migrantes. El transnacionalismo -o espacio social que emerge entre las sociedades de origen y de destino, donde los migrantes establecen y mantienen vínculos sociales- es un rasgo común a todos los movimientos migratorios, ya que en la medida que factores políticos y económicos lo permitan, la mayoría de los migrantes mantienen relaciones sociales y económicas transfronterizas: mantienen contacto con sus familias y amigos en el país de origen, viajan para vacaciones y festividades, algunos envían remesas para cubrir las expensas familiares, celebraciones religiosas, infraestructura, etc. Sin embargo, las dificultades de integración en la sociedad de llegada generan no sólo prácticas transnacionales, sino que la emergencia de una comunidad transnacional, donde los patrones de interacción entre los migrantes y ellos con su país de origen devienen en densos lazos comunitarios (Levitt y Glick-Schiller, 2004; Faist, 2001)2.

De esta manera, mientras que la mayoría de los migrantes mantiene lazos transnacionales, caracterizados por la constante circulación de bienes, personas e información, condiciones de exclusión social en la sociedad de llegada facilitan la formación de una comunidad transnacional, un espacio social donde los vínculos entre migrantes y su país de origen se basan en la solidaridad, "alcanzando un alto nivel de cohesión social y un repertorio común de representaciones simbólicas y colectivas" (Faist, 2001: 9). La comunidad así establecida permite generar una identificación con el otro por la experiencia de una situación común de exclusión. Cuando el vínculo entre migrantes está marcado además por la proximidad e interacción cotidiana en la sociedad de llegada en un enclave inmigrante, éste no sólo opera como refugio ante experiencias de discriminación (Levitt, 2001), sino que además cumple la función de servir como punto de llegada de los inmigrantes y como red de apoyo y contactos para obtener empleo (Logan et al, 2002). Las comunidades que se forman en torno a enclaves de migrantes se mantienen "vivas"a través de redes que alcanzan ambas sociedades -de origen y destino- y que se reactualizan a través de la circularidad de sus miembros.

En este espacio comunitario, se rearticula la sociedad de origen, cimentando vínculos con la sociedad de llegada (Portes, 2005). Las redes transnacionales, que conectan a los migrantes entre sí y con sus países de origen, incluyen intercambios económicos, como el desarrollo de una comunidad de negocios que proporciona bienes y servicios a los migrantes: tiendas de comida, restaurantes, bancos y otros servicios relacionados. Comprende intercambios políticos, tal como las actividades de organizaciones en promoción de derechos humanos y migratorios, o la visita de candidatos a algún asiento público en la sociedad de origen para hacer campaña en la sociedad de acogida. Incluye además intercambios socio-culturales, como la celebración de festividades religiosas típicas de la sociedad de origen que toman una relevancia y centralidad mayor en la sociedad de llegada, etc. (Ibid).

La particular forma que adopta la comunidad transnacional, originada por la migración intrarregional, está marcada no sólo por la relativa facilidad de movimiento entre distintos Estado-nación, sino que también porque los migrantes no enfrentan un contexto socio-cultural que sea drásticamente distinto del de sus sociedades de origen (Rico, 2006): un lenguaje, religión e historia común permite el reconocimiento simbólico e institucional en la sociedad de llegada que hace la inserción laboral menos dificultosa. Sin embargo, esta similitud no los protege de situaciones de discriminación y exclusión social. La formación de una comunidad de migrantes propiamente tal, y en su expresión más tangible de un enclave territorial, es uno de los efectos de la marginalización social que muchos inmigrantes experimentan. La comunidad proporciona un "refugio" de ideas, símbolos y evaluaciones compartidas, que se traduce en la expresión de una identidad colectiva (Faist, 2001).

Esta formación de una comunidad de migrantes promueve, pero a la vez, también limita la integración en la sociedad de llegada. Como se ha sostenido, la comunidad proporciona un espacio social, que sirve de refugio frente a experiencias de discriminación, racismo y exclusión. La marginación que los inmigrantes pueden experimentar en la sociedad de llegada se contrapone con posiciones de mayor estatus en la comunidad, que es también un espacio donde surgen organizaciones de promoción y defensa de los derechos de los migrantes. No obstante, la comunidad puede reproducir patrones de estratificación y exclusión social existentes en la sociedad de origen, basados en la clase social y el género, por ejemplo, así como articular nuevas formas de jerarquización de sus miembros. La circularidad de la migración intrarregional ha desincentivado la generación de comunidades de migrantes de distintas nacionalidades, lo que también contribuye a reproducir patrones de exclusión existentes en la sociedad de origen. Como corolario a la pertenencia a sistemas de estratificación diversos, los miembros de comunidades transnacionales desarrollan identidades flexibles y, a veces, contradictorias (Levitt, 2001).

De esta manera, el dinamismo de la experiencia migratoria mantiene activos los lazos con la sociedad de origen, a la vez que promueve la articulación de una identidad transmigrante, constituida de fragmentos derivados del lugar social que los migrantes ocupan en distintos Estado-nación y en el espacio transnacional creado. La influencia de la clase social se expresa también en su articulación, dado que los recursos materiales con que cuentan los inmigrantes se relacionan con el nivel de exclusión, por una parte, y con la identificación con una comunidad o una identidad de inmigrante (Levitt y Glick-Schiller, 2001; Rodríguez, 1992). Ello implica que un análisis de la integración social de los inmigrantes debiera considerar factores socioeconómicos, además de otras jerarquías sociales, que influyen en la propia identidad y posibilidad de ser reconocido como ciudadano pleno.

CONCLUSIONES

El fenómeno migratorio plantea importantes desafíos al análisis social de sus transformaciones y trayectoria. ¿Qué constelación de factores contribuye, por ejemplo, a cambiar o diversificar las sociedades de destino? ¿Cuáles hacen que ciertos patrones sean principalmente femeninos? ¿Qué incide en las limitadas posibilidades de integración económica, social y cultural de algunos grupos de migrantes?

Este trabajo plantea que dinámicas migratorias como las mencionadas, pueden ser mejor comprendidas desde el prisma de la estratificación social como estructura multidimensional de oportunidades y acceso a beneficios sociales. Desigualdades sociales derivadas de distintos sistemas de estratificación actúan como factores impulsores de la migración, en particular, la económica, en una compleja red de oportunidades individuales bloqueadas y cambios estructurales, económicos y sociales profundos. En línea con la crítica a una visión puramente economicista de la migración, sin embargo, aun cuando el objetivo declarado de la migración sea el lograr mejores condiciones laborales, existen distintas dinámicas de exclusión que determinan quién, cuándo y dónde emigrar. Es así como un análisis de género se hace imprescindible para entender la "elección" de destino y la "inversión", que la unidad familiar realiza en el miembro que emigrará.

Claramente, desigualdades económicas fomentan la emigración y contribuyen a un perfil de migrante laboral en la región. No obstante, aunque los migrantes no son en su mayoría trabajadores profesionales o de alta calificación, sí son individuos con al menos doce años de educación (CEPAL, 2006). Es por este capital humano que resulta necesario analizar el tipo de acceso, que distintos grupos tienen al mercado del trabajo y en particular, la concentración ocupacional de ciertos grupos en trabajos "característicos de inmigrantes", de baja calificación y alta precariedad. En importante medida, la segregación ocupacional de los inmigrantes está cruzada por estereotipos y prejuicios que algunos grupos enfrentan. La literatura comparada da cuenta de la relevancia de considerar las experiencias de los migrantes en el mercado del trabajo como parte de procesos de racialización, que pueden estar emergiendo en el marco del aumento del flujo intrarregional.

La construcción de nuevas jerarquías sociales -y la rearticulación de otras existentes- es también un fenómeno emergente en la región y que amerita mayor estudio. Ello es particularmente relevante considerando que en los marcos migratorios en el hemisferio norte se ha producido, en efecto, la conformación de nuevas categorías raciales a partir de discursos nacionalistas y prejuicios individuales, que en el transcurso del tiempo, han conformado patrones de exclusión con serio impacto en la integración social y calidad de vida de los migrantes. La atención a la multidimensionalidad de la estratificación social ilumina de este modo cómo la estructura de oportunidades generada por distintas jerarquías sociales, tiene impacto tanto en las decisiones migratorias como en las posibilidades de integración y acceso a recursos sociales de los migrantes.

NOTAS

1 Los cambios económicos que restringen la demanda laboral en ciertos sectores influyen no sólo en la feminización de la migración, sino que también en las características urbana o rural de ésta. Como Stefoni (2007, en prensa) ilustra para el caso de la migración peruana hacia Chile, la bonanza económica industrial ocurrida en el norte de Perú gatilló una masiva migración rural-urbana que la ciudad no pudo contener, lo que a su vez impulsó la emigración de personas afectadas por la pobreza y marginalidad a otros países de la región.

2 Portes (2005) argumenta que experiencias de discriminación en la sociedad de llegada intensifican algunas formas de transnacionalismo, aunque sostiene que ello no se traduce necesariamente en barreras a la integración de los inmigrantes en la sociedad receptora.

REFERENCIAS CITADAS

Banton, M. "The Idiom of Race". En: L. Back y J. Solomos (editores). Theories of Race and Racism. Routledge, New York, 2000, pp. 51-63.

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Artículo recibido el 28 de enero de 2008. Aceptado por el Comité Editorial el 12 de enero de 2009.
* Proyecto financiado por FONDECYT Nº 1070818

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