Las numerosas investigaciones que desde hace casi treinta años se desarrollan en el bosque continental patagónico han permitido modelar distintas formas de ocupación y uso humano de este ambiente a lo largo del Holoceno. De modo general hay coincidencia en proponer que este uso debió implicar algún tipo de complementariedad ambiental con otros entornos más productivos, como el ecotono, la estepa o el litoral pacífico debido a las características del bosque (Arrigoni 1997; Aschero et al. 2005; Belardi y Campán 1999; Borrero y Muñoz 1999; Espinosa 2000, 2002; Goñi 1988; Hajduk et al. 2011; Silveira 1987, 1999; entre otros).
El bosque continental patagónico desarrolla un paisaje modelado por la orogenia andina y la acción glaciar que dio como resultado una topografía quebrada y numerosos valles. Se extiende a lo largo de una estrecha franja de 2.000 km de largo y 120 km de ancho promedio que presenta una gran heterogeneidad de tipos de bosque, suelos y regímenes de perturbación (Armesto et al. 1995). Los patrones regionales de vegetación reflejan gradientes climáticos N-S y O-E que producen una disminución en la riqueza de especies vegetales y en la densidad y diversidad de mamíferos hacia el S y el E (Arroyo et al. 1995).
En el área de estudio, comprendida entre el límite sur del Parque Nacional Nahuel Huapi y el límite norte del Parque Nacional Los Alerces y entre la frontera con Chile y el meridiano de 71º O (Figura 1), el gradiente de precipitaciones y el relieve determinan el desarrollo de distintas configuraciones de vegetación. En el extremo O (Parque Nacional Lago Puelo), donde las precipitaciones promedio son de 1600 mm, se encuentran especies propias del bosque valdiviano chileno (bosque lluvioso siempre verde), y a medida que se avanza al E se desarrolla plenamente el bosque mixto de Nothofagus y Austrocedrus (Faggi 1994). Este es el ambiente que domina en nuestra área de investigación cuya configuración responde también a ciertas perturbaciones naturales vinculadas con la acción del volcanismo y del fuego (Veblen et al. 1992, 1995).
En este contexto, pueden reconocerse al menos tres de las particularidades que presentan desafíos a una forma de vida cazadora - recolectora en el bosque, la escasez de presas de alto rinde, la topografía irregular y el importante desarrollo de la vegetación que dificulta el tránsito y la visibilidad de los recursos de este ambiente (Arrigoni 1997; Bellelli et al. 2003; Carballido Calatayud 2009; Carballido Calatayud y Fernández 2013; Hajduk et al. 2004; Lezcano et al. 2010; Scheinsohn 2004; Silveira 1999). Específicamente para el Holoceno Tardío, se han propuesto tres modalidades de uso del bosque que contemplan la existencia de estrategias de amplia movilidad entre el bosque y otros entornos, tanto sea (a) que los grupos permanecieran más tiempo en la estepa o el ecotono que en el bosque (Arrigoni 1997; Silveira 1999; entre otros), (b) que residieran de manera semipermanente en el bosque integrando el ecotono de manera regular (Albornoz y Hajduk 2006; Hajduk et al. 2004; Lezcano et al. 2010; entre otros) o, finalmente, (c) la posibilidad de grupos adaptados al bosque (Pérez y Smith 2008; Pérez 2010). Estas propuestas no son excluyentes y pueden haberse desarrollado de manera complementaria en distintos momentos y espacios ya que deben considerarse como parte de la gama de estrategias posibles de ser implementadas dentro del bosque patagónico (Carballido Calatayud 2009). La información generada en la última década ha llevado la ocupación humana en nuestra área de investigación y en áreas vecinas al Holoceno Temprano y Medio (Bellelli et al. 2013; Hajduk et al 2006; Lezcano et al. 2010). Esta ampliación de la escala temporal plantea la posibilidad de nuevas respuestas humanas a la ocupación del bosque en momentos más tempranos.
Tanto para la reformulación de los modelos de ocupación humana del bosque en momentos tardíos, como para la elaboración de propuestas que expliquen el modo en que se ocupó en momentos más tempranos, es clave el tema de la circulación o el tránsito desde/hacia otros ambientes (el ecotono próximo, la estepa y el litoral pacífico), a lo largo de la cordillera, conectando ambientes boscosos diferentes y en el interior del bosque.
En la mayoría de los contextos arqueológicos conocidos en el bosque norpatagónico se ha advertido que existe un uso complementario de materias primas líticas provenientes de distintos ambientes, algunos muy alejados entre sí (Hajduk et al. 2004; López et al. 2010; Silveira 1996). En ese sentido, es necesario explorar las distintas modalidades de obtención de los recursos líticos. Así, los artefactos de obsidiana, por sus características geoquímicas, permiten establecer, dentro de límites estadísticos, potenciales fuentes de abastecimiento y procedencia utilizadas en el pasado. De esta forma se puede acceder al conocimiento de la dinámica de ocupación humana de los diferentes espacios de la Patagonia, informando sobre aspectos relacionados con la movilidad de los grupos humanos, la circulación y el uso de esta materia prima lítica en diferentes ambientes separados por distancias variables (Bellelli et al. 2006).
En este trabajo presentamos nuevos datos sobre la caracterización geoquímica de artefactos de obsidiana provenientes de sitios arqueológicos ubicados exclusivamente en el bosque mixto de Nothofagus y Austrocedrus, en el valle del río Manso inferior (provincia de Río Negro) y en las localidades El Hoyo y Cholila (provincia de Chubut) (Figura 1). Esta información se pondrá en contexto a partir de su comparación con los resultados obtenidos en trabajos previos, en los que se determinaron distintas fuentes. Así, ampliamos la base de datos disponible, ya que hasta el momento sólo contábamos con datos de la localidad Cholila (Bellelli y Pereyra 2002; Bellelli et al. 2006). Además, comparamos los nuevos resultados con la información disponible sobre fuentes de aprovisionamiento del norte y centro de Patagonia (provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut, Argentina, y también de Chile en las mismas latitudes) (entre otros, Bellelli et al. 2006; López et al. 2009; Méndez et al. 2008-2009; Pérez et al. 2015; Stern et al. 2000; Stern et al. 2002, 2009). Esto nos permite, por un lado, discutir la distribución espacial de este material y su circulación en el interior del bosque y entre este ambiente, la estepa y el litoral pacífico. Por otro lado, estos resultados posibilitan explorar con un mayor grado de detalle la profundidad temporal del uso de obsidianas en el bosque.
Estado del Conocimiento
Hasta el momento contábamos con resultados geoquímicos para el sector sur de nuestra área de investigación que se extiende desde el límite meridional del Parque Nacional Nahuel Huapi hasta el límite septentrional del Parque Nacional Los Alerces y desde la frontera con Chile hasta la zona ecotonal y de estepa que se distribuye a lo largo del meridiano de 71°O. Dichos resultados provienen del sitio estratificado Cerro Pintado, de tres conjuntos de superficie a cielo abierto: Juncal de Calderón 1, Juncal de Calderón 3 y Los Guanacos 3 y de un hallazgo aislado, todos en la localidad Cholila (Chubut), ubicados a unos 11 km lineales entre sí (Bellelli et al. 2006). Las muestras arqueológicas previamente analizadas indican el uso de tres fuentes: Sacanana (S1), fuente secundaria localizada en el cerro Guacho en la meseta de Somuncurá, que es una de las más ampliamente utilizadas en el norte y centro patagónico y que fuera descripta por primera vez por Stern et al. 2000; Portada Covunco (PC), fuente secundaria ubicada en el curso del arroyo homónimo, con una alta presencia en sitios de Neuquén, Río Negro y Chubut, así como en un sitio ubicado en el actual territorio chileno, a escasos 70 km de la fuente (Alberti et al. 2016; Bellelli et al. 2006; Boschín y Massaferro 2014; Fernández y Vítores 2015; López et al. 2009; Pérez et al. 2015; Stern et al. 2009; Stern et al. 2012) y, finalmente, una fuente cercana a Cholila, Laguna La Larga (LL), ubicada a orillas de la laguna homónima, adyacente al límite sureste del Parque Nacional Los Alerces. En este caso se localizó un afloramiento de mala calidad para la talla y pequeños guijarros de buena calidad. Esta fuente parece haber sido utilizada de manera muy poco frecuente, a escala local o de regiones vecinas (Arrigoni 2005; Bellelli et al. 2006). Sin embargo, la cantidad de fuentes conocidas para el norte de Patagonia no se reduce a estas tres. De hecho, el trabajo de numerosos colegas durante los últimos diez años nos muestra un panorama más complejo, que sintetizamos a continuación, de norte a sur, para las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut y para Chile en latitudes equivalentes (Figura 1):
Cerro Huenul-Neuquén (CHN), fuente primaria ubicada al norte de dicha provincia, en la margen derecha del río Colorado (Durán et al. 2004); - Cerro de las Planicies/Lolog-Neuquén (CP/
LL), fuente primaria en la cima del Cerro de las Planicies y secundaria en la costa norte del lago Lolog (Parque Nacional Lanín) (López et al. 2009; Pérez et al. 2015);
Arroyo Quilahuinto y Arroyo Pocahullo - Neuquén (QU/AP) fuentes secundarias ubicadas en dos arroyos que desembocan en el lago Lácar, en las cercanías de San Martín de los Andes (López et
al. 2009; Pérez et al. 2015);
Filo HuaHum-Neuquén (FHH) fuente secundaria en un curso de agua que desemboca en el lago del mismo nombre (Pérez et al. 2015); - Paillakura - Neuquén (PK) (ex Desconocida 1 de López et al. 2009), fuente primaria ubicada en el sector centro oriental del cordón Chapelco (Pérez et al. 2015); - Meliquina - Neuquén (MQ) (ex Desconocida 2 de López et al. 2009), fuente secundaria de rodados aislados en la costa oeste del lago Meliquina y en la cuenca del río homónimo (Pérez et al. 2015); - Yuco-Neuquén (YC), fuente secundaria en una playa cercana a la localidad de Yuco, en la costa centro-norte del lago Lácar (López et al. 2009; Pérez et al. 2015);
Telsen/Sierra Chata I y II, en Sierra Negra (meseta de Somuncurá-Chubut), fuente secundaria al noroeste de Telsen, a partir de la cual se habían definido dos subtipos (T/SCI, T/SCII - Stern et al. 2000) aunque luego se determinó que el subtipo T/ SCII no correspondería a esta fuente (Gómez Otero y Stern 2005);
Meseta de Somuncurá-Río Negro o Chubut (MS1), identificada a partir de artefactos arqueológicos, de fuente aún desconocida aunque se presume que está situada en el corazón de dicha meseta (Gómez Otero y Stern 2005);
Cerro Castillo-Río Negro o Chubut (CC), también identificada a partir de artefactos arqueológicos de fuente desconocida, sobre la margen suroeste de la meseta de Somuncurá (Stern et al. 2000);
Angostura Blanca- Chubut (AB), identificada a partir de artefactos arqueológicos y de rodados de muy mala calidad para la talla presentes en el valle del río Chubut y sus tributarios (área Piedra Parada) (Bellelli et al. 2006);
Chaitén (CH 1), fuente primaria, en las proximidades del volcán homónimo en el centrosur de Chile, en la Región de Los Lagos (Stern y Curry 1995; Stern et al. 2002);
Nevados de Sollipulli (MEL), fuente primaria, al oeste del volcán Sollipulli en el centro-sur de Chile, Región de la Araucanía (Stern et al. 2008);
Cisnes (CIS), identificada a partir de artefactos arqueológicos y de rodados de mala calidad ubicados en las cabeceras del río homónimo, Región de Aisén (Chile) (Méndez et al. 20082009).
Estas diferentes fuentes pueden dividirse entre aquellas relacionadas con los volcanes calco-alcalinos activos de los Andes altos (Chaitén y Nevados de Sollipulli), los relacionados con los centros volcánicos Plioceno-Pleistocénicos ligeramente alcalinos del este de los Andes altos (Portada Covunco, Cerro Huenul, Cerro de las Planicies/
Lolog, Arroyo Quilahuinto y Arroyo Pocahullo,
Filo HuaHum, Paillakura, Meliquina, Yuco, Laguna La Larga) y, finalmente, los centros Miocénicos altamente alcalinos asociados con las lavas de retro-arco de la meseta Patagónica (Sacanana, Cerro Castillo, Telsen/Sierra Chata y la Meseta de Somuncurá).
Las Obsidianas en los Conjuntos Arqueológicos del Bosque
Una característica recurrente en los conjuntos líticos del bosque es la baja frecuencia de obsidiana. En la Tabla 1 se presentan los valores de la totalidad de la muestra lítica y los de esta materia prima para cada uno de los sitios analizados. Los instrumentos de obsidiana, además de ser muy escasos, en su gran mayoría están agotados, fracturados y sin posibilidad de continuar siendo mantenidos, o sea que han llegado al término de su vida útil, como sucede con la mayoría de las piezas excepto en dos casos en que se combinan más de un filo o punta. Los grupos tipológicos representados se limitan a las puntas de proyectil (un fragmento de limbo y uno de pedúnculo), preforma sobre lasca (una), puntas burilantes (dos, una de ellas doble y la otra acompañada por tres filos naturales con rastros complementarios), perforador (un fragmento no diferenciado), muesca (un fragmento no diferenciado), artefacto de formatización sumaria (uno) y fragmentos no diferenciados de artefactos o filos (cinco). Esta enumeración sugiere una tendencia al uso de esta materia prima para confeccionar instrumentos con puntas activas en desmedro de los filos o bordes activos, de los que sólo están representados fragmentos cuyo grupo tipológico no puede reconocerse o bien filos naturales con rastros complementarios.
Por otro lado, las dimensiones de todos los artefactos de obsidiana son muy reducidas. Por ejemplo, en los desechos de talla, los largos de las piezas enteras no superan los 3,5 cm y el rango dominante de esta medida está entre los 0,5 y los 0,99 cm, que en los sitios estratificados supera la mitad de la muestra. Así, en Paredón Lanfré el 57,14% de los desechos enteros está dentro de este rango, en Población Anticura el 66,67%, en Risco de Azócar 1 72,73% y en Cerro Pintado 54,37%. En los dos sitios de superficie, Los Guanacos 3 y 4, este rango tiene una menor representación (33,33%) debido a las técnicas de recolección que no incluyeron el uso de zaranda. Por otra parte, el índice de corteza en todas las muestras de artefactos de obsidiana no supera el 13%. Entre los instrumentos, solo en Cerro Pintado hay uno con reserva de corteza mientras que en el resto de los conjuntos no hay instrumentos con corteza en esta materia prima. Entre los desechos de talla, el porcentaje de piezas de obsidiana con corteza ronda entre el 0 y el 13%. El único núcleo en esta materia prima no presenta reserva de corteza, señal también de su estado agotado. La escasa representatividad de esta variable en los desechos de obsidiana es también una característica de los desechos de otras materias primas y, junto con lo apuntado sobre los rangos de tamaños y la alta frecuencia de desechos angulares, y la presencia de desechos de reducción bifacial y de reactivación, indican que predominaban las actividades de formatización de filos, mantenimiento y reactivación.
En síntesis, debido a la poca presencia de obsidiana en las muestras, al tamaño muy pequeño de la mayoría de los desechos de esta materia prima y a que el análisis geoquímico requiere que las piezas tengan un peso superior a 0,15 gr la cantidad que pudo ser analizada se vio limitada2.
Materiales y Métodos
De las 34 piezas seleccionadas, 33 son desechos de talla y una es el núcleo mencionado en la Tabla 1. Por las características del conjunto instrumental y por las limitaciones apuntadas más arriba, elegimos como criterio de conservación del material sólo analizar desechos de talla y el núcleo, preservando a los instrumentos. El análisis determinó que dos desechos no son de obsidiana, por lo que el número final acá presentado es de 31 desechos y un núcleo3.
Dichos artefactos provienen de tres localidades:
Valle del río Manso inferior (en adelante El Manso): en el extremo norte del área, donde determinamos 11 desechos de talla de dos sitios. Población Anticura es un sitio estratificado con arte rupestre del que provienen seis muestras, de las cuales aquí se consideran solo cuatro, porque dos de ellas no se caracterizaron como obsidianas, tal como se dijo precedentemente. La secuencia de ocupación fue datada4 entre el 8.230±110 a.p. LP-2758 y 280±40 a.p. LP-2413
(Bellelli et al. 2013; Fernández et al. 2013). Tres de los desechos analizados fueron recuperados en los niveles más modernos (entre 700±60 a.p. LP-2084 y 280±40 a.p. LP-2413) y uno en el nivel basal de la excavación. En Paredón Lanfré se analizaron cinco muestras distribuidas a lo largo de toda la secuencia de ocupación que fue datada entre 1.500±60 a.p. LP-1429 y 330±50 a.p. LP-1587. Dos de los desechos provienen de los niveles más modernos, mientras que el resto se ubica entre 1.500±60a.p. LP-1429y 790±60 a.p.LP-1607 (Bellelli et al. 2007).
El Hoyo: valle del río Epuyén, en el alero estratificado con arte rupestre Risco de Azocar 1 las ocupaciones humanas se fecharon entre 1.690±60 a.p. LP-1575 y 820±60 a.p. LP-1665. De aquí analizamos un núcleo agotado recuperado en un nivel comprendido entre 1.690±60 a.p. LP-1575 y 1.250±70 a.p. LP-1557
Cholila: en el extremo sur del área, donde analizamos siete desechos de talla recuperados en dos sitios de superficie (cinco en Los Guanacos 3 y dos en Los Guanacos 4) y 15 del alero estratificado con arte rupestre Cerro Pintado que tiene cuatro fechados radiocarbónicos (680±60 a.p. LP-1333, 1.100±60 a.p. LP-1439, 1.120±60 a.p. LP-1427 y 1.870±80
a.p. LP-1313 (Bellelli et al. 2003). Dos de las muestras analizadas en Cerro Pintado provienen del nivel fechado en 680±60 a.p. LP-1333 mientras que el resto se recuperó en niveles superiores, sin datar.
En la Tabla 2 se sintetiza esta información, las características de cada sitio y la descripción de la muestra. El análisis se hizo en el Departamento de Servicios Geológicos de la Universidad de Colorado. Las muestras fueron molidas a un polvo muy fino que fue disuelto en ácido fluorhídrico. Posteriormente, fueron analizadas por medio de ICPMS (espectrometría de masas por plasma iónicamente acoplado) para obtener la composición de elementos traza en partes por millón (ppm). Los análisis de los estándares internos indican que la precisión para todos los elementos es mayor al ±10%. Los resultados obtenidos fueron comparados con aquellos que se disponen para muestras geológicas de las fuentes de Patagonia norte y central.
Resultados
Los resultados de los elementos traza y las tierras raras expuestos en las Tablas 3 y 4 y expresados en µg g-1 indican que tres de las muestras-CP2 de Cholila y PA 4 y 5 de El Manso -no son obsidianas-, por lo tanto el total que se presenta aquí se reduce a 32. En total se identificaron muestras procedentes de 10 fuentes distintas, complejizando el panorama que teníamos hasta el momento (Tabla 5 y Figura 2). En El Manso se identificó el uso de al menos cinco fuentes diferentes: S1 (Sacanana 1), MS1 (Meseta de Somuncurá 1), PC1 (Portada Covunco), PK (Paillakura) y QU/AP (Quilahuinto/Pocahullo) (Figura 2A). La única muestra recuperada en El Hoyo que pudo ser analizada proviene de S1 (Figura 2B). En los sitios de Cholila se identificaron siete fuentes diferentes: S1, LL (Laguna La Larga), CC (Cerro Castillo), CP/LL1 (Cerro Planicies/Lago Lolog), YC (Yuco), PK y una desconocida hasta el momento (Figura 2C).
En el caso que estamos presentando acá, prácticamente el 50% (15 piezas) de la muestra proviene de S1, que está a 350 km lineales de El Manso y El Hoyo y a 230 km de Cholila. Obsidianas de esta fuente están presentes en casi todos los sitios de las tres áreas (Tabla 5 y Figura 3). Esta fuente, ubicada en los alrededores de Cerro Guacho, en la meseta de Somuncurá (Stern et al. 2000), es una de las más ampliamente utilizadas en el norte y centro patagónico (provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut y en la zona de Cisnes, en la XI Región de Chile), tal como lo detallan numerosos trabajos (Bellelli et al. 2006; Boschín y Massaferro 2014; Castro Esnal y Stern 2015; Castro Esnal et al. 2011; Favier Dubois et al. 2009; Gómez Otero y Stern 2005; Méndez et al. 2017; Pérez de Micou y Castro 2007; Stern et al. 2000; Stern et al. 2007; Stern et al. 2013).
En los últimos años se han identificado artefactos arqueológicos provenientes de PC1 en diversos sitios de Neuquén, Río Negro y Chubut (Bellelli et al. 2006; Fernández y Vítores 2015; López et al. 2009; Stern et al. 2012; Pérez et al. 2015). También se la ubicó en un sitio del actual territorio chileno, a escasos 70 km de la fuente (Stern et al. 2009). En esta oportunidad PC1 se identificó en Población Anticura (El Manso), a aproximadamente 370 km lineales de la fuente (Tabla 5 y Figura 3). La tercera fuente de la que ya conocíamos su uso en estos ambientes de bosque es Laguna La Larga (LL) que está presente sólo en Cholila, en los tres sitios analizados en este trabajo. Probablemente esto se deba a su cercanía (50 km lineales). Además, hasta el momento parece ser una fuente de uso muy esporádico, tal vez debido a su baja calidad para la talla y a la dificultad de hallar fragmentos de buena calidad en la fuente (Tabla 5 y Figura 3).
Por otro lado, la fuente de Telsen, muy utilizada en sitios del norte de Patagonia (costa, interior de Chubut, y una variedad en río Cisnes (Fabier Dubois et al. 2009; Mendez et al. 2008-2009; 2017; Stern et al. 2000), llamativamente no ha sido registrada en ningún sitio del bosque de Norpatagonia, lo que puede relacionarse con la idea de la circulación de estas rocas en sentido N-S a través del río Chico y hacia la costa (Castro Esnal et al. 2011; Stern et al. 2013). Otras fuentes ausentes en los sitios estudiados son Chaitén y Angostura Blanca. La ausencia de la primera tal vez refleje ciertas restricciones al tránsito de obsidianas a través de la cordillera y el bosque siempre-verde en esta latitud, corroborando lo ya observado en otros trabajos (Bellelli et al. 2008). En cambio el uso de obsidianas de la fuente de Angostura Blanca fue registrado recientemente en el valle del río Cisnes (Méndez et al. 2017) dando cuenta de un tránsito en el eje noreste-suroeste, a través de un ambiente de estepa, que no se vería dificultado por posibles barreras biogeográficas como el bosque siempre-verde o la quebrada topografía que caracteriza a los sectores del norte de Patagonia (Méndez y Reyes 2008).
Estos datos repiten y fortalecen las tendencias que observamos en trabajos anteriores (Bellelli y Pereyra 2002; Bellelli et al. 2006). Los resultados que presentamos en esta oportunidad señalan que en los sitios de El Manso y de Cholila se usaron también obsidianas de fuentes ubicadas en la zona boscosa de los Lagos Lácar y Lolog y en el Cordón Chapelco (provincia de Neuquén), además de otras dos provenientes de algún lugar de la meseta de Somuncurá y de otra no identificada.
Finalmente, las obsidianas analizadas para este trabajo provienen de dos de los tres ambientes volcánicos descritos más arriba. A partir de nuestros resultados, por un lado, se fortalecen las evidencias ya conocidas sobre la utilización de obsidianas de ambientes relacionados con los centros Miocénicos altamente alcalinos asociados con las lavas de retro-arco de la meseta Patagónica (Sacanana, Cerro Castillo y Meseta de Somuncurá) y por otra parte, se suman datos sobre el aprovechamiento de los centros volcánicos Plioceno-Pleistocénicos ligeramente alcalinos del este de los Andes altos (Portada Covunco, Cerro de las Planicies/Lolog, Arroyo Quilahuinto y Arroyo Pocahullo, Paillakura, Yuco y Laguna La Larga) de los que se tenía poca información.
Discusión
La nueva información generada, sumada a los datos ya disponibles, puede tratarse a partir de dos ejes: el espacial y el cronológico. En primer lugar, se corroboran las tendencias observadas en los trabajos previos en cuanto a que se priorizaron fuentes distantes (en todos los casos, más de 200 km lineales) pero muy abundantes y de muy buena calidad, en detrimento de la más cercana, Laguna La Larga, que sólo está presente en sitios de Cholila y que sigue siendo poco utilizada, debido tal vez a su mala calidad para la talla y/o a la dificultad para el acceso ya que está ubicada en el interior del bosque. Sacanana 1 continúa siendo la más utilizada en las tres regiones y Portada Covunco vuelve a ser identificada pero esta vez asociada a sitios de El Manso, uniéndose a los resultados anteriores de Cholila (Bellelli et al. 2006).
A las tendencias ya conocidas se suman tres elementos novedosos. Por un lado el uso de obsidianas semejantes a las identificadas como Cerro Castillo (en un solo sitio de superficie), que es un tipo conocido hasta ahora sólo a través del análisis de artefactos, desconociéndose su fuente. En segundo término, la utilización en dos sitios de El Manso de obsidianas determinadas como Meseta de Somuncurá 1, que tampoco ha sido ubicada fehacientemente pero que probablemente proviene de algún sector del interior de dicha meseta. Finalmente, se incorporó el uso de fuentes cercanas a los Lagos Lacar y Lolog, en el bosque mixto de Neuquén (Cerro de las Planicies/Lago Lolog, Yuco, Paillakura, Quilahuinto/Pocahullo), a 150 km del valle de El Manso y a 260 km de Cholila. Este escenario fortalece la idea de una circulación de obsidianas en sentido E-O, conectando la estepa y el bosque y reforzando las propuestas de complementariedad entre ambos ambientes. Al mismo tiempo, la circulación de estas rocas en sentido N-S a través del bosque expone una dimensión diferente en el movimiento de estas materias primas, mostrando una imagen alternativa a la idea tradicional de la complementariedad estepabosque, tal vez, vinculada con un uso más continuo de este último ambiente.
Por otra parte, la baja frecuencia en el uso de obsidianas y el tamaño de los artefactos están en consonancia con los modelos de transporte de materias primas a largas distancias: artefactos terminados, muy conservados o formas base, ausencia de transporte de nódulos o núcleos de tamaño importante (Kuhn 1994, 2004; Roth y Dibble 1998). La distancia influye en la elección de qué transportar y también en la maximización en el aprovechamiento de la obsidiana en los sitios, donde se registran tareas de formatización de filos y/o mantenimiento de artefactos y/o filos y el descarte de los instrumentos al final de su vida útil (Carballido Calatayud 2009). Esta tendencia que se observa en la obsidiana se replica en las otras materias primas de buena calidad registradas en todos los sitios. Se trata de rocas silíceas y calcedonias cuyas fuentes no han sido ubicadas localmente; no sucede lo mismo con las rocas volcánicas (basalto y andesita principalmente) que se registran en baja frecuencia en los sitios y que son de tamaños más grandes que las obsidianas, sílices y calcedonias (Carballido Calatayud 2009; Carballido Calatayud y Pereyra 2012). A pesar de la baja frecuencia y de las características del uso de la obsidiana, fue posible detectar la utilización de al menos siete fuentes distintas en cinco sitios de Cholila y cuatro fuentes en dos sitios de El Manso, reforzando la idea de fuertes lazos entre ambientes diferenciados y distantes, sobre todo con posterioridad al 2.000 a.p. En cuanto al eje cronológico, la información con que contábamos hasta este momento en el bosque del noroeste de Patagonia indicaba que la utilización de obsidiana estaba restringida al Holoceno Tardío. En nuestra área se remontaba a los últimos 2000 años (Bellelli et al 2006) mientras que en otras alcanza los 3500 aproximadamente (Castro Esnal et al. 2011). Evidencias de uso de obsidiana más temprana se han registrado sólo en unos pocos sitios de la estepa y el ecotono, como Traful 1, Epullán Grande y Cerro Amigo (Fernández y Vítores 2015).
En este trabajo incorporamos el resultado de una muestra proveniente de la fuente MS1 de la Meseta de Somuncurá, recuperada en el nivel más profundo del sitio Población Anticura fechado en 8.230 años a.p., que permite extender la cronología del uso de obsidiana en el bosque al Holoceno Temprano. En los 50 cm basales de la secuencia, donde obtuvimos cinco fechados que abarcan entre los 7.240±90 a.p. LP-2727 y 8.230±110 a.p. LP-2758, la representación de esta roca es un 11,27% de los desechos de talla (no se recuperaron instrumentos ni núcleos), porcentaje similar a los de todos los sitios estudiados y a lo visto para el Holoceno Tardío (Bellelli et al. 2013; Podestá et al. 2007). Tampoco hay diferencias respecto del tamaño de esos desechos, siendo todos muy pequeños, tan es así que sólo pudo analizarse uno, ya que el resto no alcanzó el peso mínimo requerido por el método. Esta regularidad que se observa en el uso de la obsidiana a lo largo de todo el Holoceno posiblemente esté vinculada con una necesidad por parte de los grupos humanos de asegurar la disponibilidad de materia prima de excelente calidad en un ambiente en el que esta no está presente o es muy difícil de localizar. Esta tendencia también se observa en las otras materias primas de buena calidad (rocas silíceas y calcedonia).
Hasta el momento el uso de MS1 estaba restringido a sitios de la costa rionegrina y chubutense, de la meseta de Somuncurá, de Maquinchao y en Casa de Piedra de Ortega (Alberti et al 2016; Boschín y Massaferro 2014; Favier Dubois et al. 2009; Fernández y Vitores 2015; Gómez Otero y Stern 2005). En los casos en los que pudieron obtenerse fechados, todos son posteriores a 3.000 a.p. (Boschín y Massaferro 2014; Favier Dubois et al. 2009; Fernández y Vitores 2015; Gómez Otero y Stern 2005) por lo que aquí tenemos un dato que lleva al uso de obsidiana de la meseta de Somuncurá en el interior del bosque, al Holoceno Temprano y su traslado a más de 350 km.
Consideraciones Finales
Este trabajo aporta nueva información para comprender la circulación de la obsidiana tanto a lo largo del espacio como del tiempo en el noroeste de Patagonia. Los resultados de estos análisis corroboraron las tendencias ya conocidas y, además, aportan datos que muestran una ampliación de la cantidad de fuentes aprovechadas en cada área, todas ellas de muy buena calidad y de importancia regional que proveyeron a la mayoría de los sitios conocidos de Norpatagonia. La particularidad de Cholila y de El Manso es que en cada uno de sus sitios se reconocieron obsidianas de muchas fuentes distintas tanto del ámbito boscoso como estepario. Esto podría ser un indicio del conocimiento del espacio regional amplio (Norpatagonia), de sus recursos y de sus vías de circulación en el Holoceno Tardío. Es posible pensar entonces en la existencia de redes centradas en el compartir y/o intercambiar información y materialidades a nivel regional donde las fuentes operarían como centros de distribución recurrentemente utilizados. Se visualizan algunas vías de contacto entre distintas zonas, por ejemplo, en el eje O-E S1, a la que se agregan MS1 y CC, muestran que entre el bosque y la estepa existió una vinculación importante, fortaleciendo la propuesta del uso complementario de recursos de ambos ambientes. La idea de una circulación entre bosque y estepa en el Holoceno Tardío está sustentada por la abundante información disponible5. En cambio, para los momentos más tempranos, en el interior del bosque, no se contaba con datos sobre uso de obsidiana hasta la determinación de un desecho de talla de un sitio de este ambiente en El Manso como proveniente de la Meseta de Somuncurá (MS1). De esta manera comienza a perfilarse que ambos ambientes estaban vinculados desde el Holoceno Temprano, momento en que comienza a ser poblada esta meseta y se documenta el uso de obsidianas locales a partir del hallazgo de las 112 puntas cola de pescado en el cerro Los Dos Amigos, de las cuales ocho son de obsidiana (seis fueron analizadas por FRX, resultando cinco de una obsidiana local y una desconocida, Miotti et al. 2012).
La propuesta de un eje de circulación N-S a través del bosque había sido planteada inicialmente a partir de dos líneas de evidencia. Por un lado, de la constatación del uso de obsidiana de una fuente ubicada en el bosque (Laguna La Larga) en sitios de Cholila (Bellelli et al. 2006). Por otra parte, el análisis de los conjuntos cerámicos de los últimos 1.400 años recuperados en sitios de El Manso mostró la presencia de piezas con características coincidentes con la cerámica de tipo Pitrén (Bellelli y Lange 2014). Esta información extiende al sur la presencia de este tipo cerámico que había sido identificado en sitios situados en ambiente de bosque en la zona del lago Traful (Aldazábal et al. 2008-2009), conectando a nuestra área de investigación con sectores más septentrionales del bosque patagónico. El abundante uso de cuatro fuentes de obsidiana del ámbito boscoso neuquino (CP/LL1; YC; QU/AP y PK) refuerza esta idea de circulación N-S a través de este ambiente en el Holoceno Tardío. La propuesta de un uso recurrente o más intenso del bosque para este momento (Fernández et al. 2013) encuentra en estos resultados y lo planteado por el modelo local que propone el uso recurrente o más intenso del bosque en el tramo final del Holoceno Tardío.