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  • Recuento mínimo de un cuento de Onetti
  • Bárbara Jacobs (bio)

Al pie de un artículo mío también publicado por Internet, Romeo del C. Albores Ruiz, que se declara mi lector asiduo, tanto así que teme estar idealizándome, aprovecha el registro de su comentario, gratuito pero muy bienvenido, para de paso pedirme con decisión que cuando publique mi "teoría del cuento" se la envíe. Sin embargo, punto y seguido duda y, vacilante, añade: "Si es que esa teoría suya del cuento existe y no es puro cuento".

Si me he animado a abrir estas líneas con el párrafo anterior no es tanto porque sepa lo que hago, pues no llego a semejante alarde, como porque me parece que su contenido refleja mejor de lo que yo podría hacer la diferencia entre imaginación y realidad.

Las interrogantes que se plantean en él son varias, desde si existimos Albores Ruiz y yo o si sólo somos idealizaciones, hasta si existe mi teoría del cuento o si esta hipotética teoría del cuento que Albores Ruiz supone que yo anuncié es una fantasía de alguno de los dos. O bueno, la pregunta de si dicho mensaje de Albores Ruiz es un hecho documentable o, por el contrario, únicamente una invención mía a la que recurro para dar forma a lo que quiero expresar. En última instancia, de aquel párrafo se podría deducir para empezar una definición: Un suceso que es dudosamente real, es un cuento, o un producto de la idealización o fantasía o inventiva o imaginación, así como una persona que es dudosamente real es un fantasma.

Quiero señalar que la clave está en el carácter dudoso de una supuesta realidad, pues la característica de la duda implica que lo idealizado, fantaseado, inventado o imaginado arrancó, después de todo, de un punto de partida real.

Pero esta exposición se está acercando demasiado al peligroso terreno teórico al que me apuro a admitir que no estoy capacitada para entrar ni, por otra parte, sería mi voluntad estarlo. Debo, sí, indicar que, gracias a la azarosa aparición de Albores Ruiz, sin proponérmelo alcancé una definición posible del término cuento, pero de aquí a componer a partir de ella una teoría de ese género literario hay mucho camino que recorrer, con mayor razón en mi calidad de aprendiz, y en cualquier caso ésta no es la ocasión para pretender dar un paso más por ese [End Page 173] rumbo.

Lo que sí he recorrido estos días es la vida y la obra del narrador uruguayo Juan Carlos Onetti, quien ahora, en el 2009, estaría celebrando su centenario. Y me he concentrado en buscar específicamente su teorética del cuento, que de una vez me adelanto a decir que no encontré, desenlace que por cierto me parece coherente con su personalidad, un narrador tan ocupado, según sus propias palabras, en la persistencia en tratar de escribir bien y mejor y encontrar con sinceridad cómo es la vida que le tocó conocer y cómo es la gente condenada a convertirse en personajes de sus libros, que no tuvo tiempo para escribir ninguna teoría, ni de la narrativa ni de la vida, pues Onetti no se dedicó sino a vivir y a contar, eso sí, con su giro personal, lo que era relatable de la vida a su alrededor. "Sé qué va a pasar en lo que escribo, declaró, pero no sé cómo va a pasar. Si supiera cómo va a pasar, no lo escribiría".

El crítico Antonio Alerce observó, "Nadie como Onetti para describir la vida cotidiana de los fantasmas, la vida fantasmal de las personas cotidianas", idea que el propio Onetti ahondaría al decir que, en cuanto a sus personajes, "Nacieron de los fantasmas que son puertas, que pueden ser atravesadas para dar paso a confesiones parciales", declaración que podría titularse con el significado que Onetti da al arte, "Una...

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