SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.35 issue51-52Deseo de Patria en Gabriela MistralLa construcción de representaciones enunciativas: el reconocimiento de voces en la comprensión de textos polifónicos author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

Share


Revista signos

On-line version ISSN 0718-0934

Rev. signos vol.35 no.51-52 Valparaíso  2002

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09342002005100009 

Revista Signos 2002, 35(51-52), 119-125

LITERATURA

Nicanor Parra es ya un clásico

 

Mario Rodríguez Fernández

Universidad de Concepción

Chile


RESUMEN

El presente artículo propone, glosando las tesis de Italo Calvino, que Nicanor Parra es ya un clásico de la poesía chilena. Para ello analiza artefactos claves de su producción antipoética demostrando que ellos, más allá de la contingencia a la que aluden directamente, expresan un sentido profundo y permanente de la existencia


ABSTRACT

This article proposes, glossing Italo Calvino s theses, that Nicanor Parra is already a classic in chilean poetry. By analyzing key artefacts of his production of anti-poetry, we demostrate that beyond the contingency to wich they refer directly, they exprerss a profound and permanent sentiment of existence.


 

¿Qué pasa con Nicanor Parra?

¿Qué fenómeno de popularidad lo envuelve en Chile?

La exposición de sus "Artefactos visuales» ha sido un estruendoso éxito de público en Concepción. Más de 20.000 personas se apretujaron en la Pinacoteca en los pocos días (5-31 de marzo 2001) que duró la exposición de la muestra. Delegaciones estudiantiles de toda la provincia han venido a verla. Respetables señores y señoras han desfilado mientras se ríen frente a las "tablitas de Isla Negra", a la "Venus de Nilo que sólo se mueve por fines de lucro" o "los calcetines huachos".

Pareciera que Parra habla por todos nosotros, que lo que tenemos que decir del mundo que nos tocó vivir nadie mejor que él puede decirlo. Hemos delegado en él nuestras emociones: la risa sarcástica: "Piececitos de niños azulosos de frío como os ven y no os cubren Marx mio!!"

El amor fraterno:

Hay que pavimentar la cordillera

pero no con cemento ni con sangre

como supuse en 1970

hay que plantar violetas

hay que cubrirlo todo con violetas

humildad

  igualdad  
    fraternidad

hay que llenar el mundo de violetas

   
("A propósito de escopeta")

La temporalidad destructora:

Cuanto tiempo ha pasado desde entonces

no podría decirlo con certeza;

todo está igual seguramente

el vino y el ruiseñor encima de la mesa,

mis hermanos menores a esta hora

deben venir de vuelta de la escuela:

sólo que el tiempo lo ha borrado todo

como una blanca tempestad de arena

("Hay un día feliz")

La vida regeneradora:

Por un viejo que muere

nacen dos guaguas

  ("La cueca larga")  
la explosión irónica que produce el impulso de decir lo que nunca se dice o no se debe decir:

Número uno en todo

no ha habido no hay no habrá

sujeto de mayor potencia sexual que yo

una vez hice eyacular diecisiete veces consecutivas

a una empleada doméstica.

 
  ("Como les iba diciendo")  

Las dudas frente a la muerte:

La primera pregunta de la noche

se refiere a la vida de ultratumba

Quiero saber si hay vida de ultratumba

Nada más que si hay vida de ultratumba

El impulso incontenible de humanizar la muerte, de darle una figura:

A la casa del poeta

llega la muerte borracha

ábreme viejo que ando

buscando una oreja guacha

Estoy enfermo. Después

perdóneme vieja lacha

("El poeta y la muerte")

 

En fin, Nicanor Parra parece haber templado el laúd de la conciencia en todas sus dimensiones y haber transformado sus palabras en un espejo de la verdad, como en este artefacto terrible:

De aparecer apareció

pero en una lista de desaparecidos.

(De chistes parra desorientar a la policía poesía)

 

Y aquí entramos en un punto que desarrollaré después. Parra escribe esto en 1983. Veinte años más tarde, y después de tantas vicisitudes la situación es ésa: El único lugar en que terminaron por aparecer los detenidos ­desaparecidos es en una lista de ellos.

Parra parece ser una suerte de profeta descarriado (descarriado porque usa el chiste y el humor, no la gravedad), pero profeta al fin.

¿Cómo se explica que Parra haga un bloque tan admirable con su comunidad, con su tribu? Si adopto una postura romántica diría: porque es un genio. Si, por el contrario, adopto una perspectiva materialista social diría: porque expresa a su época; si se tratara del estructuralismo diría: porque el sujeto hace visibles las condiciones reales de su enunciación; y si me traslado al post estructuralismo respondería: porque la enunciación es colectiva.

Tal vez hay un poco de razón en todas estas posiciones, pero yo elijo una canónica y que sin duda favorece más a Parra, la de la tradición literaria.

María Nieves Alonso, en un simposio sobre la poesía parriana, afirmó y demostró que gran parte de lo que decía Steiner sobre Shakespeare a propósito de su cuarto centenario, se podría aplicar a Parra: su maestría forma parte de la médula de nuestra lengua, su fortuna de vivir en una época que reunió una constelación de energías emocionales e intelectuales (coetáneos a Parra son: Gabriela Mistra, Huidobro, Neruda, Luis Oyarzún, Jorge Millas, Enrique Lihn, etc. y coetáneos a él fueron las utopías políticas y religiosas de los años 60) Incluso la crítica que los contemporáneos hacían a Shakespeare, fue muy semejante a la de los críticos de Parra: los ataques no proceden de lo literario sino del terreno político (Concha o Dorfman) o del moralismo católico (como es el caso de Arteche).

De los rasgos comunes entre Shakespeare y Parra yo enfatizaría uno, ya apuntado por Alonso: la admirable sintonía con su época.

Y este es un rasgo que dentro de la tradición literaria lo aproxima no sólo a Shakespeare, sino a Cervantes, Walt Whitman y otros englobados por una idea privilegiada: la de ser un clásico.

Se puede afirmar con todas sus letras y sin rubores que Parra ha terminado por ser un clásico de la poesía latinoamericana. Y aquí gloso a Calvino en Por qué leer los clásicos:

Clásico, en primer lugar, porque sintoniza maravillosamente con su época, pero paradojalmente la excede.

Clásico porque la antipoesía nunca termina de decir lo que tiene que decir. Dicho de otro modo, porque tiene múltiples lecturas.

Clásico porque Parra siempre se sitúa en la actualidad para mirar hacia delante o atrás.

Trataré de explicar cada uno de estos puntos, partiendo de una operación previa: la de rescatar la palabra clásico del dominio eurocéntrico. Europa ha secuestrado la palabra clásico limitándola a la literatura grecolatina y a la del siglo de oro o la de la época de las luces. Y si hoy día la extiende a Proust, Whitman, o Virginia Woolf no piensa prestársela a literaturas periféricas, como la latinoamericana.

Primer gesto, como el mítico Caliban analizado por Fernández Retamar, apropiarse de lo que los colonizadores, en nombre de una pretendida cultura superior nos niegan. Para ello hay que hacer escándalo, mover el piso con frases tipo: Parra, poeta clásico.

Primer punto del llamado escritor clásico: sintoniza admirablemente con su época y no menos maravillosamente la excede.

Nada mejor que un artefacto famoso para demostrarlo:

la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.

Escrito el año 1972, en plena efervescencia política desatada por el proyecto allendista de democratización del socialismo: un presidente no impuesto por la revolución obrera, sino por un proceso electoral burgués, fenómeno que contradecía toda la historia de acceso al poder de los llamados socialismos reales, sin duda que desató sospechas y rechazo en el seno de los partidos de izquierda. Se trataba de una clara ironización, una parodia de los esloganes que el pueblo gritaba en las calles: la izquierda unida jamás será vencida. Si a ello se añadía otro artefacto publicado por "El Mercurio" de la época: "el marxismo ya no da más chispas", era muy fácil acusar a Parra de payaso de la burguesía. Sin duda que está última se reía a gritos con el artefacto, pero sospecho, aunque en silencio, lo hacían también algunos "camaradas". El rechazo, la risa, la complacencia, tenían sin embargo un fondo común: ponía ante los ojos de todos, lo que iba a conducir al país al desastre: la perversidad de las exclusiones, las negaciones del otro, la concepción de la política como guerra. Parra no sólo pone en evidencia la enfermedad de su época, sino que recoge un sentimiento mayoritario de la comunidad: no a la guerra, sí al entendimiento. Sintonía admirable con la conciencia colectiva: inventar un espacio poético a antipoético en que la reconciliación era posible.

Leer el artefacto de otro modo, como un chiste, como una provocación a la izquierda, no tiene otro sentido que la mezquindad y no explica en nada su impacto, su éxito público.

Aún más, Parra arremete contra los binarismos perversos de la cultura occidental, demuele los bloques de oposiciones construidas por las ideologías y los humanismos escolares, abre una línea de fuga flexible, es decir, un modo de resistencia a los bloques perversos que obligan al hombre, con mayúscula, a ser esto o lo otro (Deleuze).

Transformado el enunciado 30 años más tarde en un artefacto visual: la frase aparece ahora escrita en un cartón puesto sobre un podio acompañado de una portada de "El Mercurio" del domingo 4 de marzo del año 2002 en que Joaquín Lavín y Fidel Castro se dan un caluroso apretón de manos, cambia totalmente de lectura.

Lo primero que uno tiende a preguntarse: ¿Es Parra la reencarnación moderna del oráculo de Delfos?

En 1972 enunció lo que pasaría en el 2002. ¿Vate descarriado, como se apuntaba al comienzo?

Más que profecía veo aquí una sintonía con un rasgo también perverso de la época: su brutal pragmatismo, o si se quiere más líricamente un retrato de la muerte de las ideologías. No hay aquí una disolución de los contrarios, hay un entendimiento interesado de ellos. No hay un rechazo de los binarismos, un reconocimiento del otro, hay, más bien, un acomodo por conveniencia. La fuga, de la que hablé anteriormente, significa una desterritorialización de los bloques, cosa que no sucede en el artefacto visual. El territorio Lavín, la derecha, sólo se ha rozado con el territorio Fidel, la izquierda, sin cambiar un ápice sus contornos. El apretón de manos no sella otro compromiso que el dictado por las conveniencias del poder.

Parra saca a la luz la enfermedad con que comenzó el siglo XXI: una enfermedad «posmo»: el pragmatismo que quiere hacernos creer que las bipolaridades han terminado, que ya no hay más izquierdas ni derechas, ni muy pronto habrá ricos y pobres, basta crecer al 7% anual.

Así, muchos pueden leer y ver el artefacto y decir: ¿Se dan cuenta? La política dejó de ser una guerra.

O bien, las ideologías ya no funcionan. Parra es un genio que anunció 30 años atrás al cambio, el vuelco total.

En primer lugar, quienes piensan de este modo pasan por alto la ironía del artefacto e ignoran que el poeta clásico no sintoniza con lo más inmediato de la época, porque su papel no es expresarla, sino recoger las energías dispersas, los flujos emocionales secretos, para inventar así un pueblo que falta (utilizo una terminología de Deleuze), un pueblo que está enterrado. Y este pueblo deshermanado sabe muy bien que el cuento de que se terminaron las contradicciones es una ficción del poder para alcanzar sin problemas sus fines de dominio.

Y este mismo artefacto visual ilustra la segunda característica que anoté del clásico: la construcción antipoética no termina nunca de decir lo que tiene que decir. Lo que equivale a afirmar que cada época lee algo distinto porque las lecturas son múltiples. Es lo que ocurre con el artefacto «Chile fotocopia feliz del Eden».

Leerlo hoy día dice algo que no decía en 1970, porque no termina nunca de decir. En el siglo XXI envía derechamente al simulacro consumista en que nos hemos transformando. Somos una fotocopia de un tigre asiático, una fotocopia de la comunidad europea, que según los panegeristas querría tenernos en ella. Fotocopia: simulacro, apariencia, sustituto de lo real.

Y el tercer punto, el de que el clásico se sitúa en la actualidad para mirar hacia delante o atrás está presente en los artefactos citados, como también en los que transcribo a continuación:

¿Qué pasará en el próximo siglo?

Vuestro Señor Jesucristo de Elqui no + lo sabe:

La vida humana se duplicará

Cada hombre tendrá 7 mujeres

Se legalizará la pasta base

Conquistaremos el Santo Sepulcro

Fin a los ataúdes personales

Mínimo 2 cadáveres x tumba

(«Aunque no vengo preparrado. Discurso

de Homenaje a Luis Oyarzún»)

Mucho los problemas

Una la solución:

Economía mapuche de subsistencia

Hay que cambiarlo todo de raíz

(«Aunque no vengo preparado»)

Al paso que vamos

en el año 2000 comeremos K.K.

Dificulto que alcance para todos

(«Artefactos visuales»)

Socialistas y capitalistas del mundo

uníos, antes que sea demasiado tarde.

(Artefactos)
 

Hágase futbolista compadre

de lo contrario no le dan pelota

(«Chile es un país de pelotaris»)
 

Nuestro proyecto fue cambiar al mundo

y el mundo terminó cambiándonos a nosotros

________________________

Los que ayer exigían la cabeza del dictador

hoy se conforman con verlo mejor peinado.

(Artefactos)
_________________________

La historia lo absolverá

De acuerdo

Pero la geografía lo dudo.

(Artefactos)

 

Destaco de los artefactos y antipoemas citados un enunciado: Conquistaremos al Santo Sepulcro.

El antipoeta se sitúa aquí en plena actualidad para mirar hacia atrás, tan atrás como son las cruzadas, un hecho histórico que se confunde con el delirio, con las fantasías más memorables (recuérdese las cruzadas emprendidas por niños) y también para mirar hacia adelante. Desde un hoy marcado a fuego por la violencia, la sangre y los fanatismos que distinguen Jerusalén, Parra enuncia la conquista del Santo Sepulcro. ¿Por quién o quiénes? Por hombres que alcanzarán edades bíblicas, 150 años, que tendrán derecho a 7 mujeres, que consumirán pasta base, que economizarán gastos funerarios; muchedumbres pululantes que nos recuerdan el mito de Babilonia. Babilonia conquistará entonces a Jerusalén. ¿Significará, la conquista, el triunfo de las bestias sobre el hombre creyente? En un sentido sí, pero también significará la desaparición de los fanatismos religiosos. Jerusalén será conquistada por los nuevos cruzados, los del consumismo, los adoradores de la juventud, los despreciadores de la muerte. ¿Una nueva profecía del vate descarriado? ¿Otra frase enigmática del oráculo de Delfos?

Escribe Italo Calvino: «El clásico lo que tiende es a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo» (Por qué leer a los clásicos. Barcelona, Tusquets Editores 1997) Esta definición, a propósito de la actualidad de la que hablábamos, parece no favorecer a Parra. Un artefacto como:

Hágase futbolista compadre.

De lo contrario no le darán pelota

No presenta a la actualidad como ruido de fondo, sino de primera línea, ruido de frente. Pero una lectura posible lo saca del contexto reducido en que se mueve para proyectarlo a una necesidad patética de los tiempos posmodernos: la obligación de estar al día, a la moda, única manera de hacerse visible y de ser considerado por el poder. Y otra lectura: la ironía del artefacto produce risa en el lector-espectador. Y no hay nada más saludable que la risa.

En este sentido la antipoesía es una empresa de salud, de curación de las enfermedades del mundo moderno y posmoderno. Parra es médico de sí mismo y el mundo. Su método de sanación: la risa, la ironía, el humor.

En resumen, Parra demuestra, como buen clásico, que escribir es inventar un pueblo que falta (aquel que quiere plantar violetas) y que por añadidura y consecuencia, demuestra que escribir es una empresa de salud. A propósito de lo último, no se trata de una salud desbordante, de una gran salud, sino de una pequeña salud imbatible, como la que proponía Kafka para el escritor: la de un campeón de nado que no sabe nadar. Paradojal, pero seductora imagen. ¿No es eso Parra, un campeón de nado que no sabe nadar? Puede pensarse que toda escritura como performance comporta un acto atlético, lo que no significa que la escritura sea un juego olímpico porque este atletismo se realiza en las fugas de las marcas, los records y las metas; como decía Michaux, el escritor se comporta como un atleta en cama.

Para terminar, la última definición de clásico de Calvino: «Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima». Sin duda, la antipoesía se sacudirá rápidamente del polvillo crítico que este artículo ha esparcido sobre ella.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License